Reivindicando a María Blanchard

María Blanchard. Bodegón, 1920. Colección particular, cortesía Galería Guillermo de Osma

74 pinturas y 11 dibujos revisan en el Museo Reina Sofía la trayectoria de la artista cántabra al completo

Madrid, 16/10/2012


“María Blanchard”

MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. MNCARS
c/ Santa Isabel, 52
28012 Madrid
Del 16 de octubre de 2012 al 25 de febrero de 2013
De lunes a sábado, de 10:00 a 21:00 horas
Domingos, de 10:00 a 14:30 horas
Martes cerrado

Del 16 de octubre de 2012 al 25 de febrero de 2013, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. MNCARS

Comisaria: María José Salazar

Coincidiendo con el 80º aniversario de su muerte y tras la muestra que la Fundación Botín dedicó a su etapa cubista, el Museo Reina Sofía reivindica desde hoy, con una amplia exposición retrospectiva, la trayectoria, completamente comprometida con el arte de vanguardia, de María Blanchard.

85 pinturas y dibujos y una variada documentación en torno a la figura de la creadora componen una exhibición que se estructura cronológicamente, desde su etapa de formación (1908-1914) hasta el retorno a la figuración (1919-1932) posterior a su periodo cubista (1913-1919), movimiento del que Blanchard participó en París y al que aportó plasticidad y sentimiento.

La muestra, que hoy han presentado en el MNCARS Manuel Borja-Villel, Paloma Botín y María José Salazar, tiene un objetivo fundamentalmente reivindicativo y de homenaje: pese a que Blanchard compartió generación con Picasso, Diego Rivera, Pablo Gargallo, Juan Gris o André Lothe, y trabajó junto a algunos de ellos, no ha alcanzado hasta fechas recientes el reconocimiento artístico que merece, reconocimiento que sí le brindaron sus amigos artistas en vida. En este punto resulta sintomático que, en ocasiones, su firma haya sido suplantada en algunas de sus obras por la de Gris.

María Blanchard. Composición cubista, 1916. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía     María Blanchard. Bodegón cubista, 1927. Colección particular, Madrid

En la fase de formación de Blanchard, su obra vino determinada por la influencia de sus maestros, como Fernando Álvarez de Sotomayor, Anglada Camarasa, Kees van Dongen o Manuel Benedito. Mezcló características de la figuración, el expresionismo y el simbolismo y desarrolló un gran número de retratos, primero sobrios en su cromatismo y firmes en su dibujo y, después, de materia y colorido más rico.

La concesión de diversas becas permitió a Blanchard formarse en la capital francesa, donde más tarde alcanzaría su madurez creativa. Allí se integró en el Cubismo y trabajó en paralelo a su evolución, desde su uso primero de objetos identificables representados a través de formas geométricas en planos superpuestos hasta su posterior reducción de las temáticas utilizadas a temas esenciales. Los bodegones de Blanchard o sus composiciones musicales recuerdan al espectador a los de Braque, Picasso o el propio Gris, pero presentan quizá una mayor austeridad y un rigor formal más cuidado. Fue entonces cuando alcanzó el favor de la crítica, participó en destacadas exposiciones en París, Bruselas y Barcelona y fue representada por el marchante Léonce Rosenberg, que organizaría su primera exhibición individual.

María Blanchard. Composición, 1917-1918. Colección Michael Houseman

Desde 1919, junto al surgimiento de propuestas como el Dadaísmo o el Surrealismo, surge el llamado Retorno al orden, al que se unieron muchos creadores cubistas, también Blanchard. Pese a que en sus nuevas representaciones de objetos subyace la estructura geométrica anterior, la nueva composición volumétrica y la estudiada incidencia en ella de la luz acerca a la artista cántabra a los planteamientos de Cézanne. En 1921, participa con La Comulgante (1914-1920) en el Salón de los Independientes y pasa a representarla Paul Rosenberg, marchante hermano de Léonce. Su renovada atención hacia la figuración es en realidad una excusa para la consolidación de un estilo personal por parte de Blanchard.

María Blanchard. Juguetes - Caballo, tambor y trompeta - Bodegón con juguetes, 1920. Colección Alberto Cortina    María Blanchard. La cocinera, 1923. Colección privada

1927 supone un punto de inflexión en su carrera. La muerte de Gris y varios acontecimientos personales repercutieron en su estado de ánimo y también en su obra, más melancólica, con una iconografía más sensible y muy ligada, en su sentido profundo, a la realidad.

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