Nacido el 24 de diciembre de 1919 en Rodez, al sur de Francia, Pierre Soulages, el pintor del negro y de la luz y uno de los grandes autores no figurativos europeos, continúa trabajando a un ritmo constante y celebra su centenario con una antología en el Louvre, en su Salón Carré, que en su día acogió el Salon París. Inició su trayectoria tras la II Guerra Mundial y justamente en 1946 comienza el recorrido cronológico de la muestra, que ayer abrió sus puertas y que contiene una selección, pequeña pero escogida, de piezas representativas de todas las etapas de su trayectoria, prestando especial atención a sus polípticos exteriores. También veremos una serie de pinturas de gran formato ejecutada en los últimos meses que demuestra la extraordinaria vitalidad creativa de un autor que nunca, en estas siete décadas, ha abandonado los pinceles.
Es la primera vez que el Louvre invita a desarrollar una muestra individual a Soulages, pero no es la primera vez que sus trabajos pueden contemplarse en el museo; ha habido dos ocasiones previas: en 1990, en el marco de la exhibición “Polípticos: pinturas de paneles múltiples desde la Edad Media hasta el siglo XX”, y en 2009, cuando una de sus pinturas de gran formato pudo contemplarse en el mismo Salon Carré coincidiendo con la exitosa retrospectiva que a finales de aquel año le dedicó el Centre Pompidou. Antes, en junio de 1969, los trazos de Soulages también llegaron al Louvre por otros caminos: contribuyó al rediseño de sus salas dedicadas a la pintura francesa del siglo XIX y eligió el color de sus paredes, un rojo intenso que aún podemos contemplar allí.
Nunca tuvo dudas el artista en su desafío a las premisas tradicionales de la pintura: cultivó desde su juventud una abstracción total desde enfoques singulares, presentes en la misma elección de materiales (como alquitrán y mancha de nuez), de herramientas (más propias de los pintores de pared que de lienzo) y en la decisión de titular a sus trabajos conforme a las técnicas empleadas, a sus dimensiones o a las fechas de ejecución, en lugar de incorporar referencias subjetivas que podrían influir en la percepción de los espectadores. Ya afirmaba en 1948, pocos años después de empezar a trabajar, que concebía la pintura como un todo organizado, un conjunto de formas (líneas, superficies de color) sobre las que nuestras interpretaciones emergen o se desmoronan.
La exhibición hace hincapié en la continuidad y coherencia de su producción a lo largo de las décadas: ha mantenido la ambición de resaltar la luminosidad a través de contrastes entre el negro y las áreas claras, de capas y raspados y también en los mecanismos de aplicación de un único pigmento. Las mayores innovaciones en su trabajo llegaron a partir de 1979, tras más de tres décadas de trayectoria: Soulages se embarcó en una nueva fase creativa dominada por un tipo de pintura que llamó outrenoir (ultranegro o más allá del negro).
Si sus anteriores experimentos habían sondeado las relaciones entre el negro y la luz, desde entonces su obra comenzó a incorporar reflejos lumínicos totalmente nuevos que dotaban a sus obras de otras dimensiones espacio-temporales. Frente a su trabajo monocromático pasado, esta vez subraya las diferencias de texturas, suaves, fibrosas, sosegadas, tensas o agitadas que, al capturar o bloquear la luz, resaltan los negros grises y los negros profundos.
Formado en la École des Beaux-Arts de Montpellier, Soulages trabajó como viticultor para escapar de los trabajos forzados que hubo de desarrollar bajo la ocupación alemana. Sus inicios creativos llegarían tras establecerse en París y su primera individual se produjo en 1949 en la Galería Lydia Conti, a la que siguió otra en 1954 en Nueva York, en la Galería Kootz. Desde la década de los cincuenta tanto sus pinturas de gran formato como sus grabados serían ampliamente expuestos en Europa y en Estados Unidos, en museos y en galerías, entre ellos el Musée National d’Art Moderne y el Pompidou, el primero en cobijar su producción outrenoir.
Asia y Rusia serían sus siguientes destinos; también la Abadía de St Foy en Conques, para la que en 1994 realizó un conjunto de vidrieras. El Musée Fabre de Montpellier acoge una exhibición permanente de su producción desde 2007, y en 2014 se inauguró su propio museo en Rodez, la ciudad natal del autor. Actualmente Soulages vive y trabaja entre París y Sète y es uno de los creadores más cotizados del país vecino.
Quienes se sitúan frente a sus obras, conectadas con lo ancestral tal como él mismo confiesa, experimentan, en ocasiones, reacciones emocionales inesperadas y no es infrecuente el llanto: el negro y su vaciedad colocan al espectador frente a su interioridad o sus oscuridades propias. Lo concibe Soulages como un color agresivo y violento, lleno de poderío plástico y tan elegante como anárquico: casi todo puede ser en él proyectado y agita memorias. Por eso llegó un momento, que coincidió con su etapa outrenoir, en el que dejó de ver en él una tonalidad para considerarlo un estado mental.
“Soulages au Louvre”
Rue de Rivoli
París
Del 11 de diciembre de 2019 al 9 de marzo de 2020
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