Francisco Calvo Serraller
Londres, invierno 2005
A la espera del gran acontecimiento cultural del año, la exposición de Caravaggio que la National Gallery de Londres inaugurará a finales de febrero, la actualidad londinense se encuentra surtida de exposiciones temporales de visita imprescindible:
La Tate Britain redescubre con una inteligente selección de obras y un montaje ejemplar, al escultor británico , el artista que dio a la escultura color y música.
Arrancando con obras de los años 50, donde se aprecian las huellas de la prehistoria junto a las de los contemporáneos Moore, Picasso y Matisse, la muestra continua con dibujos espaciales que se acercan a Julio González y David Smith. Este recorrido lleva a la obra, que en clave post-pictórica, logra bellísimas formas abstractas con acero pintado, planos y líneas recortadas que muestran los ecos de Mondrian y Malevitch. Después, vendrán las piezas realizadas en pequeño formato que evocan la dicción constructivista y que conforman el preludio de la fascinación del artista por lo orgánico. Esa fascinación se ubica en la década de los 70, en la cual se configura su período más barroco. En esta misma época, se presenta el momento del abrupto cambio en la apreciación crítica hacia la obra de Caro, al ingresar en la legión de artistas “pasados de moda”. La retrospectiva de la Tate Britain explica el sentido de la evolución del artista y logra restituirlo como uno de los escultores más singulares y refinados de las últimas décadas, mostrando cómo hasta en su etapa final, la más arquitectónica, no se halla en absoluto agotado sino abierto a experiencias más profundas, complejas y arriesgadas.
La Royal Academy of Arts, por su parte, exhibe un centenar de variados objetos de la cultura de etnias nómadas de Eurasia, cuya creciente asimilación de la civilización china y persa le hizo alcanzar un formidable refinamiento propio, ya maduro hacia el siglo XIV. La exposición “Turcos: un viaje a través de mil años, 600-1600”, reúne maravillas entre textiles, cerámicas y caligrafías.
Otras muestras interesantes son: la pequeña, pero exquisita, exposición en torno al cuadro “La hija del doctor Rouart” de Degas en la National Gallery, la de Boucher y las manifestaciones de la pintura galante -Watteau, Greuze, Fragonard- en la Wallace Collection, o “Rostros en la multitud”, que partiendo de una idea baudeleriana, se ha pretendido unir en la muestra de la Whitechapel que va desde Manet o Munch hasta lo más actual. Por último, es necesario destacar también la instalación sonora del túnel de Bruce Nauman en la Tate Modern.
Anthony Caro
Night Movements, 1987-90
Tate
© Photography: John Riddy