Si os hablamos de Nico Munuera probablemente penséis en el color, un color desnudo y potente posible gracias al aprovechamiento de las posibilidades de la tinta, y en obras tan poderosas como ligeras, sencillas, que podrían darnos la sensación de ser paisajes abstractos pero que, en realidad, son abstracciones que remiten al paisaje. No es lo mismo: a este artista murciano fue su trabajo pictórico el que le condujo a la observación de la naturaleza y no al revés; concibe la pintura como acontecimiento propio, como ser, no como mera representación.
Hasta el 16 de enero presenta dos exposiciones paralelas en Madrid, en la Galería Max Estrella y en La Caja Negra. En el primer espacio nos muestra “La isla de Boneless”, un proyecto vital y delicado que remite a ese lugar a la vez físico e interior tan presente en la obra de Munuera: una superficie recortada por el litoral cuyos límites en ocasiones se unen, otras se separan y a menudo se unen hasta confundirse.
Bajo la influencia de la técnica pictórica japonesa del mokkotsu, que da lugar a obras dominadas por atmósferas en las que los contornos no aparecen delimitados, estos trabajos nos invitan a tomar conciencia de hasta qué punto la pintura es sobre todo una producción física, un ente o paisaje en sí misma en la que el color puede modelarse del mismo modo que la naturaleza ordena sus elementos. La sensación del espectador es que estas pinturas se fueron gestando del mismo modo que crece una planta.
Además, en obras como Claude Color Chart Munuera ha manejado de nuevo la fragmentación, un recurso que remite al cine o a procedimientos cartográficos y también a la exactitud bendecida en época contemporánea, que aquí se contrapone en un atractivo juego con la intuición que transmiten estas pinturas y sus múltiples matices.
Como explica David Barro, en Munuera “poco importa si son banderas o medallas, paisajes nevados o paisajes marinos, se trata, simplemente de pensar la pintura para dejarla respirar, dejando que el color trabaje, que la imagen se reivindique”.
Por su parte, La Caja Negra exhibe, en el marco de la exposición “Inside Colors”, piezas con papeles orientales como soporte que resaltan igualmente las propiedades físicas del material: su gramaje, la calidad de sus fibras, su resistencia, etc. En general la pintura oriental, como podemos ver también en la muestra de Max Estrella, ha ejercido una influencia decisiva en la obra de Munuera: los trazos de sus pinceladas fluidas podrían hacernos pensar en caligrafías; sus gestos cromáticos, en sílabas.
El artista trabajó el color de dentro hacia fuera, superponiendo capas finas sobre la superficie húmeda en línea con procedimientos como el tarashikomi (goteo de e tinta o pigmento sobre superficies mojadas todavía con tinta más pálida).
En la mayoría de los trabajos expuestos en La Caja Negra empleó masas doradas latentes que generan una ilusión falsa de planitud y de espacio expansivo.
Se registra aquí el tiempo, el instante alargado, en el que estas obras fueron llevadas a cabo.
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