Premio Nacional de Artes Plásticas 2025 para Fina Miralles, la mujer árbol

El Ministerio de Cultura y Deporte ha comunicado hoy que la artista barcelonesa Fina Miralles (Sabadell, 1950) es la ganadora del Premio Nacional de Artes Plásticas correspondiente a este año.

El galardón, dotado con 30.000 euros, lo ha fallado un jurado compuesto por Ángeles Albert, directora general de Patrimonio Cultural y Bellas Artes; Jesús Carrillo, subdirector general de Artes Visuales y Creación Contemporánea; Pedro G. Romero, artista premiado en 2024; Immaculada Prieto, directora del Museu Tàpies; Alfredo Puente Alonso, comisario de la Fundación Cerezales Antonino y Cinia; Beatriz Herráez, directora del Museo de Arte Contemporáneo del País Vasco-Artium Museoa; Norberto Dotor, galerista; Julia Ramírez Blanco, investigadora Ramón y Cajal del departamento de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid; Juan Vicente Aliaga, profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universitat Politècnica de València; y Esther Regueira, comisaria y productora independiente.

Miralles, que inició su trayectoria en los setenta, ha configurado su producción desde la crítica a la autoridad y la creencia en que artista y espectador deben entender sus respectivos roles desafiando convenciones. Su obra consta de un compendio de acciones que escapan del plano de la articulación mental o conceptual, en el que inició su andadura, para aproximarse al lugar de las cosas, los gestos y los afectos. Muchas de ellas las ha llevado a cabo en entornos naturales, de ahí su señalada relación con el land art.

El jurado ha valorado su rol pionero desde los años setenta en el marco del feminismo y las posturas ecologistas tempranas, reivindicando la relación del ser humano con la naturaleza, así como la iconicidad poderosa de su trabajo y sus reflexiones agudas sobre el poder en todos sus aspectos.

Corría 1974 cuando esta autora presentó, en la Sala Vinçon barcelonesa, “Imágenes del zoo”, una muestra (dentro de una tienda de diseño) cuyo recorrido adquiría la forma de visita a un zoo, no a uno urbano, sino a uno creado por la propia artista dentro de un espacio cultural. Expuso diversos animales enjaulados… y a sí misma como tal, en un ejercicio de crítica a los cánones, de puesta en cuestión de lo que entendemos por natural y artificial y de desafío al público, que quedaba situado frente a ella como objeto expuesto a la contemplación. Las lecturas posibles eran muy diversas.

Junto a la naturaleza, otras constantes en su trayectoria han sido las referencias al lenguaje como nuestro medio de expresión, a las relaciones entre los códigos artísticos y las ideas a las que sirven o a la presencia del mencionado poder en nuestras vidas, una autoridad que suscita mayor contestación cuanto más férreamente se ejerce.

Entre sus acciones podemos subrayar Dona-arbre (1973), en la que Miralles se plantó en la tierra cual árbol, en el marco de una serie más amplia llamada Translacions, dedicada a elementos naturales no transformados y dispuestos fuera de su contexto habitual. Ella misma se desplazaba en medio de un campo en ese caso; en otros, la artista llevaba arena a la tierra arada, césped al mar o árboles al entorno doméstico, desviando el orden habitual de las cosas o quebrando límites establecidos.

Relació del cos amb elements naturals en accions quotidianes (1975) es un recorrido fotográfico por acciones cotidianas, un repertorio de actos diarios; en Relació del cos amb elements naturals (1975) se cubrió de arena, paja, hierba o agua, fundiéndose con ellas por completo; y en El retorn (2012) también sumergía por completo su cuerpo en el agua.

En cuanto a sus incursiones videográficas podemos mencionar Petjades (1976), que documenta un recorrido de la artista por la ciudad con zapatos que dejan su firma en el asfalto, una forma de apropiación sutil del espacio público, y también Standard (1976), que analiza cómo el poder, la cultura, la religión o la educación condicionan nuestras personalidades individuales y nuestra imagen social. Ese asunto es igualmente el centro de Emmascarats (1976), un ejercicio crítico respecto a nuestras imposiciones para la adaptación social y una disolución de las convenciones del retrato.

Ya en los ochenta, el dibujo en Fragments surge de los pigmentos que, por capilaridad, impregnan el papel secante y generan pintura, negando el gesto de la mano, y también incursionó en la pintura en proyectos como Paisatge y Doble horitzó (1979-1981). En el primero pintó el paisaje superponiendo a la tela una piedra, tierra o tomillo; en el segundo relacionó tela y bastidor generando pliegues, huecos o dobleces, dando lugar, en el fondo, a ejercicios constructivos en los que el trazo no nace del pincel, sino del gesto.

Buscó la artista, desde mediados de aquella década, dibujar con la mano lo que veían sus ojos, en relación con sus procesos de búsqueda interior y los caminos de su introspección.

Vista de "Fina Miralles. Soy todas las que he sido" en el MACBA. Fotografía: Miquel Coll
Vista de “Fina Miralles. Soy todas las que he sido” en el MACBA. Fotografía: Miquel Coll

 

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