Rodin y sus antigüedades hacia 1910 © Musée Rodin
El Musée Rodin revisa la influencia del arte clásico en sus esculturas
“Rodin, la lumière de l´antique”
MUSÉE RODIN
77, rue de Varenne 75007
París
Del 19 de noviembre de 2013 al 16 de febrero de 2014
En sus residencias de la Villa des Brillants de Meudon y en el Hôtel Biron pudo conocer colecciones de obras de arte antiguo que superaban las 6.000 piezas y él mismo adquirió algunas antigüedades en París, entre 1893 y 1917: obras helenísticas, etruscas y romanas de mármol y bronce, vasijas o figurillas de terracota.
Auguste Rodin. L’Homme qui marche, 1907. © Musée Rodin
Auguste Rodin. Pallas au Parthénon, 1896. © Musée Rodin
De célebres modelos de la antigüedad clásica y el Renacimiento se sirvió Rodin para explorar la representación del cuerpo masculino. En el museo imaginario del artista, Fidias rivalizaba con Miguel Ángel y la composición del Torso de Belvedere fue decisiva en su formulación de El pensador y en la de obras basadas en el poder expresivo del fragmento y de lo inacabado, como su torso del Estudio de San Juan Bautista o El hombre que camina.
También en su representación de la figura femenina el poso de la Antigüedad resultó decisivo. En la figura de Venus comenzó a trabajar a partir de 1890 y, aunque se basara en modelos en vivo, algunos rasgos de la Venus de Milo pueden encontrarse en su Meditation y la Vénus d’Esquilin y su conmovedora quietud tratan de hacerse presentes en piezas del francés como Afrodita o Torso de mujer joven. Rodin llegó a reunir más de un centenar de fragmentos de Venus romanas de las que obtuvo un amplio repertorio de formas y drapeados.
Ávido lector de literatura grecolatina, especialmente de Ovidio y Apuleyo, podríamos decir que el espíritu de su Metamorfosis está presente en parte de su producción y sus visitas al Louvre y a las colecciones de grabados de la Biblioteca Imperial y su viaje a Italia en 1875-1876 se tradujeron en dibujos de personajes mitológicos y escenas eróticas que remiten a la Antigüedad en sus planteamientos, aunque de forma menos explícita desde 1900.
Fue en sus retratos, la mayoría concebidos como expresión de la potencia estética del fragmento, donde el peso de lo clásico se hizo más patente a través de atributos iconográficos tomados de la mitología y del carácter grave de los rostros.