Klee: en la naturaleza, la clave secreta

Una muestra en la Fundació Joan Miró examina su vinculación con el mundo natural

Barcelona,
Paul Klee, Tiempo inestable, 1929 © Zentrum Paul Klee, Bern
Paul Klee, Tiempo inestable, 1929 © Zentrum Paul Klee, Berna

En una conferencia que ofreció en Jena en 1924, y que hoy consideramos fundamental para entender las raíces de su obra, Paul Klee afirmó que le interesaban más las fuerzas creativas de la naturaleza que los fenómenos generados por ella y que la aspiración de todo artista debía ser integrarse en esas fuerzas de modo que, a través de él, el universo pudiera generar nuevas realidades. Así, debía convertirse en una especie de médium y, de la misma manera que no podemos rechazar los fenómenos que la intemperie nos trae, tampoco podremos negar los que produce el creador, porque sería como si estuviéramos en contra del planeta mismo. Fueron sus palabras: ¿Qué artista no querría habitar allí donde el órgano central del tiempo y del espacio -no importa si se llama cerebro o corazón- determina todas las funciones? ¿En el seno de la naturaleza, en el fondo primitivo de la creación, donde se halla la clave secreta de todo?

Centrándose precisamente en la honda atención del suizo hacia el paisaje, la Fundació Miró barcelonesa acaba de abrir al público “Paul Klee y los secretos de la naturaleza”, una muestra producida en colaboración con su Zentrum de Berna, comisariada por Martina Millà y Fabienne Eggelhöfer y que se estructura en cuatro ámbitos cronológicos en los que se presta atención tanto a su labor artística como a su faceta de pedagogo desde su formación hasta la madurez, examinando asimismo el impacto en su obra de la I Guerra Mundial y de su paso por la Bauhaus.

Pinturas y dibujos, además de documentación y objetos naturales, componen el recorrido, en el que también se hace dialogar el trabajo de Klee con el de algunas artistas, contemporáneas suyas y no, con quienes compartió inquietudes: Gabriele Münter, Emma Kunz, Maruja Mallo y Sandra Knecht, a quien debemos la instalación final. En mayor o menor grado, unas y otras no atendieron a lo natural como mera fuente de inspiración, sino desde el deseo de penetrar en las apariencias, hallar dinámicas de funcionamiento intrínsecas en el paisaje y trabajar a partir de ellas.

La exhibición, que se enmarca en la línea de trabajo que la Fundació desarrolla con museos monográficos de grandes de las vanguardias (en contrapartida, una centrada en Miró podrá verse en Suiza en 2023), comienza recordando que, en su deseo de explorar lo natural, Klee empezó por lo cercano: por su jardín familiar y las afueras de Berna; las plantas, animales, formaciones geológicas y las atmósferas que apreciaba en sus excursiones y viajes y, después, en sus sucesivas residencias. Lo prueban así los dibujos que realizó entre 1883 y 1911 (el primero documentado lo trazó con solo cuatro años).

En aquella senda, se dejaría influir por dos legados de peso: de un lado, el del imperante dibujo naturalista, en el que se educó desde niño; de otro, el de la inevitable cultura clásica filtrada por la lectura de Goethe y por su propio viaje a Roma. Y tanto en las dinámicas naturales como en la gramática artística que podía extraer de ellas continúo profundizando desde la Gran Guerra hasta que se adentró en la citada Escuela Bauhaus como profesor; lo apreciaremos en acuarelas, óleos y dibujos en los que podemos pensar que la contemplación del paisaje lo ayudó a sobrellevar momentos de dificultad.

La segunda sección del recorrido alberga su Paisaje incandescente (1919), ejemplo de paisaje total en el que Klee no solo buscó representar el motivo per se, sino los lazos físicos entre los elementos orgánicos, atmosféricos y geológicos; en diálogo con esa pretensión contemplaremos Abstrakt, de la alemana Gabriele Münter, que fue miembro del grupo El jinete azul, del que también él formó parte durante sus años en Múnich, hasta 1914.

Tanto las citadas referencias artísticas como la lectura minuciosa de libros como La metamorfosis de las plantas, de nuevo de Goethe, le facilitaron impartir sus cursos en la Bauhaus en el periodo de consolidación teórica de los ismos.

Paul Klee. Paisaje rocoso (con palmeras y abetos), 1919 © Zentrum Paul Klee, Berna
Paul Klee. Paisaje rocoso (con palmeras y abetos), 1919 © Zentrum Paul Klee, Berna

En esa misma etapa profundiza el capítulo Docencia en la Bauhaus. El análisis de los fenómenos naturales (1921-1931), donde veremos materiales pedagógicos y colecciones de objetos naturales que sabemos que probablemente estudió. Sus obras y ensayos teóricos de esta década manifiestan reflexiones minuciosas sobre las leyes internas de la naturaleza –basadas en el movimiento, el crecimiento, la recurrencia y la conformación–, que convirtió en el centro de su proceso creativo y también docente.

Es conocido que, cuando Klee impartía clases sobre estas materias en su domicilio, solía invitar a los estudiantes a pasar tiempo observando los peces de su acuario, como era también su costumbre, por eso el montaje de esta sección reconstruye dicho acuario a partir de obras que contienen ambientes marinos.

Las imágenes reunidas aquí cumplen con su deseo de trascender lo visible de la naturaleza para organizarse a partir de sus principios internos; lo vemos en Antes del relámpago (1923), Sonido de la flora meridional (1927) o Tiempo variable (1929), donde sus elementos no se nos muestran más que a partir de las fuerzas que los constituyen. Estos trabajos se relacionan en Barcelona con los dibujos geométricos de Emma Kunz, cuya elaboración derivaba, justamente, del empleo de la energía subyacente a lo material.

Ya en sus años finales, Klee continuaría investigando estos asuntos, hallando en ellos un refugio artístico ante el desafío de su enfermedad degenerativa. Los años treinta fueron muy productivos para el artista pese a su salud frágil; es más, su conocimiento de los principios de la naturaleza y su imbricación con ella seguramente alcanzaron entonces su máxima expresión. Cierran la exposición obras como Viene el invierno (1939), en la que se valió de sus dedos para pintar, y otras en las que trató de superar la dualidad entre el sujeto y el objeto, fundiendo en las telas su cuerpo y la naturaleza, al concebirse a sí mismo como criatura dentro del todo.

También culminan el proyecto dos diálogos más: los vertebrados a partir de Protozoarios (1981), obra tardía de Maruja Mallo, interesada, desde un enfoque surrealista, en plasmar la potencialidad de las formas naturales, de flores a conchas pasando por frutas u organismos híbridos, y la mencionada instalación de Sandra Knecht, nacida en el mismo cantón que Klee, que suele reivindicar la vida rural no solo como motivo sino como parte de sus prácticas. En Dark Night (Home is a foreign place) reflexiona sobre la enfermedad que aquel padeció, concibiéndola como un proceso natural desde fotografías, esculturas, una pieza audiovisual, dibujos del mismo Klee y fotografías de Català-Roca de los objetos naturales que poblaban el taller de Joan Miró.

Joan Miró. Terreno verde, 1938. © Zentrum Paul Klee, Berna
Joan Miró. Terreno verde, 1938. © Zentrum Paul Klee, Berna

 

 

 

“Paul Klee y los secretos de la naturaleza”

FUNDACIÓ JOAN MIRÓ

Parc de Montjuïc

Barcelona

Del 21 de octubre de 2022 al 12 de febrero de 2023

 

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