Abraham Lacalle. Campos de batalla
CENTRO ATLÁNTICO DE ARTE MODERNO. CAAM
C/ Los Balcones 9 y 11
Las Palmas de Gran Canaria
Del 9 de octubre de 2015 al 10 de enero de 2016
Pensar en Abraham Lacalle es hacerlo en pinturas que pivotan entre lo figurativo y lo abstracto y que destacan por su cromatismo potente, por su audacia en el tratamiento de esos colores y por su vibrante gestualidad. En las más recientes, los lienzos han quedado convertidos en sus particulares campos de batalla, en escenarios de enfrentamientos más internos que externos: los que cualquiera mantiene con su entorno, medios de comunicación de masas incluidos; los de la interioridad del ser humano con su realidad social, un trasunto, por otro lado, de la ambivalencia hostil -a superar- entre naturaleza y medio urbano.
A su habitual uso valiente del color, Lacalle suma ciertos elementos de carácter autobiográfico y su peculiar ironía: el sarcasmo, en realidad, forma parte de la marca personal de este artista, que inició su carrera en los ochenta y a ella ha recurrido para hacer referencia a los grandes movimientos literarios y artísticos del siglo pasado.
En el Centro Atlántico de Arte Moderno de Las Palmas podemos contemplar, hasta el 10 de enero, una selección de trece pinturas y catorce dibujos de gran formato pertenecientes a una serie llamada precisamente Campos de batalla, así como una intervención pictórica igualmente de gran tamaño que el madrileño ha realizado específicamente para el CAAM.
Abraham Lacalle plantea sus trabajos como espacios donde tienen lugar acontecimientos terribles
La exhibición ha sido comisariada por Omar-Pascual Castillo, director del museo canario hasta su cese este mismo mes, y según este explica sus obras son un reflejo de lo que queda tras una catástrofe, aunque su lado colorista nos da al mismo tiempo un espacio para la esperanza. (…) La obra de Lacalle es heredera de la tradición pictórica española de mediados de los ochenta, a tono con lo que actualmente se conoce como la nueva pintura narrativa, y conecta con la etapa final del neoexpresionismo alemán de los ochenta. En cambio, por el sentido del humor que tienen sus obras en toda su producción, hay un discurso crítico intrínseco de la pintura en sí y del placer por pintar.
Frente a una pintura decorativista en la que nada sucede en el lienzo-ventana, y en la que tendemos a pensar al contemplar en un primer vistazo sus obras por su potente colorido, Abraham Lacalle plantea sus trabajos como espacios donde tienen lugar acontecimientos terribles de muerte, decadencia o violencia; cuanto menos de desolación y soledad, y pese a ello, liberadores. La obra pasa a ser un espacio físico que se acerca, por temática, a nuestras circunstancias personales y a la que el color contribuye a dar profundidad.
Como explicaba Lacalle con ocasión de la presentación de estos trabajos en el CAC Málaga en el primer trimestre de este año, “la pintura soporta diferentes tramas y una de ellas es la situación que vives; la permeabilidad hacia lo social. En estos momentos, el desastre lo representa mejor una copa vacía y rota que una de una bomba que ha explotado en cualquier lugar del mundo”.
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