Quedan algo menos de dos semanas para que comience la 59ª edición de la Bienal de Venecia y el Ministerio de Asuntos Exteriores, a través de AECID, presentó el pasado viernes los detalles de la propuesta con la que España se sumará a esa cita, en la que nuestro país viene participando desde 1950. Celebramos, además, otra efeméride: el centenario de nuestro Pabellón como espacio expositivo.
Tres años después de la última muestra italiana, excepcionalmente debido a la pandemia, y bajo el comisariado de Bea Espejo, Ignasi Aballí exhibirá un proyecto desarrollado específicamente para ese espacio: Corrección, que plantea justamente una revisión conceptual del Pabellón español y que también nos invita a reflexionar, como su título indica, sobre el valor de las equivocaciones: atendiendo a la llamada teoría de los errores, estos se encuentran en el origen de todo y, según la física, es muy probable que un pequeño desequilibrio entre materia e inmateria (cuya presencia debería haber sido pareja) diera lugar al Big Bang. Robert Bresson también hizo hincapié en la necesidad de desequilibrar para reequilibrar y en que de ella puede nacer otra forma de mirar.
Atendiendo a ese planteamiento, Aballí se ha propuesto girar nuestro Pabellón. Situado en una de las esquinas de los Giardini y cerca de la entrada a la Bienal, se encuentra ligeramente desplazado respecto a los espacios de Bélgica y Holanda; contemplado desde ese enfoque, puede parecer un Pabellón ciego y en ese error cayó el artista al mirar los planos. Por su cercanía al Pabellón belga, los muros de una y otra construcción parecían tocarse a la vista.
Nos reta Aballí a imaginar que ocurriría si la ubicación de nuestro Pabellón hubiera sido errada (lo que implica cierta osadía teniendo en cuenta su valor representativo) y si sería posible corregirla, girándolo para ponerlo al nivel espacial de los demás. Se provoca así una acentuada desviación, tanto real como simbólica, que implicará que el espacio de exposición quede desdibujado y adquiera una disposición interior más confusa, a la que el espectador habrá de responder dando más rodeos, circunstancia en el fondo habitual y casi esencial a las bienales.
El giro que Aballí sugiere es en el fondo mínimo, pero sus consecuencias no lo son y el mensaje que nos envía es el que transmite buena parte de la producción de este autor conceptual: todo está hecho ya y solo podemos rehacer; paradójicamente él busca hacer lo mínimo, pero acaba haciendo más de lo que pretendía.
Para el catalán, el error y su reparación son materiales de trabajo como lo son también el polvo o los recortes de prensa y con unos y otros busca expandir los límites de lo pictórico, subrayando que ciertos materiales pueden, a nuestra mirada, convertirse en otra cosa. Es el caso de los seis libros sobre Venecia que integran también su proyecto aquí y que corrigen igualmente la visión de esta ciudad que ofrecen las guías turísticas, quizá tan torcidas, dice Espejo, como el propio Pabellón español respecto a sus vecinos.
Explica, además, la comisaria que el conjunto del proyecto para el Pabellón de España de Ignasi Aballí lanza más preguntas que respuestas. Funciona a la vez como meta exposición y como desaparición. También parte de un posible error para provocar otro mayor, un error doble. La imposibilidad de que los dos espacios puedan convivir sin que ambos hagan concesiones. La tentativa de compararse a los demás sabiendo que esa ruta no lleva a ningún sitio. La invitación a salir de los Giardini para buscar unos libros gastando seguramente el tiempo para ver la Bienal. La expectativa curricular de llegar a un evento como el de Venecia y desaprovechar el espacio expositivo. El juego visual de dejar el pabellón aparentemente vacío y, a la vez, extremadamente lleno. Un pabellón que revela una imagen desencajada de España que, a su vez, es el habitual paisaje de Venecia.
Esa vaciedad, o esa plenitud, se articula, como avanzábamos, en dos acciones: la intervención arquitectónica a escala 1:1 del Pabellón y la edición de la media docena de guías, ambas ideadas para solventar los posibles errores en los que ha recalado Aballí durante su investigación en torno a la fisonomía de este complejo y de su anfitriona, Venecia. Con el modelo arquitectónico, como decíamos, el artista corrige la disposición del edificio español realizando en su estructura un giro de solo diez grados; las guías, por su lado, le permitieron enmendar la idea convencionalmente aceptada de qué es una guía turística de esa ciudad.
Así Corrección supone, en el fondo, una nueva construcción del interior del Pabellón de España, modificando su memoria en términos espaciales: se mezclarán en él las paredes originales, que no han sido tocadas pero se convierten en material en desuso, con las paredes nuevas generadas por el giro. En cuanto a las guías, frente a las vendidas en las tiendas, que hablan de la ciudad italiana como villa turística y decadente, Aballí propone otras que nos invitan a una visita más lenta en la que nos detengamos en aquellos puntos relacionados con sus prácticas creativas.
Serán distribuidas en varios puntos de la ciudad y de la propia Bienal y responden a seis aspectos: Casi (un recorrido conceptual por el pabellón, la Bienal y Venecia), Inventario (otro atendiendo a los colores de las paredes), Historias (sobre estampas venecianas y saturación visual), Panorama (en torno a detalles y materiales), Horizontes y Paisaje (en relación a nociones atmosféricas).
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