Paolo Gasparini contra el cliché

Fundación MAPFRE repasa en Madrid la trayectoria del fotógrafo

Madrid,

Junto a Carlos Pérez Siquier, el protagonista de la temporada expositiva de verano en las salas de la Fundación MAPFRE en Recoletos será Paolo Gasparini, fotógrafo autodidacta italiano del que esta institución presenta tres centenares de imágenes procedentes de sus fondos, fotografías que testimonian sus cerca de sesenta años de trayectoria con las ciudades como eje de sus inquietudes, sobre todo las latinoamericanas: por su objetivo pasaron Caracas, La Habana, São Paulo, Ciudad de México y también Múnich, París o Londres.

Nacido en la villa italiana de Gorizia en 1934, este autor emigró a sus veinte años, para esquivar el servicio militar, a Caracas, donde ya se encontraba parte de su familia, incluido su hermano Graziano, arquitecto que le había regalado su primera cámara en la adolescencia. Allí se instaló definitivamente, emprendiendo una carrera que comenzaría captando edificaciones y los arrabales de la capital venezolana; en adelante, compaginaría encargos de la UNESCO con su obra más personal, que desarrolló tanto en su país de acogida como en Cuba y que germinó en fotolibros como el emblemático Para verte mejor, América Latina (1972).

Pronto, en 1979, se convertiría en el primer artista de esa región presente en Les Recontres Internationales de Arlés, cuya medalla recibiría en 1984, un reconocimiento al que seguirían el Premio Nacional de Fotografía de Venezuela y su participación en la Bienal de Venecia. Las dos últimas décadas las ha pasado el artista viajando tanto por Europa como por América Latina para completar temas que ya había tratado (es frecuente en este autor el regreso a ciertos escenarios tiempo después, la extensión de sus series en ejercicios de redundancia que tienen que ver con la insistencia en el estudio de nuestros modos de mirar) o para participar en la organización de exposiciones de sus imágenes, audiovisuales y fotolibros (llevó a cabo una veintena, desde el convencimiento de que una sola fotografía no suele ser suficiente para expresar la riqueza de lo vernáculo y lo popular y de que su presentación conjunta, y contrapuesta, puede enriquecer e incluso crear significados nuevos).

Paolo Gasparini. En la acera, Santiago de Cuba, 1964. Colecciones Fundación MAPFRE © Paolo Gasparini
Paolo Gasparini. En la acera, Santiago de Cuba, 1964. Colecciones Fundación MAPFRE © Paolo Gasparini

Movió a Gasparini el interés por retratar las tensiones y contradicciones culturales propias de los países sudamericanos y por desafiar los clichés que en torno a ellos manejamos; es la suya una postura crítica respecto a las miradas folclóricas: buscó captar la realidad social, la autenticidad de su cultura, frente a pobrezas materiales, y el diálogo entre una modernidad que se abre torpemente camino y las tradiciones locales; todo ello desde un lenguaje visual personal que mira con tanta fascinación como recelo los recursos del marketing para seducirnos y los reclamos de la sociedad de consumo. Dados los variados escenarios en los que trabajó, los espectadores podrán tomar conclusiones sobre las diferencias y cercanías entre el urbanismo y la vida en las grandes localidades latinoamericanas y entre estas y las europeas, a menudo en relación con las migraciones, como apunta la comisaria de la exhibición, María Wills: Las fotografías de Gasparini reflexionan sobre los efectos de décadas de migraciones políticas en los siglos XX y XXI: de europeos a América, como causa de la Segunda Guerra Mundial, de cubanos a España y Estados Unidos, de ecuatorianos a España y, más recientemente, del éxodo masivo de venezolanos a Colombia. Generaciones y generaciones marcadas por exilios voluntarios y forzados no pueden sino hacernos pensar sobre la ambivalencia de la identidad. Trabajó igualmente tratando de esquivar esos estereotipos y visiones etnocéntricas.

La muestra de la Fundación MAPFRE, muy vinculada justamente a esos desplazamientos y al cuestionamiento de lo que entendemos por primer mundo y por subdesarrollo, comienza enseñándonos imágenes del fotolibro Andata e ritorno, editado en Caracas hace dos años y desarrollado por el italiano entre 1953 y 2016: este amplio arco temporal se explica porque, como avanzábamos, siempre revisó sus obras en el tiempo, generando relatos abiertos entre América Latina y otras geografías y mostrando el impacto del consumismo a nivel global. En setenta fotografías impresas a sangre conecta los contextos bien distintos, aunque no tanto como parece, de su Gorizia natal y de Caracas.

El lustro transcurrido entre 1955 y 1960 lo dedicó, sin embargo, a viajar por Venezuela, documentando la vida de los campesinos en el medio rural y, en especial, la realidad de la muy humilde comunidad indígena wayú, germen de su publicación Bobare; todo ello bajo la influencia de Paul Strand, del que fue gran admirador y a quien pudo conocer, y fotografiar, en Francia. Como Un paese del neoyorquino, su fotolibro se concibe como reportaje de denuncia y consta de retratos individuales y familiares, imágenes de interiores y fachadas y de textos que describen la vida del pueblo, explicada por sus habitantes. En aquel momento los wayú demandaban atención hacia sus pobres condiciones de vida al presidente Rómulo Betancourt.

