Escuela muralista mexicana

La Escuela muralista mexicana tiene su origen en la Revolución mexicana de 1910, germen de la transformación de la infraestructura del país.

En 1911, la Academia de San Carlos es sede de una huelga promovida por sus alumnos, cuyas bases se encuentran en las ideas lanzadas por el pintor G. Murillo, quien proclama la necesidad de un arte monumental tras su regreso de Europa. Siqueiros  seguirá sus pasos y, tras su establecimiento en España, son constantes los llamamientos a los artistas para que éstos produzcan un arte dirigido a las multitudes.

Hacia 1922, el programa se materializa en un proyecto dirigido por el Ministro de Educación J. Vasconcelos, y desarrollado hasta los años cuarenta. Entre sus miembros destacan Orozco, Rivera, Siqueiros, J. Castellanos, así como Tamayo y Mérida. El prestigio internacional alcanzado por la escuela tiene mucho que ver con la diversidad de sus componentes estilísticos: clasicismo, expresionismo alemán, futurismo y cubismo entre otros, que dan como resultado decoraciones murales donde el indigenismo se ve revalorizado, nutriendo con su energía a las culturas originales del país debido a cierto aire de compromiso social. Muchos de sus miembros llevan a cabo una importante labor en Estados Unidos, aportando el interés de algunos pintores por la búsqueda de nuevos medios para la pintura mural, entre los que destaca la figura de Pollock.