Hace unos meses fichábamos al artista santanderino Ricardo González García y os hablábamos de su interés por plasmar en pinturas y esculturas lo inestable, los mundos paralelos, metamorfosis o simulacros intencionados capaces de sorprender al espectador por la vía de lo extraño.
Ahora os proponemos acercaros a la Sala de arte El Brocense de Cáceres antes del 16 de octubre para contemplar una treintena de sus trabajos, elaborados con materiales y técnicas diversas, piezas que de nuevo nos hablan de contaminación de lenguajes, de la mezcla y la hibridación como bases para crear algo único.
Su exposición, que hoy se inaugura, lleva por título “Factoide viral”. Es posible que muchos no entendamos de primeras el significado de factoide sin explicación, porque es palabra de acuñación reciente: se refiere a hechos que no han ocurrido como tal pero que se simulan, agrandan, banalizan y difunden masivamente con el fin de tergiversar la opinión pública, de adulterar nuestro modo de vivir y de pensar, frecuentemente con el marketing e Internet y las redes sociales como aliados.
En este sentido, el historiador del arte Guillo Dorfles publicó en 2009 un ensayo que ha resultado fundamental a la hora de plantear esta muestra: Falsificaciones y fetiches: la adulteración en el arte y la sociedad. En él explicaba cómo, no solo en la actualidad sino también históricamente, las personas han convertido lo símbolos en fetiches, asociando a ellos informaciones ficticias. Y del fetiche se pasó al “factoide”.
Tanto sus obras expuestas ahora en Cáceres como la anterior producción de Ricardo muestran la contraposición entre la sencillez de lo íntimo y una actualidad social que genera información e imágenes capaces de sobrepasar y afectar por su belicismo. El artista, que es también un investigador constante del acto creativo, nos traslada esa saturación a través de amalgamas: de ligaduras, gomas o cintas en sus esculturas, o de capas superpuestas, a modo de estratos, en sus pinturas.
Entre unas y otras pueden establecerse nexos y espacios intermedios: sus aglutinadas piezas tridimensionales podrían representar modelos susceptibles de llevarse a las dos dimensiones, y algunas cuentan incluso con elementos planos.
Tanto en sus pinturas como en sus esculturas, además, tiene cabida lo que podría entenderse por deforme y putrefacto, a modo de emblema mismo de una hibridación sin la que no se entiende ni la obra de Ricardo ni el contexto (social, informativo) en el que ha surgido.
Según opina Juan Martínez Moro en un texto del catálogo de “Factoide Viral”, la obra de Ricardo “alberga una profunda relación o tendencia hacia el caos, o, al menos, y lo que no es poco, a su aceptación. En un mundo de superficiales certezas y posados, busca retratar al hombre instalado en la duda, afectado sensible e intelectualmente por todo, y muy especialmente por la hipersaturación informativa que produce el sobredimensionado y paradójico ecosistema visual al que todos nos enfrentamos día a día”.
