Manierismo

El Manierismo se desarrolla en un periodo de disturbios políticos, económicos, científicos y religiosos que hacen entrar en crisis el optimismo del hombre renacentista, y que en el arte desembocan en una reacción anticlásica. Fallecen en esta etapa los artistas más importantes del renacimiento y sólo sobrevive el ya anciano Miguel Ángel. Desde 1530, y sobre todo desde la muerte de este artista, el ideal clásico del renacimiento ya no colmaba las aspiraciones del hombre: la razón y la armonía no bastaban. Ahora el hombre pierde la seguridad en sí mismo, vive en la angustia generada por la tensión entre vida y fe, miseria y grandeza.

Una concepción peyorativa surgida en el s XVII y acentuada en el XIX considera el Manierismo como un amaneramiento estilístico caracterizado por una fría técnica imitativa referida a perseguir las líneas de Leonardo, Miguel Ángel y Rafael.

El Manierismo se extendió rápidamente por Europa dando lugar a manifestaciones nacionales muy variadas.

El movimiento maneja temas y formas del Clasicismo ordenándolas, relacionándolas y complicándolas, buscando nuevas expresiones de belleza. El equilibrio y la serenidad son ahora desmitificados imponiéndose el contraste, la distorsión, la paradoja, el humor, la extravagancia.

Se pasa de lo táctil a lo visual. Hay en este movimiento un abandono de la forma para entrar en el mundo de la luz y el color. Se mantienen pautas como la preponderancia de la figura humana, los retratos y desnudos, pero gana peso la sinuosidad, las formas serpentinatas, las irreales y abstractas y los colores se hacen arbitrarios y tienden a reflejar angustias vitales.

Las figuras se encierran en marcos estrechos y fondos oscuros, resaltando como objetos-luz.

En la arquitectura manierista (Giulio Romano, Serlio, Vignola, Palladio) se rechazan los elementos clásicos, se acentúa el decorativismo, se ensalza una nueva libertad plástica, se atiende a una preocupación urbanística (fuentes) y a una nueva concepción del espacio, estableciéndose relaciones dinámicas entre diferentes elementos de la arquitectura. En definitiva, se distorsionan las proporciones y el orden clásico.

La escultura manierista (Bandinelli, Ammannati, Cellini y Giambologna) también constituye una postura crítica ante los grandes maestros del Clasicismo a partir de formas ornamentales y sinuosas que buscan deliberadamente el desequilibrio y en la pintura es donde se manifiestan de forma más impactante las formas rebuscadas y afectadas del Manierismo.

Destacan la densidad de los cuadros, con figuras apretadas y acumulación de objetos como expresión de horror vacui; las figuras de cánones alargados, el tratamiento de temas extraordinarios, no siempre agradables; la presencia de diversos ejes en los ángulos de las composiciones y el empleo de tonalidades frías que no se corresponden con los objetos representados.

Trabajaron en esta corriente Correggio, Parmigianino o Tintoretto.