En nuestro país su nombre se hizo relativamente popular en 2020, cuando su ya célebre león El Cid (1879) formó parte de la muestra del Museo del Prado “Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931)”, pero lo cierto es que Rosa Bonheur fue seguramente la artista decimonónica que obtuvo mayor reconocimiento en el ámbito académico en Francia. Su campo esencial de trabajo fue la pintura de animales y alcanzó con ella el prestigio suficiente para llevar una vida acomodada en el Château de By, en los campos que rodean París.
Los leones, de hecho, ocupan buena parte de su producción y encontró sus modelos, primero en el zoo de la capital francesa, y después en los que tuvo en su propia finca: una pareja de la subespecie del Atlas. Las razones de su atención tienen que ver con la nobleza que descubría en esos felinos; en algunos retratos que hizo de ellos es posible apreciar, incluso, expresividades humanas.
Con motivo del bicentenario del nacimiento de la autora, el Museo de Bellas Artes de Burdeos, su ciudad natal, y el de Orsay han organizado una gran retrospectiva suya, con la colaboración del Château de Rosa Bonheur en Thomery, en Seine-et-Marne, y del Museo Departamental de los Pintores de Barbizon; esta es, además, la primera antología que se le brinda desde la que en 1997 itineró por justamente Burdeos, Barbizon y también Nueva York (en Estados Unidos y Gran Bretaña su figura es especialmente popular).
Considerada hoy un icono de la emancipación femenina en el terreno artístico, se comprometió a través de su obra, además, con la naturaleza y con el reconocimiento de las singularidades animales, atendiendo desde su dominio técnico a la representación de su anatomía y, a menudo, de su psicología. Podremos comprobarlo en la Galerie des Beaux-Arts del centro bordelés y en su ala norte, donde se han desplegado, antes de su presentación parisina desde octubre, dos centenares de pinturas, esculturas, obras gráficas y también fotografías y documentación; piezas procedentes de colecciones privadas y públicas europeas y estadounidenses.
Nacida en una familia de artistas y creadora prolífica, sus trabajos derivan de una voluntad infatigable de observar a fondo los animales que la rodearon y también de estudiarlos por todos los medios posibles, fuese en su residencia campestre junto al bosque de Fontainebleau (adonde hizo llegar decenas de ejemplares distintos, entre ovejas, perros, ciervos y cervatillos) o en sus viajes por Auvernia, Nivernais, los Pirineos o Escocia, cuyos paisajes analizó con curiosidad honda. También le fascinó la belleza salvaje de las llanuras del oeste americano y se interesó por sus habitantes, humanos o no, incluso si se trataba de lugares a los que no pudo llegar; en la exposición veremos, de hecho, sus representaciones de Buffalo Bill y de todo el elenco del Wild West Show en 1889.
El talento de Bonheur, como decimos, se vio pronto reconocido con premios y jalones (fue la primera mujer en recibir la Legión de Honor), pudiendo asociarse desde una etapa temprana de su carrera a marchantes eminentes, medirse a los maestros (masculinos) del género y enfrentarse a los formatos monumentales, esos asociados, hasta la época contemporánea, a la pintura de historia.
Situando a sus elegidos (a veces, también a la flora) en el centro de composiciones espectaculares o aislándolos en retratos realistas, supo alumbrar una obra expresiva, naturalista y desprovista de sentimentalismo, nutrida por los descubrimientos científicos y por la nueva atención prestada en su tiempo a la fauna, que ponía en entredicho la jerarquía entre especies.
Dado que se desenvolvió en formatos íntimos y amplios, en los primeros planos y en las panorámicas, juega el montaje de la muestra con las rupturas de escala y sobre todo nos acerca, desde la mirada de la francesa, a la majestuosidad del ciervo (Roi de la forêt), a la belleza y el poder de los caballos semisalvajes (La Toulaison du Blé en Camargue) o a la fuerza telúrica de la vida campesina y el mundo rural, al que ella sentía pertenecer. Para muchos, el legado de Bonheur celebra la agricultura y la fertilidad de la Tierra, dando forma plástica al poema de Frédéric Mistral que musicalizó su amigo Charles Gounod en Mireille.
Entre los atractivos de esta exhibición se encuentra su poco conocida obra en papel: se ha reunido una importante selección de estudios y bocetos, papeles de una rara belleza que nos permitirán adentrarnos en su proceso creativo. Se exhibe por vez primera un boceto monumental descubierto recientemente en el Château Rosa Bonheur, junto a fotografías dibujadas que revelan un aspecto inesperado de su trabajo y algunas piezas íntimas: pinturas sobre guijarros, castañas talladas, etc.
Finaliza el recorrido recuperando algo de su personalidad, su humor, su gusto por la caricatura y las fructíferas relaciones que mantuvo con personalidades del mundo musical, literario o científico de la segunda mitad del siglo XIX.
“Rosa Bonheur (1822-1899)”
MUSÉE DES BEUX-ARTS DE BORDEAUX
20 Cours d’Albret
Burdeos
Del 18 de mayo al 18 de septiembre de 2022
