David Barro
Desde el año 2003, Schaulager es una de las visitas obligadas de la numerosa oferta expositiva que se aglutina alrededor de Basilea. La espectacular arquitectura de este híbrido capaz de conjugar un centro de exposiciones, un instituto de investigación artística y un depósito de obras de arte, se debe al estudio de Herzog & de Meuron y siempre sorprende al visitante que acude por primera vez. Mientras, el reincidente puede disfrutar, año tras año, de espléndidas exposiciones que aprovechan las generosas dimensiones del espacio, como en esta ocasión a partir de dos artistas capaces de reflexionar sobre la arquitectura y sus respectivos entornos: Andrea Zittel en la planta superior y Monika Sosnowska en la inferior, compartiendo escenario con el excelente trabajo de Rober Gober expuesto de forma permanente.
Monika Sosnowska. Untitled, 2003 Colección de Kenneth L. Freed © Monika Sosnowska |
Monika Sosnowska. 1:1, 2007/08
© Monika Sosnowska. Foto: Tom Bisig. |
Monika Sosnowska. Handrail, 2008. © Monika Sosnowska. Foto: Tom Bisig
En efecto, parece que el punto de partida para las esculturas de Monika Sosnowska es el de cualquier obra en construcción con la que podemos topar al caminar por la calle. Ese es su particular ready-made. Incluso cuando estas obras no artísticas son veladas con una imagen a modo de trampantojo arquitectónico tenemos aquí su equivalente, por ejemplo en The Corridor, jugando con la potencialidad utópica del espacio al convertir la segunda parte del pasillo en un espacio vertical intransitable. La vacilación perceptiva y el juego de escalas permite y demanda la participación de un espectador que se mueve entre la realidad y la ficción. Así, es capaz de destilar la descomposición de la arquitectura del telón de acero en una forma plástica casi fantástica o convertir un saco de papel en una favela.
Monika Sosnowska. Concrete Ball, 2008. © Monika Sosnowska. Foto: Tom Bisig
Si Piranesi pensaba en una Roma pintoresca, fragmentada, inconmensurable y capaz de exaltar la ruina ruinosa, esa que pierde la batalla a la naturaleza y amenaza la memoria histórica, Sosnowska limpia de perspectivas su escritura para sin potenciar lo macizo (salvo en el espectacular Model of the Concrete Ball) resultar igualmente dramática y pesada, capaz de dialogar con la inmensidad de Schaulager. Los de Monika Sosnowska son lugares imposibles, cercanos pero irreconocibles, indecibles como la poesía y traidores como la propia historia de una escultura capaz de derribarse a sí misma con énfasis iconoclasta: el golpe del ready-made duchampiano, las esculturas neumáticas o mujeres firmadas por Manzoni, los caballos percherones de Kounellis, el efímero Land Art, la escultura social de Beuys, los empaquetamientos de Christo o los antimonumentos de Haacke. Sosnowska, en cierto modo, también fabrica antimonumentos que reafirman que, casi todo, puede seguir siendo entendido como escultura en su deriva iconoclasta.