Paolo Gasparini. La niña de la salina, entre Pampatar y Punta Ballena, Isla de Margarita, Venezuela, 1958. Colecciones Fundación MAPFRE
Paolo Gasparini. La niña de la salina, entre Pampatar y Punta Ballena, Isla de Margarita, Venezuela, 1958. Colecciones Fundación MAPFRE © Paolo Gasparini

En el marco de Venezuela, Bobare fue el fotolibro que inauguró los ensayos de visibilización de la pobreza. Más adelante, viajaría Gasparini a La Habana para fotografiar, guiado por el arquitecto Ricardo Porro y el escritor Alejo Carpentier, su arquitectura colonial y el barroco habanero, además de escenas callejeras, concentraciones populares, el carnaval y el proyecto de escuela de artes plásticas de la capital cubana.

Compartiendo entonces el espíritu de la Revolución castrista, documentó para la ONU la campaña de alfabetización desarrollada entre 1964 y 1965, colaboró con el suplemento literario Lunes de Revolución y también con cineastas como Armand Gatti o Agnès Varda, de quienes adoptó algunos recursos que emplearía para ordenar su producción, sobre todo sus audiovisuales, como el uso de fundidos, los barridos de imagen y los cuadros con texto. Más tarde llegaría el desencanto: La Revolución cubana, en cierto momento, significó la utopía, la alternativa, la posibilidad de creación del hombre nuevo y se fotografió en ese sentido. Hoy ha tomado un rumbo que no es el que habíamos pensado. Y eso nos crea una gran decepción, amargura y falta de credibilidad.

Paolo Gasparini. 26 de julio, La Habana, 1961. Colecciones Fundación MAPFRE. © Paolo Gasparini
Paolo Gasparini. 26 de julio, La Habana, 1961. Colecciones Fundación MAPFRE. © Paolo Gasparini
Paolo Gasparini. Compañero Lenin, La Habana, 1963 . Colecciones Fundación MAPFRE © Paolo Gasparini
Paolo Gasparini. Compañero Lenin, La Habana, 1963 . Colecciones Fundación MAPFRE © Paolo Gasparini

Es habitual encontrar, asimismo, en la obra de Gasparini situaciones confusas, imágenes dentro de imágenes; las desarrollaba en el laboratorio, valiéndose del montaje y la edición; algunas de ellas aparecieron en sus ilustraciones para la revista Rocinante, en la que publicaban figuras de la izquierda venezolana. Satirizan esas imágenes a políticos, escritores o compañías petroleras o bien aluden a la lucha de clases, las torturas en el país, los temas de guerrilla y las huellas del capitalismo y el subdesarrollo en América Latina.

Las primeras fotos que tomó en Venezuela en los cincuenta y manifestaciones contra el chavismo se intercalan en su fotolibro Karakarakas, mientras en Retromundo (1974-1985) no buscó confrontar las distancias entre Latinoamérica y Europa sino evidenciar lo que en ambos continentes ocurre ayudándose de textos poéticos. Así, anuncios publicitarios, eslóganes y paseantes reflejados en los escaparates comparten páginas con escenas callejeras, imágenes de la miseria, etc. El discurso en ambos escenarios se vertebra a partir de su contrario.

Fotografió Gasparini igualmente la vida de los mineros y los campesinos andinos (Acá, este cielo que vemos), a madres peruanas sosteniendo a sus hijos tras largos periodos de trabajo y también, ya como fotógrafo de arquitectura, proyectos urbanísticos en México, la Pampa argentina, Brasilia o Machu Picchu. También aquí habla el espíritu de la diferencia; explicó el italiano su empeño en fotografiar la vida de los marginados, de los que nada poseen, y las grandes diferencias que conviven al lado y alrededor de esas grandes edificaciones. No hay en estas instantáneas victimismo, sino una exaltación de la capacidad de resistir y, sobre todo, de la fotografía como herramienta para denunciar injusticias.

Paolo Gasparini. Transparencia, Ciudad Universitaria de Caracas, arquitectura de Carlos Raúl Villanueva, 1967 -1970 . Colecciones Fundación MAPFRE © Paolo Gasparini
Paolo Gasparini. Transparencia, Ciudad Universitaria de Caracas, arquitectura de Carlos Raúl Villanueva, 1967 -1970 . Colecciones Fundación MAPFRE © Paolo Gasparini

Tras Venezuela y Cuba, México ha sido el escenario más habitual de sus trabajos: ha fotografiado las calles y habitantes de Ciudad de México y sus imágenes allí articulan el fotolibro El suplicante, donde, junto a textos de Juan Villoro, narran la historia del país desde la revolución zapatista al subcomandante Marcos. En Chiapas ha confesado el artista que tuvo lugar uno de los episodios más significativos de su carrera: acudió a un funeral por las víctimas de un ataque paramilitar en una aldea y se encontró con la actitud desconfiada de los asistentes. Una de ellos le recordó que allí conviven con los muertos y le instó a hacer buen uso de sus imágenes.

Por último, en Madrid podemos contemplar El ángel de la historia (1963-2017), un gran mural formado por 63 fotografías tomadas en varios países que dan lugar a una panorámica del trabajo del italiano. Ese título se refiere al filósofo Walter Benjamin y su idea sobre el devenir: como un ángel, mira al pasado en ruinas para entender el entorno y denunciar lo incierto del futuro.

Paolo Gasparini. La mina de piedras , Bolivia, 1971. Colecciones Fundación MAPFRE © Paolo Gasparini
Paolo Gasparini. La mina de piedras, Bolivia, 1971. Colecciones Fundación MAPFRE © Paolo Gasparini

 

 

Paolo Gasparini. “Campo de imágenes”

FUNDACIÓN MAPFRE. SALA RECOLETOS

Paseo de Recoletos, 23

Madrid

Del 1 de junio al 28 de agosto de 2022

 

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