Solo una semana después de que la nave Perseverance se adentrase en la atmósfera marciana, el CCCB barcelonés nos propone repasar los vínculos que nos unen al planeta rojo en una muestra que ha sido comisariada por Juan Insua y que estudia nuestra visión de Marte desde la antigüedad hasta hoy a partir del arte, la literatura y la ciencia. En el camino se nos invita a reflexionar sobre nuestra condición y futuro como especie humana y también sobre lo que de este planeta podemos aprender en relación con el comportamiento del clima y con la viabilidad de que habitemos fuera de la Tierra.
El recorrido de la exhibición se estructura en tres secciones: Marte en el cosmos antiguo, Ciencia y ficción del planeta rojo y Marte en el Antropoceno; en ellas contemplaremos esculturas, incunables, fotografías, dibujos, filmes, cómics, manuscritos, algunos objetos de coleccionista e incluso un meteorito: el KG 002; hay que recordar que estas piedras son la única fuente de información material al respecto que poseemos.
“Marte. El espejo rojo” comienza enseñándonos representaciones mitológicas del dios que da nombre al planeta, como el Mars Balearicus llegado del Museu de Mallorca, o testimonios de la astronomía antigua, como el incunable Almagesto de Ptolomeo; su cosmos geocéntrico pervivió durante trece siglos, hasta que Copérnico, Galileo o Kepler lo superaron, empleando tecnologías ópticas cada vez más sofisticadas. Aunque Marte recibió nombres distintos en las diversas culturas (Nergal, Mangala, Harmakis, Ares…), se le han concedido atributos comunes: una estrella roja en el cielo, un vínculo estrecho con la tierra desde el inicio de la agricultura o una potencia divina en materia bélica. Las cosmogonías primitivas lo asociaron a la virilidad y el ardor guerrero, confiriéndole la fuerza necesaria para la supervivencia o una desmesura desbordada si no la encarrila la razón.
Avanzando en el recorrido, se nos propone un viaje a la concepción de Marte desde el Renacimiento y a los instrumentos científicos y tecnológicos que, en los últimos siglos, nos han permitido muy paulatinamente saber más sobre este planeta, generándose a partir de sus hallazgos una literatura paralela que enriqueció el desarrollo de la ciencia ficción. Probablemente las novelas de Herbert George Wells, Ray Bradbury y Kim Stanley Robinson son sus ejemplos más conocidos.
Puede resultar paradójico o no que un mayor conocimiento científico en torno al planeta rojo se acompañara de la progresiva conversión del mismo casi en un icono pop, por eso la muestra hace hincapié en los lazos constantes entre la ciencia y la ficción, la literatura o la cultura popular, subrayando que muchos científicos, escritores, ingenieros o artistas, especialmente a finales del siglo XIX y principios del XX, compartieron obsesión por Marte. Basta recordar las supuestas señales marcianas que Tesla recibió en su teslascopio, a las que trató de responder; la considerada primera película norteamericana de ciencia ficción, Trip to Mars, producida por nada menos que Edison (previa invención del cinetoscopio) o la colección educativa de revistas pulp de Norman Saunders.
Fue justamente entonces, en los últimos compases del siglo XIX, cuando Marte comenzó a ser cartografiado. En 1877, el astrónomo Schiaparelli dibujó su articulación en estructuras lineales, a las que llamó canali, que tendrían origen natural pero que, al traducirse el término al inglés como canals, pasaron a interpretarse como artificiales: Percival Lowell dedicó décadas a demostrar que fueron construidos por una antigua civilización.
Asaph Hall descubriría sus lunas, Richard A. Proctor mapeó su superficie, Janssen y Huggins intentaron detectar vapor de agua y oxígeno y Flammarion no dudó de que existía vida alienígena. Los dioses habían muerto ya en el inconsciente colectivo, pero los relatos que interpretaban el cosmos continuaban transfigurándose y la carrera espacial y la llegada a la Luna incentivarían después la conversión del planeta en emblema cultural.
El cambio de siglo fue también época de médiums que aseguraron entablar comunicación con Marte, como William Denton y sus viajes en trance, Hugh M. Robinson y su supuesta reencarnación en Cleopatra o Hélène Smith, quien dijo haber descifrado el lenguaje marciano y describió la flora del planeta.
Se despide la exposición haciendo referencia a la actual emergencia climática y a la hipótesis de una colonización espacial futura como posible o inevitable salida (frente a ella, otros claman por preservar nuestro planeta como único hogar posible). En esta última sección de la muestra se sugiere que Marte podría ofrecernos respuestas sobre el origen de la vida; contemplaremos estampas terrestres que parecen marcianas e imágenes de Marte que podrían pasar por terrestres, junto a proyectos especulativos sobre nuestro futuro en el planeta rojo. Y de ahí el título de este proyecto: Marte deviene aquí espejo en el que la Tierra puede encontrar sus esencias.
“Marte. El espejo rojo” se acompaña, por último, de un nutrido programa de actividades: debates, proyecciones y propuestas para familias. Este próximo viernes, por ejemplo, el citado escritor Kim Stanley Robinson charlará con el investigador cultural y comisario José Luis de Vicente; Robinson es autor de una trilogía marciana y utópica compuesta por las novelas Marte rojo, Marte verde y Marte azul.
“Marte. El espejo rojo”
CENTRE DE CULTURA CONTEMPORÀNIA DE BARCELONA. CCCB
c/ Montalegre, 5
Barcelona
Del 25 de febrero al 11 de julio de 2021
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