Arte Bizantino
A la muerte del emperador romano Teodosio (395), se dividió el Imperio entre sus dos hijos, correspondiendo a Honorio la parte occidental y a Arcadio la oriental. Esta última pervivió durante mil años con el nombre de Imperio Bizantino, y el desarrollado allí fue un arte nuevo que tuvo como punto de partida la preocupación por expresar ideas al margen de la belleza terrena o de captar la naturaleza en todas sus formas. Este objetivo generará, a su vez, cierto desinterés por la forma.
Formalmente, el bizantino es el arte desarrollado en el Área del Imperio Bizantino entre el s IV y 1453. La fusión Iglesia-Estado propia de Bizancio se refleja en su arte, donde se exalta lo divino y se glorifica el poder civil estableciendo paralelismos entre el poder sobrenatural y el humano.
Se utiliza la imagen como medio de educación para los que no sabían leer ni escribir. Hasta el s V, la imagen ha de expresar lo esencial, porque es una imagen de “servicio”: para algunos, tendrá un carácter sagrado, como vehículo de adoración a Dios y a los santos y como reflejo del mundo sobrenatural.
A partir del s V, se desarrolla una tendencia contra la figuración, especialmente la de carácter humano: sólo escaparon a esa corriente las figuraciones animalísticas. En la iglesia oriental existirá una línea de oposición a las imágenes personificada en los iconoclastas (destructores de imágenes) que lograron imponerse en 745. Finalmente, los iconodulos se impusieron a mediados del s IX consiguiendo la aceptación de sus ideas, según las cuales “cualquiera que venera una imagen, venera a la persona representada en ella” (VII Concilio de Nicea).
Constantinopla y Rávena fueron los centros artísticos más importantes: la primera por ser la capital; la otra, a partir de 540, por ser la ciudad destinada a irradiar su influencia por el ya devastado limes romano.
Las notas definitorias de la arquitectura bizantina son sus variadas y ricas cúpulas, asociadas a las bóvedas celestiales y construidas mediante hiladas concéntricas en ritmo decreciente hacia la cima; el colosalismo, acorde con el poderío de la Iglesia y con el triunfalismo del régimen político bizantino; el contraste entre la sencillez y la austeridad de los exteriores y el brillo y la riqueza decorativa de los interiores; el uso del ladrillo como material constructivo, solo o combinado con aparejos de piedra y la planta de cruz griega inscrita en un cuadrado o rectángulo como tipología dominante en las iglesias.
En la pintura bizantina (mosaicos, pintura mural e iconos) se ofrece una exposición decorativa de las líneas teológicas de la Iglesia bizantina. Su iconografía refleja una concepción ideológica del hombre respecto al Dios-Cristo, a quien se representa con la corte celestial, concebido como emperador del cielo (es el Cristo Pantocrator que pasará al Románico). Por debajo queda la Iglesia en jerarquía y destaca la figura de María.
Conviene destacar las técnicas del arte musivario, la decoración de manuscritos y su iluminación, los iconos y la pintura al fresco.