Nuevas restauraciones en el Museo del Prado

El Museo del Prado ha presentado hoy dos de las restauraciones más importantes que ha llevado a cabo durante este año: las de los retratos ecuestres de Felipe III y Margarita de Austria de Velázquez. Estas intervenciones se relacionan con el proyecto de reordenación de colecciones llamado “La colección: La otra ampliación”, entre cuyos fines se incluyen los de dotar a las obras expuestas de los recursos museográficos necesarios para garantizar su óptima presentación, además de analizar y revisar el estado de conservación de las obras y proceder a las restauraciones necesarias.

 

 

Tras estudiar su estado de conservación, se llegó a la conclusión de que, en ambas obras, debía procederse a su limpieza y a la restitución de sus condiciones originales de percepción, en la medida de lo posible.

 

 

De las tres posibilidades que había (conservarlos, creando un montaje que los ocultara a la vista; doblarlos por el bastidor para que quedaran ocultos en la parte posterior del cuadro; y despegarlos) se llegó a la conclusión que la menos lesiva era la última, pues el sistema de unión de las bandas con el cuadro original permitía una intervención muy limpia.

 

 

Esa intervención y la restauración general de los cuadros han sido realizados por Rocío Dávila y el resultado puede verse en la sala XII del museo. Si hasta ahora no era fácil entender el valor de estas obras dentro del conjunto (más allá del puramente iconográfico), ahora se hace meridianamente claro; y la comparación, por ejemplo, entre los retratos ecuestres de Felipe IV y de su padre nos muestra dos formas distintas de representar la majestad real: el sosiego de aquel, representado mediante la impasibilidad de su gesto y el perfil de la composición, frente al dinamismo de éste, que se transmite mediante el escorzo de su caballo y el luminoso cielo ante el que se proyecta.

 

 

El Prado también ha presentado esta mañana los resultados de la restauración de Ariadna dormida (siglo II d. C.), variante romana de una escultura griega del siglo II a. C. que se muestra de nuevo al público en la Rotonda de Ariadna.

 

 

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