Wolfgang Laib (Metzinger, Alemania, 1950) inició sus estudios en medicina en 1968. Seis años después, terminada su licenciatura decidió dedicarse plenamente a su vertiente artística, presentando en 1975 su primera Milk stone, obra que sorprendió dentro de las corrientes minimalistas por su trasfondo metafísico y existencial. Desde entonces, sus casi treinta años de trayectoria se han convertido en un trabajo continuo de presentación de la naturaleza en su estado más puro.
Leche, polen, arroz, cera de abejas… extraídos directamente del campo que rodea su casa son los materiales que sirven para sus esculturas e instalaciones. Toda creación para Laib se concibe como un proceso cíclico donde la primera premisa es la conservación de la pureza de estos elementos. Desde la recolección del polen en las distintas estaciones, el montaje cuidadoso de la exposición y el mantenimiento de las mismas día a día estas sustancias son recicladas diariamente -, todo supone un ritual que comienza una y otra vez.
Esta característica labor, junto a la selección de las materias, todas ellas ligadas a la idea de nacimiento, crecimiento, muerte, y por eso mismo presentes en las diferentes culturas, sobre todo las orientales, hace que su obra se convierta en un ritual. Y exactamente es el objetivo último. Sus acciones, se pueden considerar así ya que van más allá de la instalación, se introducen dentro del proceso orgánico natural de la vida. Cada partícula, individualmente, y todo el engranaje se conforman como un microcosmos.
Este concepto naturista y religioso hace que el arte se encuentre en todo el proceso de creación, en los materiales no modificados, y que sean en si mismos esencia espiritual, y no únicamente vehículo para su expresión. Las palabras de Walter Benjamín en Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje humano, sirven a la hora de definir esta propuesta, tal y como se apuntó en la muestra que acogió la Fundación Joan Miró de Barcelona en 1989: … es fundamental comprender que la esencia espiritual se comunica en el propio lenguaje y no a través de él.
La retrospectiva que se presenta ahora en San Diego es la mayor que se ha hecho sobre Wofgang Laib, incluyéndose desde las primeras losetas de leche, los conos de polen, las casas de mármol y arroz, hasta las estructuras de cera, a las que se le suman 26 dibujos, normalmente no expuestos. Cuadrados, círculos, pirámides… colores, reflejos, texturas y formas que crean un entorno de contemplación y meditación para comprender el mundo en sí, sin contingencias temporales o geográficas, y con toda su vitalidad y energía.
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