Millares, el hijo entrañable de Goya

La Real Academia de San Fernando revisa su obra gráfica

A mediados de los cuarenta y principios de los cincuenta, un Manolo Millares entonces veinteañero colaboró con la revista Planas de poesía diseñando portadas e ilustraciones, y en los años siguientes hizo lo mismo para publicaciones diversas antes de decidir trasladarse a Madrid desde su Canarias natal en 1955. En adelante no dejaría de llevar a cabo trabajos similares para distintas revistas y libros, como los editados por Ruedo Ibérico o KWY, una publicación casi artesanal y sin una periodicidad fija, fundada por Lourdes Castro y René Bertholò, que se elaboraba en París a partir de serigrafías. Su vida fue breve, pero para esa revista realizó Millares una portada y dos reproducciones de dibujos, en 1959 y 1961, que podemos situar en los inicios de su atención práctica al grabado –conoció la serigrafía antes de cultivar la técnica calcográfica–. Esas obras son las que ahora dan comienzo, cronológicamente, a “Descubrimientos Millares, 1959-1972”, la muestra que la Real Academia de San Fernando abre hasta enero, en colaboración con la Fundación March, la del Grabado Español Contemporáneo de Marbella y la Junta de Castilla-La Mancha.

Repasa la vertiente gráfica de la obra del artista y su fascinación por los sistemas que hoy llamamos de multiplicación de imágenes a partir de su conocida atención por Goya: ya desde la infancia, Millares contempló admirado Los caprichos y Los desastres de la guerra a través de reproducciones que encontró en casa de su familia y que, pese a lo temprano del hallazgo (era 1933 y él solo tenía siete años), terminarían ejerciendo una influencia importante en su obra. El comisario de la exposición, Alfonso de la Torre, se ha referido por eso a Millares como “hijo entrañable de Goya”, tal como calificaba este autor a sus compañeros en El Paso. Otra de las referencias de su producción sobre papel la podemos situar también en su juventud en Las Palmas: en sus primeros monotipos (para los primerizos, estampaciones únicas basadas en la aplicación de pigmentos en un plano que luego se transfiere a papel mediante presión) encontramos ecos de las pintaderas de los aborígenes canarios, y hay que recordar que esta técnica también la empleó Millares en algunas zonas de sus dibujos.

El conjunto de la producción gráfica de este artista consta aproximadamente de medio centenar de piezas reunidas en cinco carpetas; en la mayor parte de los casos se trata de calcografías y serigrafías realizadas en la segunda mitad de los sesenta y en los años previos a su muerte en 1972, como Mutilados de paz (1965), Auto de fe (1967), Antropofauna (1970), Torquemada (1970) y Descubrimientos-Millares, 1671 o Descubrimiento en Millares 1671. Diario de una excavación arqueológica imaginaria y barroca (1971).

Manolo Millares. Auto de fe, 1967
Manolo Millares. Auto de fe, 1967
Manolo Millares. Mutilados de paz, 1965.
Manolo Millares. Mutilados de paz, 1965

Si la de los mutilados fue su primera carpeta serigráfica y contenía cuatro estampas acompañadas por un poema que Rafael Alberti escribió desde su exilio romano; Auto de fe constaba de cuatro grabados a punta seca que Millares concibió junto a Elvireta Escobio y también tenía un importante componente emocional en relación con la familia del artista: se reproducen fragmentos del libro Causas del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en Canarias que el bisabuelo del autor recuperó cuando iban a ser destruidos por un carretero. Cinco son los aguafuertes que forman parte de Antropofauna, carpeta estampada en Barcelona, en el taller de Gustavo Gili, para la colección Las Estampas de la Cometa, que fue premiada en 1972 con el premio Ibizagrafic, y por entonces, además, otro grabado de Millares sirvió para la presentación de un libro sobre su figura a cargo de José María Moreno Galván.

En Torquemada regresó al asunto de la Inquisición para representar, en seis serigrafías editadas por Juana Mordó, su galerista, la mezquindad de una justicia basada en la ira, y después, ya en su madurez como creador gráfico, llegaría el proyecto que da título a esta muestra: Descubrimientos-Millares, 1671 (1971), del que luego hablaremos.

Estos trabajos se complementan, en la trayectoria del autor y en la exposición de la Academia, con sus colaboraciones en carpetas magníficas como la que en 1960 se dedicó al grupo El Paso o con su participación en la primera serie de serigrafías que en 1964 presentó el recién creado Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, impulsada por Eusebio Sempere y Abel Martín. Ellos también se vincularon a las citadas carpetas serigráficas de Millares Mutilados de paz, Torquemada y Descubrimientos-Millares, 1671, y Cuenca y su museo de las Casas Colgadas se convertirían, a partir de la materialización de este proyecto, en un centro fundamental de actividad gráfica y bibliográfica en nuestro país.

Cuando le quedaban escasos años de vida y de actividad gráfica, Millares ilustró para Alfaguara los Poemas de amor de Miguel Hernández, que se publicaron en la colección El Gallo de la Torre, entonces dirigida por Camilo José Cela. Realizó entonces dos puntas secas que anteceden, en cuanto a maestría en los conceptos y los planteamientos artísticos de sus grabados, a la que fue su carpeta más amplia y seguramente también la más personal: la mencionada Descubrimientos-Millares, 1671 o Descubrimiento en Millares 1671. Diario de una excavación arqueológica imaginaria y barroca. Consta de doce serigrafías, piezas en tinta china y aguada de china gris humo en las que desplegó toda su experiencia como grabador y dibujante, haciendo alarde de su manejo expresivo extraordinario de la escritura convertida en signo a través de tachaduras, manchas, trazos simples o expandidos, huellas e incluso dripping. Estampó estas piezas, una eclosión de negro y gris, de nuevo su amigo Abel Martín, y las estuchó otro colaborador insigne: Gerardo Rueda.

Finalmente, el artista regaló Descubrimientos-Millares, 1671 al Museo de Cuenca cuando entonces aún lo dirigía Zóbel, quien, por cierto, también aparece en la apertura de la carpeta. Y hay, aún, más presencias a reseñar en ella: los hermanos Blassi, a quienes debemos su concepto de carpeta-objeto; Domingo Garrote, el carpintero del museo que la ejecutó, o Gustavo Torner, diseñador del anagrama del Museo de Arte Abstracto también impreso.

La exhibición se cierra con cinco pruebas hechas por Millares en su estudio que se han encontrado recientemente en sus archivos y ocho grabados póstumos estampados en un taller madrileño (Mayor 28) con la colaboración de los artistas Manolo Valdés y Fernando Bellver.

Los amantes de los carteles podrán disfrutar, además, con tres estupendos: el editado para una exposición de Millares en Múnich en 1968, la reproducción de uno de sus collages para el Museo de Cuenca o el de la última exposición que se le dedicó en vida, en el Musée d’Art Moderne de la Ville de París.

Manolo Millares. Descubrimientos-Millares 1671, 1971
Manolo Millares. Descubrimientos-Millares 1671, 1971

 

“Descubrimientos Millares, 1959-1972”

MUSEO DE LA REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO

c/ Alcalá, 13

Madrid

Del 11 de octubre de 2018 al 5 de enero de 2019

 

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