Mercurio y Argos, de Velázquez, recupera su formato original de la mano de un nuevo marco

Mercurio y Argos es una de las últimas obras pintadas por Velázquez y decoró el Salón de los Espejos del Alcázar de Madrid, la principal estancia protocolaria y representativa de este espacio. Perteneciente a las colecciones del Museo del Prado, su sentido compositivo original ha sido ahora recuperado gracias a un nuevo marco que logra ocultar los añadidos efectuados en la tela tras su realización y mejora la visualización de su escena.

En el siglo XVIII, a esta imagen se le sumó una banda de unos 25 centímetros que recorre todo su extremo superior, y otra más estrecha, de unos 10, se dispuso en el inferior. La misma operación se llevó a cabo en otras obras destinadas a decorar el Alcázar cuando se encontraba recién construido, con la finalidad de adecuar sus dimensiones al lugar; en el caso concreto de Mercurio y Argos, la adición alteró la lectura formal de la composición, cuyos personajes parecían invadir el primer plano, llegando Argos a proyectarse hacia el espacio del espectador, ya que su rodilla rebasaba el entorno ilusorio generado por el lienzo.

El objetivo del nuevo marco con el que se ha dotado a este trabajo, con el apoyo de American Friends of the Prado Museum y American Express, ha sido recuperar el formato original de la pintura sin intervenir en ella. Con ese fin se han estudiado distintos modelos de época para, por último, encargar una reproducción según marco español de finales del siglo XVI y mediados del XVII, tomando como punto de partida uno perteneciente al mismo Prado, en concreto el de El caballero de la mano en el pecho de El Greco. La moldura austera se corresponde en época y estilo con el lienzo, al tiempo que oculta en su interior estos añadidos. Se trata de una obra del artesano José Manuel García.

Esta aproximación de Mercurio y Argos a su estado original se inscribe en el programa Enmarcando el Prado, que se inició en 2019 y que ya ha implicado la incorporación de otros nuevos a Las hilanderas, también de Velázquez; Hipomenes y Atalanta, de Guido Reni y las tablas de Sopetrán.

Hay que recordar que la pinacoteca madrileña cuenta con una colección de marcos extensa y diversa, en técnicas y en estilos artísticos, con piezas fechadas desde el siglo XIII al XX. Siendo objetos con valor artístico por sí mismos, siempre se relacionan con la obra que cobijan: la protegen y sustentan, le aportan color y luz y conceden información sobre la representación.

Durante mucho tiempo fueron olvidados, pero el Prado lleva años trabajando en su revalorización y, en el camino, en la mejora en la visión de las obras que guardan. Se han estudiado a través del fotografiado, la medición y el siglado, su registro y documentación, la creación de una base de datos completa con la catalogación de cada uno, su restauración (de ser necesaria) y la documentación de ese proceso.

Velázquez. Mercurio y Argos, 1659. Museo Nacional del Prado

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