No formó parte de la muestra “Exhibition by 31 Women”, que Peggy Guggenheim ofreció en 1943 en su galería neoyorquina Art of This Century, y que ahora conmemora en Madrid la Fundación MAPFRE, pero una de las mujeres artistas a las que la mecenas y coleccionista estadounidense impulsó fue la italiana Marina Apollonio (Trieste, 1940), autora de composiciones claramente ligadas al arte óptico y cinético y basadas en la utilización de sistemas matemáticos.
Ha reunido un centenar de sus trabajos más representativos, fechados desde los sesenta, la Collezione Peggy Guggenheim veneciana, que en “Beyond the Circle”, un proyecto comisariado por Marianna Gelussi, busca dar a conocer a un público amplio la rigurosidad de sus investigaciones visuales; lo envolvente y experimental de sus pinturas, esculturas, dibujos e instalaciones; y la vigencia de sus estudios con las posibilidades del dinámico blanco y negro. Resulta oportuna la presentación de este tributo en el Palazzo Venier dei Leoni, no solo porque sea Venecia la ciudad donde creció y reside Apollonio, y donde dio sus primeros pasos creativos, sino también porque subraya la importancia de sus lazos con la Guggenheim: fue en 1968 cuando, tras visitar una exposición suya en la Galleria Paolo Barozzi, esta descubridora de talentos le encargó la obra Rilievo nº 505, ahora parte de los fondos de este centro.
La antología, abierta hasta marzo del año próximo, viene igualmente a suponer un eslabón más en las exhibiciones de la Peggy Guggenheim Collection dedicadas a artistas de posguerra italianos que aquella patrocinó (Edmondo Bacci, Tancredi Parmeggiani) y cuenta con préstamos de un buen número de museos de ese país, suizos y alemanes.
Hija de Umbro Apollonio, crítico de arte y director del Archivo Histórico de la Bienal de Venecia entre 1949 y 1972, Marina reside en Venecia desde su infancia, cuando en 1948 se trasladó aquí con su familia y pudo formarse rodeada de artistas e intelectuales. Le gusta decir que quedó pronto infectada por el “virus del arte” e inició sus indagaciones en el asunto de la percepción hacia 1962, a partir del lenguaje más objetivo posible, el de la geometría, y particularmente centrándose en el círculo, en sintonía con el movimiento italiano llamado Arte programmata.
Su primera individual tendría lugar en su ciudad natal, en el Centro Arte Viva Feltrinelli en 1966, y para entonces explicaba Apollonio que su terreno era el de la exploración de las posibilidades fenomenológicas relacionadas con las formas y estructuras básicas, que en su opinión contenían de forma inherente la abstracción total, de base necesariamente matemática. Sus composiciones no tuvieron entonces, ni tendrían después, nada de divagatorias, sino que derivan de procedimientos completamente precisos: a partir de figuras primarias, como dicho círculo, analiza posibilidades estructurales como vía para activarlas, tratando de lograr resultados contundentes con los mínimos medios.
En sus comienzos siguió ese camino sola, sin adscribirse a tendencias o colectivos, y en contra de los deseos de su padre; sería el pintor y escultor Getulio Alviani, con quien compartía generación, quien le animó primero a mostrar sus creaciones, viéndose al año siguiente respaldada por un premio Chiodo de Oro en Palermo y por su participación en la tercera edición de la Bienal Nova Tendencija de Zagreb, una cita entonces sin estatutos y basada únicamente en afinidades electivas en la que conocería a Dadamaino, quien desde entonces fue su fiel amiga (Parra & Romero acogió recientemente la obra de esta última en Madrid).
En adelante viajaría Apollonio por toda Europa y se multiplicaron sus exhibiciones individuales y colectivas dentro y fuera de Italia, en algunos casos en compañía de autores claramente vinculados a las corrientes óptica y cinética; fue particularmente cercana al Gruppo N, radicado en Padua, en el que se integraron Alberto Biasi, Ennio Chiggio, Toni Costa, Massironi o Landi, y frecuentó asimismo el Gruppo T milanés (compuesto por Anceschi, Boriani, Colombo, Devecchi o Varisco), sin olvidar su constante cercanía a Dadamaino, Alviani y a creadores próximos a Azimut/h, como Manzoni o Castellani; al grupo Zero de Düsseldorf, como Nanda Vigo; o a los para entonces consolidados Bruno Munari y Enzo Mari. Con ellos compartió su deseo de crear siguiendo su propia visión utópica, de subvertir lo real sin alejarse de lo matemático. Pretendía trascender los postulados informalistas y elaborar un lenguaje universal y objetivo, apropiado tanto para su momento presente como para una realidad por llegar.
Hacia mediados de los setenta, mientras continuaba exponiendo con regularidad y abriéndose a técnicas nuevas como las propias de los soportes textiles, los profundos cambios históricos y sociales que implicaron el paulatino declive del arte óptico tuvieron, necesariamente, un impacto en su trabajo. Su siguiente buen momento, en cuanto a fortuna crítica se refiere, no llegaría ya hasta los 2000, cuando se produjo una reivindicación de esas tendencias: en 2007 Max Hollein, aún director del Metropolitan de Nueva York, contó con ella para una gran exhibición dedicada al Op Art que comisarió en Schirn Kunsthalle Frankfurt, y hace dos años formó parte de la colectiva “The Milk of Dreams” en la Bienal veneciana, junto a las citadas Dadamaino y Nanda Vigo y Lucia Di Luciano, Laura Grisi y Grazia Varisco.
De nuevo en esa ciudad tenemos ahora ocasión de comprobar sus desafíos a los límites de la superficie y de los marcos, su voluntad de abrir nuevas dimensiones más allá de las dos de sus más frecuentes soportes y la elegancia y exactitud que determinaron sus procesos: pretendía dar vida a la geometría frente a quienes le negaban más posibilidades de las ya alcanzadas por fría o estéril, regresó una y otra vez al círculo para hacer de él una posibilidad entre otras infinitas y, a la vez, quiso alcanzar a través de estas formas representaciones potenciales de la totalidad, del universo y de la línea.
Forman parte de esta antología las estructuras metálicas de su serie Dimaniche circolari, en las que trabajó en los sesenta y setenta abriéndose al movimiento circundante; otras esculturas basadas en la multiplicación de formas circulares; el elegante conjunto pictórico Gradazione, que pivota igualmente en torno a círculos concéntricos; o Rilievi a diffusione cromática, proyecto en el que círculos tallados en relieve sobre superficies plásticas monocromas parecen activarse con el desplazamiento del espectador.
Contrastan con las vivas tonalidades y los pequeños formatos de Espansioni y con una selección de sus dibujos tempranos, ejemplo ya de la armonía y coherencia que determinarían su trayectoria. El recorrido culmina con dos proyectos específicos para la ocasión: el environment Entrare nell´opera y la instalación musical Endings, esta última desarrollada junto al compositor Guglielmo Bottin.
“Marina Apollonio: Beyond the Circle”
Palazzo Venier dei Leoni
Dorsoduro 701
Venecia
Del 12 de octubre de 2024 al 3 de marzo de 2025
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