Raimundo de Madrazo, un pintor para la piel

Fundación MAPFRE presenta su primera gran retrospectiva

Madrid,

Cuando los impresionistas, en los mismos escenarios y las mismas fechas, plasmaban la fascinación del nuevo ocio urbano nacido al calor de la Revolución Industrial y representaban trenes y estaciones que remitían a ritmos hasta entonces inéditos en la ciudad, Raimundo de Madrazo -hermano de Ricardo, hijo de Federico, nieto de José y cuñado de Mariano Fortuny– prefería detenerse aún en las escenas de género, los retratos que no manchaban a los modelos y, especialmente, la piel; fue uno de los grandes pintores de sus carnaciones y de la gestualidad.

Como tal lo reivindica su primera gran exposición antológica, que el próximo 19 de septiembre abrirá sus puertas al público en Fundación MAPFRE y que ha sido comisariada por Amaya Alzaga, quien en la presentación de este proyecto se refirió al artista como el Vermeer del siglo XIX por esa atención a lo pequeño, a los espacios donde no cabía la prisa. Tras conocer el éxito y ser reclamado por aristócratas, burgueses, políticos y actores, llegaron años en que Raimundo de Madrazo remaba a contracorriente del gusto de su tiempo; él lo supo, e incluso trabajó al final de su vida en una gran pintura de tema histórico que no encontró comprador. A su fallecimiento, prácticamente en el olvido en 1920, ABC tituló la información como “París, muerto ilustre”, sin mencionar su nombre.

Esa pérdida del favor de la crítica explica que sus trabajos en las colecciones de instituciones importantes hayan llegado a ellas, salvo excepciones, a través de donaciones, más que de adquisiciones (es el caso de la de Ramón de Errazu al Museo del Prado) y que aún continúen aflorando obras del autor que se encontraban en fondos privados.

Se calcula que llevó a cabo, aproximadamente, cuatrocientas piezas -un número en absoluto extraño entre los artistas de su tiempo de fecundidad media-, y de esta exhibición en Madrid forma parte, aproximadamente, un cuarto de esa producción: sus composiciones de mayor calidad, salvo alguna que no ha podido encontrarse. Sus temas se repiten, como ocurre entre todos los pintores de género, pero el ojo entrenado descubrirá en ellos un lenguaje que trasciende, basado en el respeto de la tradición y su emulación puntual, en el refinamiento, la minuciosidad en el detalle y la destreza técnica en la captación de las texturas.

Raimundo de Madrazo. Felicitación de cumpleaños, hacia 1880. Museo Nacional del Prado
Raimundo de Madrazo. Felicitación de cumpleaños, hacia 1880. Museo Nacional del Prado

Raimundo de Madrazo desarrolló su carrera fundamentalmente entre París y Estados Unidos (a la capital francesa se trasladó en 1862) y hemos de entender su trayectoria a la luz de la consolidación de la burguesía francesa a mediados del siglo XIX. Fue entonces cuando monarquía y aristocracia dejaron de ser los principales comitentes de los artistas más demandados, reclamados desde ese momento por profesionales con gusto y posibilidades que ganaban prestigio con sus adquisiciones pictóricas y que reclamaban, sobre todo, esas escenas costumbristas que solían tener por soporte pequeñas tablitas o tableautins, aunque en ocasiones también alcanzaban formatos mayores.

Madrazo realizó, con elegancia preciosista, toilettes, representaciones de mujeres en el acto de leer o escribir o bailes de máscaras, asuntos todos ellos atractivos para el público del cambio de siglo, atendiendo a códigos que no encajaban del todo ni con la pintura académica ni con las vanguardias. Quedaban entre ellas, en el juste milieu enunciado por Léon Rosenthal, un justo medio que requería perfección técnica, pero también un ingenio que no cayera en la desmesura, permitiendo a estos autores congraciarse con un público (y una crítica) poco dados a los extremos. Casi todos los artistas que se acercaron a esa estética (Horace Vernet, Paul Delaroche o Léon Cogniet) han sido relegados por la historiografía hasta tiempo reciente, por razones que todos podemos sospechar.

La exhibición en Fundación MAPFRE, que en 2026 viajará al Meadows Museum de Dallas, se estructura en ocho secciones entre lo temático y lo cronológico. Comienza el recorrido recordando su formación primera en París, momentos en los que aún no había tomado distancia respecto a la pintura de historia, género que su padre esperaba que cultivase. Veremos su boceto para La muerte de don Lope de Haro en las Cortes de Alfaro, el lienzo que dedicó a la apertura de las Cortes en 1834 o su delicada acuarela Las hijas del Cid, en la que el tema resulta ya más bien una excusa para explorar el tratamiento del desnudo.

