Lara Almarcegui, Elena Asins, Michal Budny, Jacobo Castellano, Mauro Cerqueira, Helmut Federle, Hreinn Fridfinnsson, Hubert Kiecol, Per Kirkeby, Sonia Leimer, Kasimir Malevich, Asier Mendizábal, Meuser, Helen Mirra, Barnett Newman, Adrian Paci, Manolo Paz, Perejaume, Rodríguez-Méndez, Peter Karl Rölh, Gregor Schneider, Richard Serra, Robert Smithson, Teo Soriano y Ulrich Rückriem participan, hasta el próximo 24 de abril en el Museo Gas Natural Fenosa, en la colectiva “Narrativas monumentales. Figuras, paisajes y rituales”, que ha comisariado Álvaro Negro y que cuenta con obras en formatos muy diversos que reclaman el valor de la experiencia en sí misma como forma de conocimiento, atendiendo a la raíz etimológica de esta palabra, que vincula el saber con el intento.
En palabras de Álvaro Negro, “Figuras, paisajes y rituales, estas tres palabras, afirman lo protagónico en una serie de obras que convergen en la esencialidad de sus formas y modos narrativos, y que, sin embargo, amplifican nuestra visión sobre cuestiones que han permanecido como constantes en el entendimiento de los instintos, hábitos y estructuras sociológicas que subyacen a través de la propia manifestación artística.
En el Mundo Antiguo el rito fundacional de la ciudad (inauguratio, establecimiento de buenos augurios) está ligado a los demás ritos de construcción, sea de un templo, una casa o cualquier otra tipología de construcción, asentamiento u ordenación del territorio. Lo fundamental y común es establecer un centro desde el que conocer la “voluntad divina” para así dibujar el diagrama del espacio que será sagrado. En la tradición etrusco-latina dicho rito consta de un primer tiempo, el de la Contemplatio. Esta parte del rito era efectuada por el Augur, equivalente, para poder entendernos, al “hombre trascendente” o “hombre verdadero”, capaz de escrutar el cielo y advertir en él las coordenadas, una vez alcanzado un lugar elevado, que trasladadas a la tierra determinarán el “centro del mundo”, el lugar que posibilita lo que propiamente se llama templum –aunque la propia ciudad, como en el caso de Roma, lo era en sí misma-. Remarquemos que el oráculo de Delfos y su omphalos, el templum romano y su mundus, el Mandala hindú, etc., antes que construcciones, son diagramas y cosmogonías, es decir, representan una percepción del universo con un orden físico y metafísico asociado a un centro, ejes, cuadratura, todo aquello que conjura el caos y la certidumbre y permite la manifestación divina en la tierra y una visión integradora del mundo, facilitando la percepción de los fenómenos extraños a una creencia colectiva”.
“Una columna o una estela de Ülrich Rückriem son, con rotundidad, una columna y una estela; respetan el ἀρχή, ʻel origenʼ, y se manifiestan como variantes que han devenido en arquetipo una vez que se mostraron como estructuras que podían funcionar en diversas contingencias –por ejemplo, a la puerta de una entidad bancaria o la entrada a un bosque– y revelarse como umbral, lugar de traspaso, protección y conjura. No hablamos aquí de la veneración a una piedra per se, sino de una forma significante que, sin dejar de ser piedra, invita a quien todavía mire, perciba y reflexione hacia una experiencia estética privada que puede devenir en espiritual. Como ha apuntado Mircea Eliade, en toda hierofanía se produce la paradoja de que el objeto a través del cual se manifiesta lo sagrado se transforma en “otra cosa” sin dejar de ser “el mismo”.
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