Dore Ashton
En 1933 Beckmann vio cumplidos sus peores presagios.
Richard L. Feigen & Co., Nueva York.
Hasta el 30 de junio de 2002.
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Los nazis le destituyeron de su puesto de profesor en Frankfurt, prohibieron sus exposiciones, y le declararon, junto con otros destacados artistas alemanes, degenerado. La primera escultura de Beckmann, Hombre en la oscuridad, surgía unos meses más tarde. A esta obra siniestra y angustiada le seguirían otras cuatro realizadas en los siguientes cuatro años, antes de darse a la fuga, y otras tres llevadas a cabo durante el último año de su vida. Todas estas esculturas se muestran ahora junto con algunos de sus grabados más mordaces. En su conjunto, las esculturas amplían motivos utilizados en su pintura y retienen algunos de los excéntricos métodos que Beckmann había desarrollado magistralmente para transmitir una sensación de confusión interna.
En la célebre conferencia que dio en Londres en 1938 sobre su propia pintura, había afirmado: Estoy buscando el puente que conduce desde lo visible hacia lo invisible. En las esculturas, las invisibles estructuras internas se materializan en esas superficies oscuras finales, a las que contribuye la espesa pátina del bronce. No hay modo de eludir el desasosiego en la postura, en el movimiento o incluso en la inmovilidad, que modula siempre la obra de este gran maestro del siglo XX, que a través de su experiencia personal podría articular las experiencias de todos los seres pensantes frente a los sucesivos ataques de barbarismo de aquel siglo nefasto. Aunque sin alcanzar la provocación de las pinturas, las esculturas expresan esa atención de Beckmann hacia los aspectos más perturbadores y desestabilizadores de las fuerzas que se ciernen sobre el ser humano.
Max Beckmann, Crouching woman, 1935
Max Beckmann, Adam and Eve, 1936