Los trabajos de animación de Zilla Leutenegger combinan las posibilidades tecnológicas del vídeo y las expresivas del dibujo y presentan cierto componente autobiográfico, pues esta artista suiza se sitúa a sí misma como sujeto y objeto de las acciones que se desarrollan en sus trabajos.
Su producción plantea cuestiones vinculadas a la definición y la representación de la identidad en la era tecnológica, pero, pese a lo aparentemente árido de esta temática, incorpora referencias a la fantasía, los sueños, la memoria y las emociones, sobre todo a la alegría y la soledad.
A través de trazos simples y proyecciones de luz y vídeo representa mundos interiores, espacios psicológicos que incorporan recuerdos de su infancia desde un lenguaje muy característico que, unido al cuidado de los resultados técnicos, ha convertido a Leutenegger en referente de la animación actual en su país. Es representada por la consolidada Galeríe Peter Killchmann.
Sus trabajos parten siempre del dibujo, realizado a veces en papel y otras veces sobre pared; se trata de dibujos, o esbozos, en blanco y negro, que adquieren dinamismo al proyectar sobre ellos vídeos, de modo que ambos medios se expanden en el espacio tridimensional. La sencillez formal del conjunto propicia la creación de atmósferas íntimas y poéticas, aunque no queden abandonados el humor y la ironía.
Aquí en España comenzamos a conocer los trabajos de Leutenegger a partir de su participación en ARCOmadrid 2003, que tuvo a Suiza como país invitado. Su éxito entonces ya resultaba llamativo: en aproximadamente cinco años de carrera, protagonizaba cuatro o cinco exposiciones individuales anuales y se abría paso en la escena internacional quizá por nuestra cada vez mayor querencia por creaciones ligeras, sin excesivas pretensiones, frescas y sencillas.
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