Oda a la moda holandesa

El Gemeentemuseum rinde homenaje a los grandes diseñadores holandeses desde 1900

La Haya,
Frans Molenaar, 2013. Foto: Sabrina Bongiovanni
Frans Molenaar, 2013. Foto: Sabrina Bongiovanni

 

Quien más quien menos recuerda el atuendo azul brillante de la reina Máxima durante su coronación, y la de su marido, como reyes de Holanda, aunque desconozca quién lo diseñó (Ene Taminiau, por si tenéis curiosidad). Y los nombres de Viktor & Rolf, Iris van Herpen y Jan Taminiau también resultan familiares fuera de Holanda, aunque no son los únicos modistos procedentes de ese país que cosechan favorables críticas en las pasarelas internacionales.

El Gemeentemuseum de La Haya cuenta con una de las colecciones de moda más interesantes del mundo, no solo holandesa aunque sí fundamentalmente. Este centro ha abierto el otoño con una exhibición, “Ode to Dutch fashion”, cuyo título ya anuncia su propósito: constituirse en la mayor muestra de moda del país que se haya presentado hasta ahora en los Países Bajos, tomando como punto de partida los inicios del s XX.

En los sesenta, las agujas del país comenzaron a dar forma a ese estilo distintivo del que hoy hablamos, ligado al amor por el blanco y el negro y al mimo de la línea y la forma

No obstante, para comprender a fondo el desarrollo y las innovaciones de la moda de este país debemos remontarnos al s XVII, siglo en que las clases adineradas holandesas gustaban de ser retratadas en dignos tonos negros. Observar esas pinturas puede parecernos repetitivo si no nos fijamos en las variedades introducidas en ese color: se emplearon más de cincuenta tonalidades, desde el negro cuervo al negro brillante pasando por el negro carbón.

Desde entonces y hasta bien entrado el s XX, los modistos holandeses no han permanecido ajenos a las directrices de las tendencias internacionales, aunque adaptándolas normalmente a su idiosincrasia. En el s XVIII, por ejemplo, mientras los franceses se decantaban por el uso del verde esmeralda o el amarillo limón, en los Países Bajos preferían las sedas azules.

A partir del s XIX creció la atención social a la vestimenta y la apertura de los almacenes Hirsch, procedentes de Bruselas, ayudó a que se consolidara en Holanda una verdadera industria de bienes de lujo hacia el final de aquel siglo. Los primeros diseñadores en ser conocidos por su nombre allí fueron Joan Praetorius (que alcanzó gran fama en los veinte y siguió las pautas de la alta costura francesa) y, tras la II Guerra Mundial, Max Heymans, Dick Holthaus, Frans Molenaar, Fong Leng y Frank Govers.

Praetorius ya fue admirado por la simplicidad y las líneas limpias de sus prendas, características que hoy consideramos inevitablemente propias de la moda holandesa. En los sesenta, las agujas del país comenzaron a dar forma a ese estilo distintivo del que hoy hablamos, ligado al amor por el blanco y  el negro (combinado con explosiones cromáticas) y al mimo de la línea y la forma.

Proliferaron desde entonces las escuelas de diseño, con Arnhem como gran foco y la década de los noventa como etapa dorada. Podemos decir también que el Gemeentemuseum es uno de los centros que más atención ha prestado a esa creatividad holandesa en la moda: desde que hace casi diez años acogiera la exposición “Fashion NL” para dar cabida a los trabajos de los talentos jóvenes del momento, el diseño de moda siempre ha formado parte de su programa de exhibiciones temporales.

Volviendo a la actual muestra, “Ode to Dutch Fashion” incluirá más de un centenar de creaciones escogidas por los comisarios Maarten Spruyt y Tsur Reshef. A los más aficionados al asunto, les recomendamos hacerse con el catálogo, porque incluye preciosas fotografías de Sabrina Bongiovanni tomadas en campos de tulipanes, diques o en el bullicio de las ciudades.

 

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