Niki de Saint Phalle, disparos atemporales

El Museo Guggenheim Bilbao ofrece la mayor muestra de la artista en veinte años

París,
Niki de Saint Phalle. Dolorès, 1968-1995. © 2014 Niki Charitable Art Foundation
Niki de Saint Phalle. Dolorès, 1968-1995. © 2014 Niki Charitable Art Foundation

El 27 de octubre de 1960, de la mano de Yves Klein, ocho artistas y el crítico Pierre Restany, afirmando ser conscientes de su “singularidad colectiva”, firmaron el acta de nacimiento del movimiento francés más importante de aquella década: el Nuevo Realismo. Niki de Saint Phalle no se encontraba entre ellos, pero sí mantenía estrecha relación con dos de los artífices de aquella tendencia: Jean Tinguely y Daniel Spoerri.

Fue este último quien animó a Jacques Villeglé a incorporar una obra de Niki a la muestra “Comparaisons, Peinture – Sculpture”, que se inauguró en el Musée d´ Art Moderne de la Ville de París a principios de 1961. En febrero de ese mismo año y tras el primer disparo de la artista, Pierre Restany, entusiasta asistente a aquel acto, la animó a integrarse en el colectivo de los nuevos realistas, del que Saint Phalle sería quizá la más mediática representante.

Como en las Colères de Arman, el acto destructivo devenía en la producción de Niki de Saint Phalle gesto creativo

Ya en abril, sus tiros comenzarían a aparecer en los telediarios y ese mismo año la prensa gala publicó al menos medio centenar de artículos sobre la creadora. Como Klein, Niki timó pronto conciencia de la importancia de la comunicación de sus proyectos y de atesorar documentación gráfica y textual de sus performances: disparos y después eventos públicos participativos de los que sus compañeros nuevos realistas participaron con entusiasmo.

Aquella alusión primera a la “singularidad colectiva” y a un “nuevo enfoque en la percepción de la realidad” que formó parte de la declaración de intenciones del grupo fue el paraguas que cobijó su desarrollo de una muy amplia variedad de prácticas, ejerciendo quizá Niki de Saint Phalle el papel de introductora en el colectivo de materiales y prácticas rabiosamente contemporáneas, comenzando por sus arriesgados métodos de liberar el color en sus lienzos, haciéndoles “sangrar pintura”. Como en las Colères de Arman, el acto destructivo devenía en su producción gesto creativo.

Conocida fundamentalmente por el público por sus Nanas de todos los tamaños, Niki, que además de pintora y escultora fue cineasta, se distinguió también como activista política comprometida con el feminismo. Hasta el 11 de junio y tras su sonado paso por el Grand Palais de París, el Museo Guggenheim Bilbao le dedica su mayor individual en dos décadas, una muestra que pretende estudiar su trabajo desde nuevos enfoques.

Niki de Saint Phalle. Viva el amor (Vive l’Amour), 1990
Niki de Saint Phalle. Viva el amor (Vive l’Amour), 1990

Se compone de dos centenares de obras y documentos, muchos inéditos, que subrayan la importancia que la artista, autodidacta y aficionada al esoterismo, concedió al cuerpo femenino, presente en collages, sombrías esculturas y retratos de diosas, prostitutas, novias o mujeres de parto. Pintora, escultora, grabadora y autora de performances y cine experimental, Niki desarrolló sin duda un universo creativo propio y original que en esta exhibición se estudia cronológica y temáticamente.

A medio camino entre la radicalidad y el optimismo, el compromiso político y feminista y el uso sin complejos del color, Saint Phalle tuvo como referentes a Gaudí, Dubuffet y Pollock.

En sus Nanas cuestionó los tópicos sociales sobre la mujer al reivindicar su poder presentándola como hechicera, diosa y guerrera (además de como madre, hija o esposa) y no tuvo reparos en apelar al caos y la violencia como recursos artísticos subversivos: sus Disparos, hoy considerados happenings tempranos, desvelaban en el fondo su férrea oposición a la sociedad patriarcal, la discriminación racial y las concepciones tradicionales del arte y de la religión. Una de sus lecturas de cabacera fue El segundo sexo de Simone de Beauvoir.

Saint Phalle fue también una de las primeras artistas mujeres en presentar sus intervenciones en el espacio público con objeto de dirigirse a todo el mundo, no sólo al número finito de espectadores que entra en los museos, y sus jardines esotéricos, parques infantiles, fuentes o casas habitables son manifestaciones de esa decisión, de carácter político, de crear arte público. Ella misma decía que el gran público era su público.

 

 

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