Marc Chagall, cuento y moraleja

Una muestra en Düsseldorf estudia su etapa primera

Düsseldorf,

Hace justo un año la Fundación MAPFRE analizaba el conjunto de la trayectoria de Marc Chagall yendo más allá de la inocencia y la poesía que, razonablemente, se atribuyen a su obra: aproximándose al compromiso humanista que las circunstancias de su vida y su contexto le empujaron a adquirir. Ahora es el K20 – Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf quien recoge el guante y dedica una extensa exposición al artista de Vítebsk: repasa el conjunto de su andadura, a través de ciento veinte pinturas y composiciones en papel, pero especialmente su etapa primera, la transcurrida entre 1910 y 1923, haciendo hincapié en la influencia poderosa de las vanguardias en su visión de lo real y, sobre todo, en el lado socialmente crítico y algo más oscuro de su producción.

Arranca el recorrido, cronológicamente, con la llegada del pintor a París, en 1911 y con solo veintitrés años: no tenía dinero, hablaba poco francés y se sintió abrumado por la modernidad y la energía de la ciudad. Fueron bastantes los autores judíos como él que se establecieron en Francia en aquellos años: a diferencia de la situación en otros países europeos, allí eran reconocidos como ciudadanos libres desde 1791, por más que no fueran raras las situaciones discriminatorias en la vida cotidiana.

Al contrario que la mayoría de esos artistas migrantes, Chagall accedió rápidamente a los círculos parisinos de la vanguardia creativa y literaria y formó parte de un grupo muy unido de amistades que se apoyaron mutuamente: en su núcleo se encontraban los escritores y críticos de arte Guillaume Apollinaire, Blaise Cendrars y Ludwig Rubiner, el teórico cinematográfico Ricciotto Canudo, y los artistas Robert y Sonia Delaunay o Fernand Léger, entre otros. Herwarth Walden, galerista berlinés y editor de la revista Der Sturm, también era miembro de esa hermandad y en 1913 presentó obras del aún desconocido Chagall en el Primer Salón de Otoño Alemán y le ofreció su primera gran individual en 1914.

Como muchos creadores jóvenes, experimentó con los estilos manejados por aquellos compañeros de vanguardia: conjugó las tonalidades fauvistas y la diversidad de planos del cubismo con motivos judíos o ligados al folclore de Europa del Este. El resultado fue un mundo surrealista de motivos basados ​​en sus propias experiencias que hizo a Chagall único en ese tiempo. Individuos y animales flotantes, violinistas en tejados, gigantes, enanos y seres híbridos pueblan sus composiciones, siempre pintadas con colores deslumbrantes. Su lenguaje era “surnaturel” (sobrenatural), como expresó con entusiasmo Apollinaire en su primera visita al estudio del ruso.

Chagall. K20 – Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf
Chagall. K20 – Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf

En tan solo cuatro años, fue capaz de desarrollar un estilo imposible de confundir. Los mundos extraños que Chagall creó no eran únicamente cuentos de hadas con carga poética, sino que contenían una aguda crítica a las condiciones sociales de su momento. No dejó de reflexionar sobre sus orígenes: sobre todo en sus primeras obras, abordó su infancia y juventud en los confines del barrio judío de la mencionada Vítebsk. Esa pequeña ciudad, con sus casas densamente pobladas y la distintiva torre de su iglesia, fueron para él un motivo frecuente y pinturas como Sabbath (1911), La habitación amarilla (1911), A Rusia, asnos y otros (1911) y Gólgota (La Crucifixión) (1912) narran historias de la vida judía cotidiana, de festividades y costumbres, de amor y lujuria, pero también de las acusaciones de asesinato ritual y pogromos que conoció en su villa natal en 1905.

Tras aquella exposición en la Sturm-Galerie de Berlín, Chagall viajó a Vítebsk en el verano de 1914: había planeado quedarse allí poco tiempo, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial le impidió regresar a París. Permaneció en Rusia durante ocho años, alternando estancias en San Petersburgo, Vítebsk y Moscú; su matrimonio con Bella Rosenfeld daría entonces un nuevo impulso a su arte: su felicidad se convirtió en un motivo central. Al mismo tiempo, volvió a temas familiares: pintó a sus padres y hermanos; sus únicos experimentos pictóricos de aquel tiempo tenían que ver con paisajes y amantes.

Chagall. K20 – Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf
Chagall. K20 – Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf

Las promesas de la Revolución de Octubre de 1917 despertaron inicialmente el entusiasmo de Chagall: en 1918, fue nombrado Comisionado de Bellas Artes de la región de Vitebsk, fundó una academia de arte y se convirtió en su director. Invitó a artistas tan relevantes como El Lissitzky y Kazimir Malévich a impartir clases, pero sus diferentes visiones respecto a la pintura y su relación con los nuevos tiempos dieron lugar a disputas, especialmente con Malévich, quien defendía ya el suprematismo, esos lienzos abstractos y puros. Cuando los alumnos de Chagall prefirieron serlo de Malévich, el primero abandonó el centro y se trasladó a Moscú. En K20 encontraremos una serie de extraordinarias obras sobre papel que muestran cómo, pese a ese encontronazo, Chagall experimentó con composiciones abstractas a lo largo de los años.

Regresaría a Berlín en 1922 y luego a París en 1923, descubriendo que las obras que había dejado atrás habían sido vendidas o destruidas: comenzaría a pintar nuevas versiones de aquellas, que deleitaron a coleccionistas y galeristas. Por primera vez, pudo llevar una vida despreocupada en las décadas de los veinte y los primeros treinta: tendría su traslación en una nueva ligereza en sus telas y en una aplicación casi transparente de los pigmentos. Motivos de Vítebsk se yuxtaponen con nuevas impresiones de Francia; en aquella época, declinó una invitación de los surrealistas para unirse a su grupo.

Chagall. K20 – Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf
Chagall. K20 – Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf

Desde ese periodo, es casi imposible discernir un desarrollo estilístico cronológicamente identificable en la obra de Chagall: repitió motivos y temas pictóricos, generó nuevos contextos para ellos y se inspiró en etapas anteriores de su trayectoria. En 1941 emigró a Nueva York para no regresar a Francia hasta 1948; hacía tiempo que se había consolidado como artista internacional, con numerosas exposiciones e importantes encargos de vidrieras y obras decorativas para teatros y óperas.

En sus últimas obras, de la década de 1960 a la de 1980, también reaccionó con sensibilidad a los acontecimientos sociales de carácter internacional; Vítebsk y París se convirtieron cada vez más en lugares de añoranza y Cristo, como judío crucificado, en un símbolo universal del sufrimiento.

El punto de partida de esta exhibición alemana, comisariada por Susanne Meyer-Büser y organizada junto a la Albertina, son tres pinturas creadas en París antes de la Primera Guerra Mundial y ahora en la colección de la Kunstsammlung, que se encuentran entre las más relevantes entre su legado temprano: Autorretrato con pinceles (1909), El violinista (1911-1914) y Rabino con limón (Vacaciones) (1914).

Chagall. K20 – Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf
Chagall. K20 – Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf

 

 

“Chagall”

KUNSTSAMMLUNG NORDRHEIN-WESTFALEN

Grabbeplatz 5

Düsseldorf

Del 15 de marzo al 10 de agosto de 2025

 

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