Niele Toroni o el pincel nº 50

Marian Goodman exhibe en París nuevas pinturas del creador minimalista

París,
Niele Toroni. En passant
Niele Toroni. En passant

Desde el pasado 5 de marzo, la Galerie Marian Goodman de París presenta su primera muestra dedicada al suizo Niele Toroni, unos de los pintores pertenecientes a la primera generación de minimalistas europeos. Autodidacta, comenzó a trabajar en los sesenta y permanece activo, buscando reivindicar la pintura desde un radical método de trabajo que se ha hecho célebre por su inmutabilidad: desde 1967 aplica sobre distintas superficies (en las obras presentes en Marian Goodman, tela, hule y papel, pero también trabaja en paredes, suelos y exteriores) pinceladas de brochas del mismo grosor situadas a intervalos invariables de treinta centímetros.

Niele Toroni. En passant
Niele Toroni. En passant

Las pinceladas son monócromas en cada una de las piezas, y en el conjunto de su producción no ha privilegiado ningún color sobre otro, así que realmente ninguna pintura es igual a otra, del mismo modo que ninguna pincelada es completamente igual al resto aunque se hayan trazado con el mismo pincel.

Toroni, que no piensa en sí mismo como artista sino únicamente como pintor, en un sentido más artesanal, quiere que sus trabajos sean contemplados en un solo golpe de vista: nada hay en ellos que se oculte al espectador, porque rechaza toda forma de subjetividad. Ninguna de sus pinceladas transmite mensaje alguno, ni narra historia, ni pretende suscitar un estado de ánimo en particular.

Nada hay en sus pinturas que se oculte al espectador, porque rechaza toda forma de subjetividad

Sí busca el pintor explorar las dimensiones críticas de la práctica de la pintura, pero, diferenciándose de otros minimalistas y de artistas conceptuales, concede importancia al gesto: no firma sus trabajos, pero tampoco ha delegado nunca, pese a lo mecánico de su proceso creativo, en ningún asistente.

Toroni cree que, en esencia, la historia de la pintura es una historia de improntas, las de cada artista, pero él asegura haber buscado subrayar la impronta “histórica” de la pintura antes que la suya propia, de ahí que haya intentado escapar de cualquier atisbo de exhibición de narración o sentimiento, de búsqueda de lo mítico. Desecha Toroni la idea de que la actividad artística debe caracterizarse por su variedad o por su riqueza narrativa.

Niele Toroni. En passant
Niele Toroni. En passant

De su obra puede deducirse que, bajo ciertas circunstancias históricas, el tradicionalismo pictórico puede ser un medio de desarrollo artístico innovador. Podemos entender como sus predecesores a Lucio Fontana, que rubricó algunos de sus trabajos con su huella dactilar en lugar de con su firma, y a Manzoni, que imprimió también su huella dactilar (él sobre huevos) y elaboró series ordenadas de hileras regulares de huellas dactilares en papel.

Toroni, no obstante, siempre ha utilizado herramientas tradicionales: nunca se le ocurriría tocar la pintura con los dedos ni emplear nada más que un pincel nº 50 estándar. La suya es una crítica materialista de los mitos culturales; dice el pintor: La marca no es la imagen, ni la idea, ni la ilusión de una marca, sino de hecho una auténtica marca de un pincel nº 50. Es obra de Toroni pero podría ser obra de cualquier otro. Todos los aspectos de su práctica son transparentes, así que su producción puede servir como modelo para un acto potencialmente colectivo de autoexpresión.

Los límites de su propuesta son tan claros como infinita su variedad: lo mismo puede procederse como él en las páginas de un libro que en un rollo de decenas de metros.

 

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