Casualidad o no, dos muestras coinciden este otoño en España y en Francia para subrayar las importantes aportaciones de las mujeres fotógrafas al desarrollo de este medio desde sus inicios. La primera tiene como escenarios el Museo de Orsay el de la Orangerie y lleva por nombre “¿Quién teme a las mujeres fotógrafas?”; la segunda quedó inaugurada el 16 de octubre en el Centro Pompidou de Málaga.
En la exhibición de París ha colaborado la Biblioteca del Congreso estadounidense y se defiende la idea de que el papel de la mujer en el ámbito de la fotografía ha sido tanto o más extenso y fructífero que en el de las Bellas Artes tradicionales. Partiendo de las investigaciones en cuanto a historia de la fotografía que se han desarrollado en los últimos cuarenta años, la muestra no trata tanto de proponer una historia fotográfica más desde el punto de vista femenino, ni de ofrecer una visión propiamente femenina de la fotografía (nada más lejos), y tampoco de repasar imágenes de mujeres realizadas por mujeres, sino de analizar la evolución cambiante de la relación de las mujeres artistas con la fotografía, desde su irrupción en 1839 hasta la conclusión de la Segunda Guerra Mundial en 1945, tanto en Estados Unidos como en Europa, centrándose en Francia, Reino Unido, Alemania y Hungría.
ENTREGUERRAS, LA EDAD DE ORO
La primera parte de esta muestra puede verse en l´Orangerie, que recoge trabajos fechados entre 1839 y 1919, entre ellos los de Anna Atkins, autora del primer libro ilustrado con fotografías; Frances Benjamin Johnston y Christina Escoba, fotoperiodistas pioneras, y Julia Margaret Cameron y Gertrude Käsebier. Algunas trabajaron individualmente y otras formando parte de colectivos, pero la fotografía fue, para la mayoría de ellas, un camino de emancipación o de subversión en una etapa en que el aprendizaje de las técnicas de la cámara estaba sometido, más o menos, a las mismas reglas que el de la pintura o la escultura y, por tanto, muy restringido a las mujeres.
La segunda sección, correspondiente al periodo transcurrido entre el fin de la I Guerra Mundial y el de la Segunda, puede visitarse en el Museo de Orsay. La efervescencia creativa de la etapa de entreguerras animó a muchas mujeres a tomar la cámara, contribuyendo a la institucionalización de este arte y accediendo así a un camino de legitimización de su obra: promovían exposiciones, creaban escuelas y redes de aprendizaje y apoyo, gestionaban agencias y estudios comerciales y redactaron trabajos teóricos. Fueron años de actividad intensa en facetas diversas y de gran movilidad geográfica para las y los fotógrafos.
Perviven géneros pasados como el retrato, las imágenes de botánica o el teatro íntimo, pero se subvierten y transgreden las formas, se introduce la crítica hacia la desigualdad entre sexos y las fotógrafas autocuestionan su identidad, haciendo de los juegos de máscaras y la difuminación de cuerpos y personalidades sus temas predilectos. El autorretrato fue campo frecuente de experimentación estética y de exploración de una nueva feminidad.
El desnudo y el erotismo dejan de ser coto único de los fotógrafos masculinos y las mujeres se introducen también, en un número considerable, en la representación de la ciudad y la tecnología moderna y en el ámbito de la fotografía publicitaria y de prensa.
En Orsay se exhiben obras de Imogen Cunningham, Madame Yevonde, Aenne Biermann, Lee Miller, Dora Maar, Helen Levitt, Claude Cahun, Marta Astfalck-Vietz, Marianne Brandt, Gertrud Arndt,Elisabeth Hase, Ilse Bing, Germaine Krull, Margaret Bourke-White, Tina Modotti, Barbara Morgan, Gerda Taro, Dorothea Lange o Lola Alvarez-Bravo.
La última parada de este tour fotográfico es el Pompidou de Málaga. Aquí podemos ver, hasta el 24 de enero, 150 imágenes de las décadas de los veinte y los treinta realizadas por, entre otras, Laure Albin Guillot, Marianne Breslauer, Florence Henri, Nora Dumas, Germaine Krull y Dora Maar. Esta exposición, titulada “Son modernas, son fotógrafas” incide, como la de Orsay, en el buen momento que fue el periodo de entreguerras para facilitar la incorporación de espléndidas artistas al campo fotográfico, coincidiendo con el desarrollo de la publicidad y de la prensa ilustrada y con el auge de la fotografía de vanguardia.
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