Miguel Ángel Campano, el brillante y eterno aprendiz

El Museo Reina Sofía repasa la evolución de su pintura

No me interesa lo que llaman el estilo. Hay pintores que se pasan la vida buscando el estilo. Muchas veces lo que más cuenta en un artista es la actitud.

La atención a los años ochenta es una constante en la programación y en las líneas de investigación del Museo Reina Sofía y los próximos meses se dan cita allí dos muestras dedicadas a pintores fundamentales de aquella década: por un lado Jörg Immendorff, que prestó atención a lo popular, lo narrativo y teatral, y por otro Miguel Ángel Campano, de quien Borja-Villel ha explicado hoy que no trabajó a partir del contexto sino del intertexto, creando a partir de pinturas de artistas pasados, o en algún caso contemporáneos, porque para el madrileño siempre había un antes.

Es importante que ambos autores se den cita ahora en el MNCARS porque esa pintura de los ochenta ha concitado, una y otra vez, múltiples lugares comunes, como si solo un tipo de arte hubiera podido desarrollarse entonces, pese a que la fotografía experimentó prácticamente un boom hace cuatro décadas y los pintores de entonces enhebraron su obra desde múltiples puntos de vista, es el caso de Immendorff y Campano.

Además de crear aprendiendo constantemente de otros autores, lejanos y no, el español partió asimismo de la literatura, siendo el caso más evidente su serie Vocales inspirada en Rimbaud: no se trata de que incorpore una y otra vez reflexiones del mundo exterior; la pintura siempre fue su tema, pero no podemos hablar por ello de una obra ensimismada.

La misma serie pictórica de Vocales tiene mucho de poema y estos tienen sentido cuando se leen: esa lectura introduce un elemento de repetición, muy presente también en el resto de su producción, pero esta no es siempre (no es nunca) igual.

Miguel Ángel Campano. Vocales. E blanca doble, 1980. VEGAP, 2019
Miguel Ángel Campano. Vocales. E blanca doble, 1980. VEGAP, 2019

Otro rasgo esencial de la pintura de Campano es su extraordinaria variedad en el tiempo: esta muestra antológica no parece una individual sino una colectiva (ya lo advirtió el autor, que participó en su preparación antes de fallecer), porque sus obsesiones por artistas pasados nunca dejaron de evolucionar y por la propia variedad de sus referentes, de Poussin a Daniel Buren; a partir de ellos creó mundos hasta que de las fuentes de su inspiración solo quedaba una huella, y de ahí el título de la exhibición: “D´ après”.

El proyecto, comisariado por Borja-Villel, Beatriz Velázquez y Lidia Mateo Leivas, pretende reivindicar al artista y ordenar y recuperar su trabajo para el público, y se completa con obras sobre papel que se hallaron en cajas justamente durante la preparación de la exposición, tan recientemente que han podido incorporarse al recorrido pero no al catálogo.

Velázquez ha comparado hoy la producción de Campano, por su abundancia, hermosura y profusión, con las uvas que son el centro de su serie La grappa, derivada de La Grappe de Canaan, donde Poussin ilustra la historia del robo de un inmenso racimo de uvas por parte de los exploradores enviados por Moisés al valle de Escol. Y estas cualidades tuvieron mucho que ver, como ha señalado Mateo Leivas, con esa actitud de la que el mismo Campano hablaba: la suya fue próxima a la del estudiante, la del aprendiz que se sabe dentro de una genealogía artística que admira y de la que, a su vez, es deudor. Trabajó con un esmero casi artesanal, no dando nada por sentado y sin miedo a empezar de cero, concibiendo la pintura como epistemología, como medio para reconocer la realidad.

“D´ après” se articula en ambientes estructurados cronológicamente desde los setenta hasta la muerte de Campano. Se inicia con trabajos en pequeño formato, constructivistas y deudores de la abstracción geométrica cultivada por Gustavo Torner y el grupo de Cuenca. Para distanciarse de los esquemas rigurosos de aquellos, él hizo uso de recursos como el collage o el ensamblaje y también de papeles horadados en los que introdujo ensayos o insertos orgánicos a modo de variaciones.

