Dore Ashton
Music, un artista vivo cuya experiencia, al igual que la de Beckmann, fue terrible, y que vivió obsesionado por sus dos años de estancia en Dachau, sólo muchos años después trataría de expresar su horror hacia el horror, a través de sus dibujos y pinturas.
Los dibujos, expuestos hace unos años en Nueva York, resultan comparativamente mucho más expresivos, como si el humilde lápiz se encontrara más capacitado para plasmar lo inefable. Las pinturas, realizadas en su mayoría en tonos grises y sepias, se quedan cortas (como seguramente les sucede a todas las pinturas del holocausto) en sus referencias sordas a esqueletos y cadáveres humanos sumidos en una noche eterna. No obstante, el espectador se siente conmovido por la angustia del artista, y por su esfuerzo en representarla. Hace unos años me sentí impresionada por una amargo comentario que le escuché a Music:
Cuando estábamos en el campo de concentración, la gente decía con frecuencia que algo como aquello no volvería a suceder. Cuando acabe la guerra, decían, vendrá un mundo mejor y estos horrores no volverán a ocurrir… Pero después, a medida que el tiempo fue pasando, vi que el mismo tipo de horror empezaba a repetirse en todas partes del mundo. Y me di cuenta de que lo que dijimos en aquellos días que nosotros seríamos los últimos en pasar por aquello – no era cierto: lo cierto es que no fuimos los últimos
Zoran Music, We are not the last, 1970
Zoran Music, We are not the last, 1970
Zoran Music, We are not the last, 1970