Marga Paz
Una Bienal inusitadamente desestructura que este año celebra su 50 aniversario, ha sido construida por su comisario Francesco Bonami intencionadamente, en lugar de la habitual gran exposición temática, como un grupo fragmentario de identidades en arte.
Para ello ha encargado a once comisarios – entre ellos dos artistas, Gabriel Orozco y Rirkrit Tiravanija – llevar a cabo un total de once exposiciones que reúnen aproximadamente a unos 300 artistas desperdigados por los Giardini, el Arsenale y toda la ciudad.
Frente a ello, los pabellones nacionales situados en su mayor parte por los Giardini y algunos por la ciudad, representan de alguna forma la continuidad con la manera habitual de hacer de embajadas artísticas de cada país en Venecia .Entre ellos cabe destacar: el austríaco con Bruno Gironcoli,el canadiense con Jana Sterback y el portugués con Pedro Cabrita Reis, entre los mas interesantes.
Pero también hasta aquí ha llegado esta sintonía cada vez más usual que supone la infiltración de temas políticos y sociales, consecuencia de la globalizacion que dominan el panorama artístico en los últimos tiempos – que la ultima edición de la Documenta mostró de una manera mucho mas rotunda y brillante -, y que de manera especial aparecen a raíz de las consecuencias de los atentados del 11 de septiembre y de la guerra de Irak todavía candentes.
Dentro de este ámbito encajan cuestiones como la emigración, tema que aborda nuestro pabellón español de Santiago Sierra que ha resultado tan polémico como efectivo, aunque no novedoso ya que Hans Hacke hace diez años ya había destrozado en un gesto similar el suelo del pabellón alemán. En este sentido, la acción más radical ha sido la del pabellón venezolano donde Pedro Morales no ha llegado a exponer por problemas con el gobierno de Hugo Chavez.
También Israel ha presentado con las instalaciones de vídeo de Michael Rovner una reflexión sobre una nueva realidad de una humanidad sin rostro ni fronteras y cuyas condiciones existenciales y de supervivencia dejan entrever un incierto futuro.
Sin embargo uno de los candidatos más firmes al premio, que por sorpresa se ha llevado el Pabellón de Luxemburgo, ha sido Dinamarca con la instalación caleidoscopio formada por espejos, cámara oscura, escaleras, juegos ópticos que Olafur Eliasson ha titulado The Blind Pavillion. En este pabellón ciego el artista danés/islandés se aleja de las preocupaciones sociales o políticas para profundizar en su interés por·cuestionar la forma en la que vemos y todos los diferentes sistemas de la visión.
Por su parte el artista inglés de origen jamaicano Chris Ofili ha conseguido crear una atmósfera densa y saturada a base del uso casi exclusivo de los colores representativos del poder negro (rojo, verde y negro) en lo que el mismo define como tratar el hecho de que la felicidad o el paraíso no es un lugar, sino un estado de ánimo.
Sin embargo el dominio intelectual y estético ha quedado reflejado en el Pabellón de las Amazonas donde Jean Marc Bustamante lleva a cabo brillantemente la interpenetración de géneros diversos de la fotografía, arquitectura, pintura, dibujo y la escultura.
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