Cuando se cumplen diez años de su fallecimiento, Tate Liverpool rinde homenaje este verano a una de las figuras señeras de la pintura británica y del retrato moderno en la segunda mitad del siglo XX, Lucian Freud. Sus muestras son habituales en Londres, pero no tanto en esta zona noroeste de Inglaterra, que no acogía una exposición de este artista desde hace treinta años; la que ahora le brinda la Tate, “Real Lives·, reúne algunos de sus lienzos y grabados emblemáticos y también fotografías que nos acercan a su taller y su vida personal.
El recorrido presta especial atención a sus modelos, que en el caso de Freud a menudo fueron familiares y amigos a los que pintó en diversas ocasiones a lo largo de los años, en trabajos en los que dio cuenta de la evolución de su visión de estos cercanos, pero también de los avances en su virtuosismo técnico y del desarrollo de su estética.
Amante siempre de su privacidad, el camino más directo para acercarnos a Freud como hombre son justamente sus propias obras, por eso este proyecto quiere rastrear, a partir de ellas, los cambios personales y artísticos que atravesó y a quienes entraron y salieron de su vida a lo largo de cerca de seis décadas. Ya afirmó él mismo que su legado era puramente autobiográfico, que se centraba en sí mismo y en su entorno y que creaba a partir de la gente que le interesaba y se sentía más libre trabajando junto a ellos que solo. También es sabido que, en cada una de sus pinturas, celebró el autor inglés el cuerpo humano en todas sus formas y volúmenes, concediendo una atención abierta y franca a lo físico que rara vez algún artista había cultivado antes sin esconder vulnerabilidades.
No faltan en Liverpool retratos del performer Leigh Bowery, de su primera esposa Kitty Garman, del pintor David Dawson, que también fue su amigo y asistente fiel, y de su madre, Lucie Freud. Nos los presenta en su desnudez, sin escatimar ni un ápice de su fragilidad, o desde una proximidad paralizante, casi intrusiva, que enfatiza igualmente la humanidad de los sujetos. También forman parte de esta exhibición el conjunto de las obras de Freud incluido en los fondos de la Tate, entre ellas Girl with a Kitten (1947) y Girl with a White Dog (1950–1951).
En cuanto a sus grabados, se han recogido tanto ejemplos tempranos y experimentales de la década de los cuarenta como un número sustancial de composiciones de mayor formato y más complejas que llevó a cabo a raíz de su redescubrimiento de esta disciplina, a principios de los ochenta. Trabajó Freud la superficie de estas piezas como si de lienzos se tratase, colocando el cobre en posición vertical sobre un caballete e imprimiendo sobre él finas líneas. Retrató, en ese medio, a los mismos modelos que vemos en sus pinturas, por lo que se incide en la maestría que logró en una y otra técnica.
Las instantáneas reunidas, por su parte, vienen a subrayar los profundos lazos entre la vida y la producción del artista. Cecil Beaton lo retrató al inicio de su carrera, en los cincuenta; entonces mostraba Freud una imagen bien distinta a las que aparecen en las fotografías realizadas, entre los noventa y 2010, por Bruce Bernard y David Dawson, que nos lo presentan en su estudio, junto a sus modelos, ya en sus años de gloria creativa y declive vital.
“Lucian Freud: Real lives”
Royal Albert Dock Liverpool
Liverpool L3 4BB
Del 24 de julio de 2021 al 12 de enero de 2022
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