Lo invisible según Forrest Bess

Forrest Bess: Seeing things invisible Forrest Bess: Seeing things invisible

La Menil Collection dedica una retrospectiva a la inquietante obra del artista de Texas

Houston, 18/04/2013


“Forrest Bess: Seeing things invisible”

THE MENIL COLLECTION
1515 Sul Ross 77006
Houston
Del 11 de abril al 18 de agosto de 2013
De miércoles a domingo, de 11:00 a 19:00 horas

En vida experimentó tanto el caluroso reconocimiento como un doloroso aislamiento y tras su muerte, en 1977, su fama internacional ha mantenido esos altibajos, pero en los últimos meses es de nuevo objeto de estudios entusiastas sobre su obra en Estados Unidos, sobre todo desde que el año pasado, en el marco de la Bienal de Whitney, Robert Gober presentara bajo su comisariado la muestra “The Man That Got Away”, que trataba de iluminar algunos de los puntos más oscuros de la vida y la obra de Forrest Bess.

La Menil Collection abre mañana la primera retrospectiva que un museo dedica a Bess en los últimos veinte años, una muestra que incluye cuarenta y ocho pinturas del artista fechadas entre 1946 y 1970 y procedentes de colecciones privadas estadounidenses y europeas, del MoMA, el Whitney Museum, el Museum of Contemporary Art de Chicago, el Museum of Fine Arts Houston y la propia Menil Collection.

La figura y la producción de Forrest Bess siempre se han asociado a la ciudad de Houston, donde trabajó en su primera etapa, y a su Contemporary Arts Museum, que de la mano de John y Dominique de Menil se convirtió en uno de los primeros centros en mostrar sus trabajos. No es casualidad por ello que esta amplia retrospectiva sea organizada ahora por la Menil Collection (en septiembre viajará al Hammer Museum y en enero al Neuberger Museum of Art).

Nacido en la ciudad texana de Bay City en una familia completamente ajena al arte, aprendió a pintar copiando ilustraciones de libros y revistas y más tarde imitando bodegones y paisajes de artistas a los que admiraba, entre ellos Van Gogh. Al parecer, desde su infancia experimentó alucinaciones intensas que le intrigaban tanto como le asustaban y que, unidas a la conciencia de su homosexualidad, le llevaron a sumergirse en el estudio de la psicología, la literatura, la filosofía, la antropología o la religión.

Tras un periodo de inactividad a raíz de las traumáticas experiencias que vivió durante su reclutamiento en la II Guerra Mundial, Bess volvió a pintar en 1946 a modo de terapia, pero su modo de vida no fue el arte durante los años siguientes, sino la pesca. No obstante, en temporada baja y por las noches, leía con fruición, escribía y pintaba, dando lugar a un buen número de lienzos de enigmático simbolismo.

Pese a su aislamiento, llegó a conocer sus trabajos el marchante de Nueva York Betty Parsons, quien consiguió que Bess expusiera en seis ocasiones de forma individual entre 1949 y 1967, y también logró el apoyo de Meyer Schapiro.

Desde 1967 su obra no volvió a exponerse hasta 1981, cuando el Whitney le dedicó una retrospectiva, así que el artista nunca vio cumplido su sueño de mostrar sus pinturas junto a sus escritos y bocetos. Obsesionado por aunar en su personalidad lo masculino y lo femenino en una pretensión de resonancias leonardescas, llegó a operar sus genitales para convertirse, según relata Gober, en pseudo-hermafrodita, experiencia que se hizo presente en su obra y en la muestra que Gober comisarió.

Por su estilo y por la influencia que en él tuvieron los postulados psicológicos de Jung, su producción se compara a menudo con la de Pollock y Rothko, con quienes compartió galería en Nueva York a principios de los cincuenta, pero Bess se alejó del Expresionismo abstracto para intentar reproducir los símbolos místicos que formaban parte de las visiones que le acompañaron a lo largo de toda su carrera.

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