Cada año desde hace doce, el Aspen Art Museum de Colorado concede el Aspen Award for the Art a consolidados artistas por sus contribuciones a la creación contemporánea. Se trata, por tanto, de premios al conjunto de una trayectoria; como prueba la nómina de galardonados hasta ahora, en la que no hay margen para el hallazgo: Richard Tuttle, Tony Feher, Jim Hodges, Ed Ruscha, Fred Tomaselli, Marilyn Minter , Roni Horn, Tom Sachs, Teresita Fernández, Ernesto Neto, Lorna Simpson y Gabriel Orozco.
Todos ellos recibieron este reconocimiento los pasados veranos en el Aspen Museum, durante el ciclo de eventos ARTCRUSH que este centro programa. Y el próximo en recibirlo, el 4 de agosto, será Lawrence Weiner, uno de los padres del arte conceptual y pionero en la “desmaterialización” de la creación.
Neoyorkino nacido en 1942, Weiner ha empleado el lenguaje (y las ideas) como material escultórico durante más de treinta y cinco años. La base de su producción ha sido la convicción de que un artista puede servirse de cualquier material y presentarlo como arte sin necesidad de descontextualizarlo. Así lo afirmó ya en 1969, en su Statement of Intent, una declaración de intenciones a la que se ha mantenido fiel buscando enfatizar las cualidades visuales y espaciales del lenguaje.
Sus tres principios básicos, que cobran sentido al enlazarse, son: El artista puede construir la pieza. La pieza puede ser fabricada. La pieza no necesita ser fabricada. Que, bíblicamente, se resumen en uno: El artista puede elaborar con sus manos la obra de arte, pero no tiene por qué.
Desde los años setenta, tras formular aquella suerte de manifiesto individual, a Weiner lo asociamos fundamentalmente a las “esculturas” que ha llevado a cabo con pintura y vinilo presentando textos ambiguos y provocativos, sentencias abiertas a interpretaciones muy diversas y vinculadas a menudo a la exploración del propio núcleo del lenguaje. Además de en las paredes de museos y galerías, hemos podido contemplarlas en todo tipo de ubicaciones, desde paisajes a medios urbanos, y a menudo el críptico Weiner ha pretendido con ellas llamar nuestra atención sobre la relación entre personas y objetos (siempre vía palabras).
No parece la clase de artista al que los reconocimientos le interesen demasiado, pero Weiner, que continúa residiendo en Nueva York y expuso el año pasado en Kunsthaus Bregenz, ha comenzado bien el año: en enero obtuvo el Wolf Arts Prize que concede la Wolf Foundation israelí.
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