Vicente Jarque
El arte del dibujo tiene sus propias leyes y veleidades al margen de su carácter propedéutico respecto de cualquiera de las artes plásticas.
Su inmediatez va acompañada de una actitud de aparente renuncia a la perdurabilidad, lo que le hace paradójicamente próximo a lo intemporal.
Los delicados trabajos sobre papel de Rosemarie Gleiser, una joven artista medio colombiana, medio norteamericana y, desde hace años, medio española, inciden en esos aspectos y los ponen en juego en imágenes dominadas por la memoria y la experiencia del cuerpo, como el lugar donde primordialmente se habita.
Los trabajos de Gleiser se nos presentan como productos inequívocamente contemporáneos en virtud, por ejemplo, de su frecuente empleo del cabello humano y la silicona (en lugar del lápiz o el pincel) como instrumentos para el trazo, así como por el uso de técnicas digitales y, no en último lugar, por la clase de humor o de humores que orienta su obra, es decir, un sano soplo de aire fresco al que no podemos sino dar la bienvenida.