Raimundo de Madrazo. Las hijas del Cid, hacia 1865. Colección Roca, Sabadell. Cortesía de Artur Ramón Crédito fotográfico: © Foto Gasull
Raimundo de Madrazo. Las hijas del Cid, hacia 1865. Colección Roca, Sabadell. Cortesía de Artur Ramón. Crédito fotográfico: © Foto Gasull

Junto a su imprescindible herencia familiar, otro artista que fue para él un referente fundamental sería Mariano Fortuny, que se casaría con su hermana Cecilia. De su mano visitó en varias ocasiones Andalucía, llevando a cabo imágenes de tipos femeninos que gustaron en París, pero la huella preciosista de aquel se aprecia igualmente en sus vistas de confesiones en el interior de la iglesia romana de Santa Maria della Pace. Fortuny falleció tempranamente, en 1874, así que no podemos saber qué rumbos podría haber tomado su colaboración.

Raimundo de Madrazo. Interior de la iglesia de Santa Maria della Pace, Roma. La confesión, 1868-1869. Colección Madrazo. Comunidad de Madrid. Crédito fotográfico: © Luis Escobar
Raimundo de Madrazo. Interior de la iglesia de Santa Maria della Pace, Roma. La confesión, 1868-1869. Colección Madrazo. Comunidad de Madrid. Crédito fotográfico: © Luis Escobar

La exposición se centra, a partir de ese punto, en los motivos más queridos (y esperados) del pintor: escenas domésticas e interiores de gusto burgués en los que aparecen figuras anónimas, habitualmente femeninas, en actitudes que paulatinamente se aproximan al nonchalance, la graciosa indolencia; así como vistas del París mundano o de danzas, con o sin disfraces.

Cuando las mujeres de clase alta quedaron liberadas de las tareas del hogar (para que éstas recayesen en un cada vez más generalizado servicio doméstico), pudieron dedicar su tiempo a leer, bordar, tocar instrumentos musicales, pasear o asistir a dichos bailes y espectáculos; a ese contexto responden muchas de estas telas.

Raimundo de Madrazo. Dama con loro, hacia 1872. Clark Art Institute, Williamstown, Massachusetts. Crédito fotográfico: ©Michael Agee
Raimundo de Madrazo. Dama con loro, hacia 1872. Clark Art Institute, Williamstown, Massachusetts. Crédito fotográfico: ©Michael Agee
Raimundo de Madrazo. Muchachas en la ventana, hacia 1875. The Metropolitan Museum of Art, Nueva York
Raimundo de Madrazo. Muchachas en la ventana, hacia 1875. The Metropolitan Museum of Art, Nueva York

Una de sus modelos más frecuentes fue Aline Masson, cuyo físico podía encarnar a un tiempo el ideal de belleza española y los estereotipos de sofisticación asociados a la mujer parisina. Desconocemos quién fue con exactitud (quizá la hija del conserje en casa del marqués de Casa Riera), pero se hizo habitual en la pintura de Raimundo de Madrazo y en los grabados que replicó su marchante Goupil.

Raimundo de Madrazo. Aline Masson, finales de 1870. Colección particular. Crédito fotográfico: © Pablo Linés
Raimundo de Madrazo. Aline Masson, finales de 1870. Colección particular. Crédito fotográfico: © Pablo Linés

En el capítulo de retratos, a los que este pintor se dedicó casi en exclusiva a partir de la década de 1880, se han recuperado recientemente y pueden contemplarse en Fundación MAPFRE los de Benoît-Constant Coquelin y el Retrato de niña con vestido rosa; veremos igualmente los que dedicó a Rosario Falcó y Osorio, duquesa de Alba, al segundo marqués de Casa Riera, a la reina María Cristina o al hijo del barón Von Stumm, embajador de Alemania en España, éste último de forma más austera.

Raimundo de Madrazo. Doña María del Rosario Falcó y Osorio, XVI duquesa de Alba, 1881. Fundación Casa de Alba, Madrid
Raimundo de Madrazo. Doña María del Rosario Falcó y Osorio, XVI duquesa de Alba, 1881. Fundación Casa de Alba, Madrid

Se fijó en él, además, una importante clientela hispanoamericana: los Errazu o los Candamo acudieron a su taller parisino para ser retratados. Pintó igualmente a marchantes estadounidenses como Samuel P. Avery, que facilitó la divulgación de su obra en aquel país cuando el gusto por su pintura declinaba en Francia.

A raíz de esos contactos, retrataría Raimundo a la familia Vanderbilt y, más tarde, al coleccionista William Hood Stewart y a su esposa María Hahn; ambos lo ayudaron, de nuevo, a darse a conocer en América. Asesoró a Archer Milton Huntington en la adquisición de piezas para los fondos de la Hispanic Society.

En sus últimos años, regresó Madrazo a los desnudos y las escenas de género que tenía casi abandonados, imbuidos ahora en la nostalgia. Falleció en Versalles, muy consciente de que los nuevos tiempos no corrían a su favor.

Raimundo de Madrazo. Vista del Jardín del Rey en Versalles, hacia 1914. Musée Lambinet, Ville de Versailles
Raimundo de Madrazo. Vista del Jardín del Rey en Versalles, hacia 1914. Musée Lambinet, Ville de Versailles

 

 

Raimundo de Madrazo

FUNDACIÓN MAPFRE

Paseo de Recoletos, 23

Madrid

Del 19 de septiembre de 2025 al 18 de enero de 2026

 

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