En dos años celebrará su 90º aniversario Rafael Canogar, uno de los mayores representantes de la abstracción en nuestro país desde mediados del siglo XX, alumno de Vázquez Díaz y miembro de El Paso. Buena parte de sus obras más difundidas corresponden a su etapa informalista, y reinterpretó en ellas paisajes desde la gestualidad y la primacía del blanco y el negro, pero hacia mediados de los sesenta trabajó también en el ámbito del figurativismo, oscureciendo su paleta cromática y acentuando el compromiso social y la carga crítica de su producción en relación con la dictadura.
A finales de aquella década ahondó en sus volúmenes, antes implícitos y ahora más evidentes: en forma de siluetas surgidas del negro o de cuerpos que empiezan a brotar de los bastidores. Aquella tridimensionalidad se hizo muy patente en sus multitudes de rostros anónimos, en las que la figura humana se nos presentaba fragmentada, seccionada; en ocasiones sus ojos o sus bocas, órganos expresivos, quedaban tapados y las cabezas las veíamos cortadas.
Ya desde mediados de los setenta volvió a sus lienzos la bidimensionalidad y la abstracción de manera más clara, y en esa senda se mantuvo Canogar hasta los noventa, cuando comenzó a cultivar a fondo texturas y relieves, a menudo en tonos negros y rojos, persistentes en su práctica desde entonces. Podemos considerar que la trayectoria de este autor toledano ha sido un camino evolutivo capaz de no dejar a un lado los elementos básicos y paradigmáticos de su trabajo, y así queda igualmente de manifiesto en la exhibición que desde hoy le dedica el Museo Carmen Thyssen de Málaga: “De architectura. Colección del artista (1993-2009)”.
En la Sala Noble del Palacio de Villalón podemos contemplar un conjunto de diez piezas efectuadas por Canogar entre los noventa y el inicio de los dos mil, obras que proceden de sus propios fondos y en cuya selección ha participado el artista. Algunas de ellas destacan por su gran formato y se corresponden con collages elaborados con papeles pintados en los que buscó alcanzar nuevamente la tridimensionalidad y la sugerencia de texturas, como las de los muros; la arquitectura es una disciplina que siempre ha interesado a este pintor, como podemos apreciar en los títulos de varias de estas composiciones. Las abstracciones que aquí nos esperan difieren mucho de las de sus comienzos en los cincuenta: la estructura de las imágenes deviene fundamental, de la mano de la superposición de materiales, la sencillez de las formas, la planitud de los colores y un gusto por la geometría del que rara vez se ha alejado.
Estas construcciones rompen, además, las convenciones del marco en cuanto a sus límites y, como recuerda Javier Pérez Segura en el texto que acompaña la exposición, son fruto de procesos meticulosos: trabajó Canogar con superficies de papel hecho a mano, las pintó al óleo encalado y las pegó sobre las tablas que ejercen de soporte. Pretendía acentuar el contraste entre las superficies de color, muy definidas, y un paisaje plástico irregular que las completaba, acentuando lo que esas franjas tenían de fragmento pero también de evocación o potencialidad de resto arqueológico.
No existe, en estas obras, posibilidad de alcanzar una totalidad en la contemplación; muy al contrario, las composiciones parecen proyectarse más allá de su fisicidad. Dada la coherencia fundamental que manifiesta su trayectoria, tampoco podemos pensar que esta arquitectura de la pintura o pintura como arquitectura sea nueva en su carrera: salvo en su periodo informalista, y especialmente desde los noventa, lo constructivo (tanto lo sólido como lo que se desmorona) está ligado a la naturaleza de sus telas.
Además de incorporar cierto dramatismo al conjunto, y la transformación de las relaciones entre unidad y partes que implica la ausencia de marco, esa elección compositiva supone asimismo un replanteamiento de los vínculos entre materia y esencia. De estos asuntos habló precisamente Canogar en 1996, con ocasión de su nombramiento como miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando: se refirió a los paralelismos entre el deseo informalista de resquebrajar las fronteras del arte y la acción de cuestionar los límites del cuadro que supone el dejar a un lado la moldura. Aludió entonces a composiciones como las reunidas en Málaga como retazos de arqueología, visitas a ciudades olvidadas.
“Rafael Canogar. De architectura. Colección del artista (1993-2009)”
Plaza Carmen Thyssen
Málaga
Del 19 de septiembre al 10 de diciembre de 2023
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