Medio centenar de artistas valencianos que trabajaron entre mediados del siglo XIX y mediados del siglo XX y que tuvieron mucho que ver en la renovación de los parámetros académicos de representación de los paisajes y las escenas de costumbres son los protagonistas de una nueva muestra en la Fundación Bancaja.
“Escenas y paisajes en la pintura valenciana. Siglos XIX y XX” ha sido comisariada por Javier Pérez Rojas y reúne cerca de cien piezas, algunas inéditas, de autores muy celebrados y otros no tan conocidos fuera de esa región: Joaquín Agrasot, Francisco Aguar, Agustín Almar, Teodoro Andreu, José Barreira, José Benavent, Manuel Benedito, José Benlliure Ortiz, José Benlliure Gil, Luis Beut, José Bru, Francisco Cabedos, Vicente Castell, Enrique Cuñat, Francisco Domingo Marqués, Luis Dubón, Rafael Estellés, Antonio Esteve, Bernardo Ferrándiz, Emilio Ferrer, Pedro Ferrer Calatayud, Emilio Ferrero Gómez, Antonio Fillol, Isidoro Garnelo, Balbino Giner, Constantino Gómez, Josep Guiteras, José Manaut, Enrique Martínez-Cubells Ruiz, Salvador Martínez Cubells, José Mongrell, Bartolomé Mongrell, Antonio Muñoz Degrain, José Navarro, Enrique Navas, Julio Peris Brell, José Pinazo, Ignacio Pinazo, Cecilio Pla, Josep Renau, Amadeo Roca, Honorio Romero, Emilio Ros, José Ros, José Segrelles, Pedro Serrano, el imprescindible Joaquín Sorolla, Ramón Stolz, Luis Felipe Usabal, Ernesto Valls, Emilio Varela y Julio Vila Prades.
Saldrán a nuestro paso escenas de labradores y huertanos, cartelería festiva y claramente moderna, visiones hedonistas del campo fértil valenciano como Arcadia (en las que hombres y mujeres llegan a convertirse en sátiros y ninfas en momentos de desenfado), composiciones del mar y la Albufera de Valencia, retratos de valencianas con indumentaria característica y estampas de religiosidad popular.

Pretende esta exposición recalcar hasta qué punto la vida rural y la figura del campesino (o agricultor) adquirieron un rol preponderante en la plástica desarrollada en esta región durante un siglo, casi hasta la gran industrialización de los sesenta: a menudo eran, esos habitantes y trabajadores del campo, representados como depositarios de una identidad tradicional que se atisbaba que no perduraría.
Si algunos artistas idealizaron sus formas de vida o las interpretaron como expresiones genuinas de la cultura popular, otros quisieron hacer hincapié en lecturas sociales -probablemente bajo el influjo poderoso de la literatura de Blasco Ibáñez- y aún un tercer grupo prefirió adoptar caminos más esteticistas y ornamentales a la hora de llevar a sus lienzos el mar o la huerta.
No suponen estos trabajos ninguna rareza en el contexto de la pintura europea que les fue contemporánea: proliferaron, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX, imágenes de campesinos y figuras populares -individualizados o mostrados como tipos, en la faena o en reposo- muy respaldadas por los coleccionistas, como tuvieron ocasión de comprobar Fortuny y Martínez Cubells, cuyas iconografías ejercieron repercusión en un buen número de artistas.


Que compartieran temas no quiere decir que mantuvieran sobre ellos, lo dijimos, miradas comunes: si Pinazo desplegó una autonomía estética que lo convirtió en pionero del paisaje luminista, José Benlliure prestó una realista atención a las anécdotas y Sorolla consolidó el naturalismo y las posibles lecturas sociales del medio rural valenciano.
Desde un enfoque abiertamente crítico con los peores tics sociales ha de leerse la obra de Antonio Fillol, que abrió muchas bocas en la reciente muestra sobre pintura social española del Prado, y del mundo del trabajo y de los menos favorecidos se ocuparon, asimismo, Andreu, Mongrell y el citado Pinazo, entre otros.
Los nuevos modos de contemplar las realidades humanas transformaron también los propios de la observancia del paisaje, cada vez más objeto de excursión y disfrute y menos medio de vida. Muñoz Degrain sería uno de los primeros descubridores de la grandeza de la montaña valenciana en el terreno pictórico; esos parajes cautivaron igualmente a Ramón Stolz.
En representación de la línea vanguardista volcada en el cartelismo y la obra gráfica, saldrán a nuestro paso Cabedos, Aguar, Renau o Barreira; y otro capítulo importante lo constituye el de la religiosidad, pilar de la vida cotidiana en el periodo analizado y presente tanto en rituales masivos como en gestos íntimos.
No falta en el recorrido de esta exhibición La vuelta de la pesca de Sorolla, pieza esencial en la sección centrada en el mar y la Albufera y en la plasmación del duro trabajo al aire libre de un modo hasta entonces nunca tan vivo ni tan directo. Por composiciones como ésta, Rafael Doménech definió el mar como la mina más rica de sensaciones cromáticas y la playa como gran escuela.

“Escenas y paisajes en la pintura valenciana. Siglos XIX y XX”
Plaza de Tetuán, 23
Valencia
Del 9 de mayo al 14 de septiembre de 2025
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