La sala Kutxa Fundazioa Kubo de San Sebastián inició el año de su vigésimo quinto aniversario con una muestra de la pintora informalista y abstracta María Paz Jiménez, vallisoletana de nacimiento pero residente buena parte de su trayectoria en esa ciudad vasca, y lo continúa con otra exhibición de la avilesina María Cueto, una figura relevante de nuestro arte textil desde que comenzara a trabajar a finales de los ochenta.
“Tejer lo efímero: texturas, repetición, geometría, circularidad” repasa, bajo el comisariado de Leire Vergara, la evolución de su producción a lo largo de cuatro décadas atendiendo a sus diversas formas de acercamiento a las fibras: desde sus intentos por presentar la estructura de los tejidos sobre películas fotosensibles hasta sus numerosos trabajos derivados del entrelazamiento de hilos vegetales en tejidos de escala pequeña o mediana, pasando por el despliegue de esculturas ideadas con esos materiales, que han implicado, en algún caso, su inmersión en cuestiones filosóficas o políticas, la ideación de diferentes imaginarios. Nunca, en todo este periodo, ha dejado a un lado Cueto el empleo de esos soportes, incluso cuando quedaban relegados en el panorama expositivo frente a disciplinas consideradas más estrictamente contemporáneas.
Son medio centenar sus composiciones reunidas ahora en San Sebastián, entre trabajos propiamente textiles, maquetas preparatorias de sus creaciones de mayor tamaño y tramas en acetato. Las piezas más recientes datan de 2023 y unas y otras se acompañan de documentación que da cuenta de sus pasos: cuadernos, bocetos, fotografías y catálogos.


María Cueto vino a sumarse a una tradición breve y selecta de creadores que cultivaban el arte textil desde los sesenta y los setenta, con el fin de aportar textura a sus propuestas expositivas y de favorecer en el público el desarrollo de una sensibilidad táctil y no únicamente visual. Reivindicaban, en último término, aquellos autores (Grau-Garriga, Aurèlia Muñoz) la consideración de la fibra como un material contemporáneo más.
Tras las huellas conceptuales y estéticas de esa generación comenzó su andadura esta artista asturiana, cuyas primeras obras fueron objetos de macramé que respondían a funcionalidades cotidianas pero que muy rara vez se habían elaborado de ese modo: un cinturón, una cinta de pelo, unos pendientes y una pitillera. Al realizarlos pudo estudiar la mecánica del nudo, las variaciones de composición surgidas durante los procesos manuales y la destreza de las manos en el camino, de modo que en un primer vistazo podían parecernos enseres sin trascendencia (y de estética vintage), pero tienen mucho de documento del modo de pensar de esta autora en sus inicios.
Cueto pudo beneficiarse en los noventa de una estancia en Arteleku que le permitió conocer a artistas establecidos y de su tiempo y adentrarse también en otras técnicas, como la serigrafía. Aproximadamente desde aquel periodo sus creaciones con fibras estarán basadas en la lentitud y la experimentación: en la generación de urdimbres y tramas a partir de distintos elementos.
Cuando la artesanía perdía terreno, ella se zambulló en las fibras naturales, en el empleo de una materia en bruto que la conectaba con piezas populares y casi ancestrales, paulatinamente bidimensionales. Las series Lectura interior (1992-1995), Memoria vegetal (1993-2000) y Juncos del recuerdo (1994-2002) remiten precisamente al origen vegetal del material: la primera conecta con la gráfica al seguir el rastro del trazo que dejan las fibras entrelazadas y tomó forma de libro de muestras.
Contemporáneamente, a principios de los noventa, llevó a cabo Tejido para lámpara (1993), desde propósitos a un tiempo funcionales y experimentales (tamizar la luz y explorar las sombras que de esta última derivan) y, después, Trama textil de tejido para lámpara (1996), que contiene con delicadeza la estructura liviana del objeto textil.
En cuanto a Memoria vegetal, supuso una de las primeras materializaciones de su obra en las grandes escalas y pensándola para ser contemplada en el espacio, incluso atravesada por luces que den lugar a contrastes y sombras, sugerentes a su vez de dinamismo y efectos temporales. Por su parte, en Juncos del recuerdo asistimos a la transición de una estructura tejida bidimensional a una disposición tridimensional, por necesidad más liviana.

En ese mismo camino ha continuado ahondando desde los 2000, tratando de incorporar volumen y de evolucionar hacia el concepto de site-specific, por su posible mayor impacto en el espectador. Así, Árbol de sueños (2004) y Gaia: morada del aire (2006) proyectan textura en forma de sombras sobre el entorno donde se exhiben, a la vez que se nos ofrecen como composiciones volumétricas envolventes.
Desde entonces ha seguido trabajando en dos direcciones: una basada en la experimentación formal y la otra en la urgencia de proyectar imágenes o mensajes críticos mediante la forma. Su constante adopción de la materia vegetal, además, le aporta un posicionamiento de primera hora respecto a cuestiones ecológicas.
En ocasiones se vale de geometrías de raigambre abstracta, pero al contener éstas elementos orgánicos vegetales parece reclamar la artista una relación más fluida entre ciencia y creación.


María Cueto. “Tejer lo efímero: texturas, repetición, geometría, circularidad”
Mikeletegi Pasealekua, 81
San Sebastián
Del 20 de junio al 28 de septiembre de 2025
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