Gabriele Finaldi
Hay que volver a Londres porque el año 2000 ha significado un verdadero renacimiento para los museos gracias a los beneficios derivados de la Lotería Nacional, auténtico cuerno de la abundancia.
La lista es extensa: La Dulwich Picture Gallery, que tiene magníficas obras de Rembrandt, Poussin y Murillo, ha sido completamente renovada. También está abierto al público el nuevo museo de arte contemporáneo, el gigantesco Tate Modern, situado junto al Támesis en una antigua central eléctrica. La National Portrait Gallery tiene un nuevo atrio de gran elegancia y la Wallace Collection ha creado nuevos espacios para exposiciones, salas de estudio, y un patio cubierto con restaurante. No obstante, lo más impresionante ha sido la inauguración en diciembre del ‘Great Court’ del British Museum, proyecto de Norman Foster. En el centro del museo y alrededor de la bellísima cúpula que fue la antigua sala de lectura de la British Library, se ha creado un enorme espacio para acoger a los visitantes que vienen al museo, cifra que supera los cinco millones al año. El techo es una estupenda red de acero y cristal, que tiene toda la gracia de una ola de mar.
Proyecto de Norman Foster para el Great Court del British Museum