Bajo el comisariado de Javier González de Durana, CentroCentro expone, hasta el próximo 7 de junio y por primera vez en Madrid, 66 piezas de la Colección Iberdrola, uno de los fondos privados más destacados y desconocidos de nuestro país. Es especialmente rico en fotografía contemporánea y en los últimos años se ha reordenado y ampliado estructurándose en tres bloques correspondientes a las fases cronológicas de desarrollo de Iberdrola como empresa.
Un primer bloque consta de piezas de arte vasco fechadas entre fines del s XIX y comienzos del XX, una etapa que coincide tanto con el nacimiento de la compañía, en Bilbao en 1901, como con la llegada de la modernidad cultural a España; el segundo se nutre de obras de creadores españoles fechadas entre la década de los cincuenta y nuestros días, un periodo de crecimiento y consolidación de Iberdrola, y por último, una tercera sección se compone de trabajos en vídeo y fotografía de artistas internacionales de hoy, piezas adquiridas por la firma en paralelo a su expansión.
Los responsables de la Colección Iberdrola aseguran que la adquisición de piezas no sólo se realiza atendiendo a su calidad y al prestigio de su autor, sino también prestando atención a los lazos estéticos, conceptuales, temáticos o formales que podrían establecerse entre los nuevos trabajos y los ya atesorados, con la intención de generar a partir de ellos un tejido que paulatinamente vaya enriqueciéndose en cuanto a interpretaciones y matices.
Haciendo alusión a esa noción de tejido se ha preparado también la muestra que acaba de abrirse en CentroCentro, sede habitual de exhibiciones dedicadas a colecciones privadas españolas. En palabras de su comisario, la selección concreta (de obras) realizada para su presentación en CentroCentro indaga sobre dos aspectos paralelos, pero complementarios. En un sentido concreto y real, la dermis como órgano que desde la superficie corporal comunica profundos sentimientos y estados de ánimo, y en un sentido amplio y metafórico, el arte como piel-signo que esconde un cuerpo-significado que el observador debe desentrañar a la vista de aquella desde su experiencia y conocimiento personales -esto es, desde su propia piel.
De las 66 obras que forman parte de “La piel translúcida”, que ya pudo verse en Bilbao y Valladolid, dos pertenecen al primer bloque de la Colección Iberdrola y corresponden a movimientos post-impresionistas y vanguardistas y 29 dan testimonio de la evolución del arte español desde los años cincuenta a través de piezas de Zuloaga, Regoyos, Chillida, Oteiza, Tapies, Antonio López o Miquel Barceló. El resto son fotografías datadas desde los setenta y realizadas por autores españoles y extranjeros, entre ellos Thomas Ruff, Candida Höfer, Mapplethorpe, Tillmans, Axel Hütte, Sugimoto o Struth.
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