El Centre Pompidou abre hoy una exhaustiva retrospectiva dedicada a Martial Raysse: hablamos del artista francés vivo más cotizado (gracias a Quinze août), aunque fuera de aquel país no nos resulte demasiado conocido y sus últimos trabajos apenas hayan visto la luz. Precisamente esta muestra, su primera antología en dos décadas, desvelará piezas inéditas de los últimos treinta años y pretende suponer un redescubrimiento del creador de Vallauris para el público galo e internacional.
Pionero en el uso del neón, Raysse mantuvo una cercana relación con las principales figuras de la vanguardia gala de los cincuenta, como Arman o Yves Klein y se empapó de las innovaciones del Pop Art en Los Ángeles y Nueva York. Alcanzó el éxito de crítica y público en los sesenta y, en 1968, coincidiendo con las movilizaciones de mayo en París, decidió alejarse del circuito artístico y establecerse en el campo. Desde entonces, sus trabajos establecieron estrechos nexos con la mitología y la literatura, desprendían cierto aire chamánico y, por propia decisión del artista, apenas se mostraron al público, aunque en algunos casos sí fueron adquiridos por destacados coleccionistas o realizados por encargo público.
En París podremos ver 250 obras de formatos muy diversos, pues Raysse, además de pintor, escultor y fotógrafo, ha trabajado como dibujante y como director de cine. En realidad, antes que artista fue poeta y abandonó la literatura en favor de la creación plástica en su búsqueda de un lenguaje universal capaz de expresar impulsos sensoriales. Autodidacta e imprevisible, apenas ha explicado su obra en textos, afirmando sólo que su acercamiento al arte se produjo de forma instintiva, temprana y natural.
La Costa Azul, la representación femenina, los cosméticos, la publicidad, el erotismo en el cine, el juego o la infancia inspiraron su imaginario, dominado por tonalidades brillantes y en contraste. Creó bodegones de vanidades contemporáneas y versionó obras maestras, como La Gran Odalisca de Ingres, a partir de materiales baratos y cotidianos, elevando desde la ironía lo banal y kitsch a la categoría de alta cultura (uno de los principios del Pop) y cuidando la oposición entre el color y el dibujo, y por analogía, entre la pasión y la razón.
Muy interesante y profusamente ilustrado, el catálogo de esta muestra recorre paso a paso la carrera de Raysse a través de sus distintas etapas.
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