Progresivamente, dejaría a un lado la geometría para adentrarse en la gestualidad, conociendo bien ya la abstracción y el expresionismo abstracto, sobre todo el de Motherwell y Kline. El color ganó presencia en sus lienzos en la transición entre las décadas de los setenta y los ochenta, como se evidencia en El puente II, La vorágine, El zurdo o R&B, trabajos previos a su primera serie Vocales, que realizó a partir del mencionado soneto Voyelles de Rimbaud, en el que este poeta asociaba imágenes y colores a los sonidos de nuestras vocales, traduciéndolos, por tanto, a la figuración.

Miguel Ángel Campano. Vocales II, 1983. VEGAP
Miguel Ángel Campano. Vocales II, 1983. VEGAP

Campano quiso ofrecer una respuesta abstracta a aquella asociación, generando las imágenes en las que podrían manifestarse los colores asociados a los sonidos de las vocales. Sería esta su primera creación importante desarrollada a partir de su investigación en la cultura francesa y continuaría evolucionando en Vocales II, dejando a un lado ya el color, esencial en el poema, y eligiendo negros y grises.

Alumbraba ya entonces el artista la idea de indagar más a fondo en la escuela francesa, así que en 1980 se instaló en París y comenzó a pintar atendiendo a Cézanne, Delacroix y el citado Poussin y acercándose a la figuración, salvo, precisamente, en El diluvio según Poussin, en el que buscó representar la muerte casi únicamente desde el color.

Su proximidad a aquellos maestros le llevó, en sucesiva cadena, a interesarse también por la pintura al natural, aunque desde un enfoque abstracto: lo vemos en la vitalista Mistral (1982), una suerte de contrapunto de El diluvio.

En esa línea de empaparse de múltiples referencias, también creó a partir de su visita a Delfos, ombligo antiguo del mundo que inspiró su serie Omphalos (1985). El pasado del lugar se superpone en estas obras a la experiencia que Campano tuvo de su paisaje. Y en esta misma época, durante sus largos periodos en Mallorca, pintó tanto naturalezas muertas como las vivas de la isla, dentro y fuera de su estudio. Esta vez, trabajó mirando a las geometrías de Juan Gris y las personales perspectivas de Cézanne. Y en aquella segunda mitad de los ochenta, muy fecunda para él, aún pintaría con un ojo en las alegorías de las estaciones de Poussin, en sus series de La grappa y Ruth y Booz, este último conjunto mucho más centrado en la geometría y el color.

Los noventa supusieron para Campano un giro al blanco y negro: sus obras de entonces se basan en el empleo únicamente de óleo negro, ganando la bidimensionalidad al ilusionismo. Aquella geometría plana, sin embargo, se haría más ligera y orgánica poco después, en sus Plegarias, creadas a partir de ritmos y repeticiones en las que fichas aparentemente aleatorias configuran su propio orden.

Miguel Ángel Campano. Vista de sala de la exposición "D´après" en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/Román Lores
Miguel Ángel Campano. Vista de sala de la exposición “D´après” en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/Román Lores

En el Reina Sofía veremos su serie-instalación Elias (d´après Daniel Buren), que tiene su eje en el punto como expresión fundamental y mínima de la geometría y en el estudio de su capacidad, y la de la pintura, para transformar espacios, y también una serie de trabajos que realizó a principios de los 2000, por encargo, dialogando con la producción de José Guerrero, su amigo y referente, pero sobre todo con La Brecha de Viznar, donde el de Granada había representado el fusilamiento de García Lorca. Contemplaremos en este apartado coloristas y gestuales paisajes abstractos que rompían con la depuración de su obra de entonces.

Cierran esta antología sus proyectos con transparencias y opacidades, cuadrículas y tejidos lungui, y sus preciosos velados en blanco: quiso buscar su absoluta potencia, pero reconoció que era imposible escapar de sus matices. También veremos algunas de sus Patrañas de los 2000: sencillas esculturas elaboradas con materiales muy humildes.

Miguel Ángel Campano. Vista de sala de la exposición "D´après" en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/Román Lores
Miguel Ángel Campano. Vista de sala de la exposición “D´après” en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/Román Lores

 

Miguel Ángel Campano. “D´ après”

MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. MNCARS

c/ Santa Isabel, 52

Madrid

Del 6 de noviembre de 2019 al 20 de abril de 2020

 

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