Orgullos y prejuicios femeninos

Amalia Lindegren. Study of a female model. Nationalmuseum

El Museo Nacional de Estocolmo rescata de las sombras a las principales artistas suecas y francesas que desarrollaron su carrera entre 1750 y 1860

Madrid, 26/09/2012


“Pride and prejudice”

NATIONALMUSEUM STOCKHOLM
Södra Blasieholmshamnen
Estocolmo
Del 27 de septiembre de 2012 al 20 de enero de 2013

Tanto en Suecia como en Francia, la creación de arte en la segunda mitad del siglo XVIII quedaba limitada a las estrictas Reales Academias: quien tenía acceso a ellas podía formarse y tenía la oportunidad de exponer su obra. Pero esa restricción en las posibilidades de triunfo artístico era doble para las mujeres, cuya participación en el sistema de educación artística estatal estaba vetada en la práctica.

En Suecia hubo que esperar a 1773 para que una mujer, Ulrica Fredica Pascua, se convirtiera en la primera artista académica; en Francia las féminas tenían ese derecho desde 1600, pero la resistencia a su inclusión en esta institución hizo que, en los 130 años de historia de la misma, sólo diez engrosaran sus filas. Las afortunadas destacaban por su talento artístico, pero contaban también con imprescindibles lazos familiares o relaciones sociales con quienes ocupaban en aquel momento el liderazgo de la Real Academia de Bellas Artes.

Entre los cambios sociales que trajo la Revolución Francesa no figuró el acceso de la mujer a la formación artística estatal. Quienes querían educarse en este ámbito debían acudir a profesores particulares masculinos. A partir de la última década del s XVIII, ser capaz de pintar, dibujar y bordar comenzó a entenderse como un signo de refinamiento y cultura y la entrada femenina en las escuelas de arte pasó a ser sólo cuestión de tiempo.

Sophie Adlersparre. Self Portrait. The Royal Swedish Academy of Fine Arts, Stockholm   Antoinette Cécile Hortense Haudebourt-Lescot. Self Portrait. Musée du Louvre

Algunas artistas comenzaron a exponer entonces en aquella etapa en la Real Academia sueca y la flexibilización del mercado artístico llevó aparejada una democratización del retrato que favoreció a estas mujeres, especializadas a menudo en la creación de miniaturas, pasteles y pinturas de género. Algunas pudieron comenzar a vivir de recibir encargos de este tipo de obras.

El Nationalmuseum Stockholm muestra, a partir de mañana, 250 trabajos de estas pioneras entre pinturas, dibujos y bordados. Algunos de sus nombres resultan conocidos, otros invitan a futuros estudios detallados: Anne Vallayer-Coster, Élisabeth Louise Vigée-Lebrun, Adélaïde Labille-Guiard, Marie Thérèse Reboul, Antoinette Cécile Hortense Haudebourt-Lescot, Marguerite Gérard, Ulrica Fredrica Pasch, Maria Röhl, Sophie Adlersparre, Amalia Lindegren o Marie Suzanne Giroust. Esta última, más conocida como La Dama del Velo por su aparición en un retrato de su marido, Alexander Roslin, fue aceptada en la Real Academia francesa de Pintura y Escultura gracias a la calidad de su obra, pero también a la influencia del propio Roslin. Murió joven y de ella sólo se conservan, que se sepa, diecinueve pinturas. Seis de ellas se exhiben ahora en Suecia.

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