La Movida: una efervescencia en cuatro miradas

Foto Colectania exhibe fotografías de García-Alix, Ouka Leele, Pérez-Mínguez y Trillo

Barcelona,

Los cuatro han trabajado en rangos temporales y temáticos que van mucho más allá de la Movida madrileña, pero no podemos evitar asociar la obra de Alberto García-Alix, Ouka Leele, Pablo Pérez-Mínguez y Miguel Trillo, una y otra vez, a los ochenta, a la capital y al retrato de las nuevas figuras que avanzarían el desarrollo de disciplinas como la música, la moda, el cine, la pintura o la fotografía en España en las últimas décadas. Por sus objetivos pasaron los asiduos a salas como El Pentagrama o Rock-Ola, probables lectores de publicaciones hoy de culto como La Luna de Madrid o Madrid me mata y espectadores de programas televisivos como La edad de oro o La bola de cristal y de las primeras películas de Almodóvar.

Pablo Pérez-Mínguez. Póster Rock-Ola: Alaska, Pedro y Fabio. 1983 © Pablo Pérez-Mínguez / VEGAP
Pablo Pérez-Mínguez. Póster Rock-Ola: Alaska, Pedro y Fabio. 1983 © Pablo Pérez-Mínguez / VEGAP

La Movida se convirtió, ya en su momento, en un fenómeno tan discutido como publicitado y mitificado, también internacionalmente, en buena medida por trascender generaciones e ideologías y por su vocación optimista y ecléctica, aunque para algunos se tratara de un movimiento frívolo, narcisista o necesitado de referentes sólidos. Para la mayoría de sus protagonistas, se trató en esencia de un espacio-tiempo y una coincidencia: una época en que mucha gente se encontró buscando superar el pasado estancamiento; en palabras de Pérez-Mínguez, donde haya tres personas con ganas de hacer algo juntos, hay una movida.

Tanto él como Ouka Leele, García-Alix y Trillo coincidieron entonces en las calles de Madrid, pero fotografiaron aquella energía desde enfoques bien distintos y esa diversidad de sus miradas es el centro de la muestra “La Movida, crónica de una agitación 1978-1988”, que la Fundación Foto Colectania acoge hasta el 16 de febrero bajo el comisariado de Antoine de Beaupré, Pepe Font de Mora e Irene de Mendoza y en coproducción con Les Rencontres d’Arles.

A lo largo de esa década en la que se centra la muestra se fechan las imágenes expuestas de García-Alix, pertenecientes a su serie Don´t follow me, I’m lost, frase que coincide, además, con la de su primer tatuaje. Encontramos en estas fotografías imágenes de sus compañeros de juventud y de su propia agitación personal entonces: placer, diversión, drogas y dudas.

Miguel Trillo también retrató una y otra vez a la juventud en la calle, agrupando posteriormente sus fotografías atendiendo a tribus con indumentaria y comportamientos comunes. En aquellos años apostó por formatos innovadores como la proyección, el fanzine o la fotocopia para resaltar esa diversidad, que encontraba más en los anónimos que en quienes poblaban los escenarios de moda: Los grupos siempre hacían lo mismo sobre el escenario, siempre representaban el mismo papel, ya fuera en París, Roma, Londres o Madrid… Pero en el patio de butacas, en la arena de la plaza, el espectáculo era nuevo cada vez.

Alberto García-Alix. Ana Curra esperando mis besos, 1984 © Alberto García-Alix VEGAP
Alberto García-Alix. Ana Curra esperando mis besos, 1984 © Alberto García-Alix VEGAP

Sus retratados se convertirían en iconos de época con difícil encaje en las páginas de los diarios, pero también en la esfera artística de nuestro país entonces: Mi trabajo no era aceptado en el mundo del periodismo porque eran fotografías de “posados”, pero tampoco era aceptado en el mundo de la fotografía creativa porque eran demasiado “fáciles”. A mí me interesaba la exploración del icono, su repetición y variación, y supongo que eso tiene que ver con mi formación de filólogo. Una palabra es una imagen camuflada entre letras.

La producción de Ouka Leele, por su parte, está estrechísimamente enlazada a la estética de la Movida, por el riesgo y la frescura de su lenguaje. Su trabajo se exhibe en Barcelona bajo el epígrafe de Mística doméstica porque ella entiende sus imágenes como una sublimación de lo diario y doméstico, al margen de la crítica social. El onirismo de su producción procede, sobre todo, de su imaginación: Primero creo la imagen y luego la fotografía. Utilizo la cámara como registro de algo que yo he creado antes y como base para pintarlo. Mi obra es una mezcla de teatro, imaginación, pintura y fotografía.

Por último, Pablo Pérez-Mínguez fue otro de los grandes retratistas de la Movida, cuyos protagonistas pasaron casi siempre por su estudio, centro neurálgico entonces. Su lema, en los posados, era que todo valía: Mi estudio, recién abierto en 1981, era un cabaré constante, donde se representaba a diario, sin guion, nuestra Vida Misma. Se abría a las seis de la tarde y no paraba de entrar y salir gente hasta las once o doce de la noche. Después nos dispersábamos y reencontrábamos a lo largo y ancho de la noche madrileña. A veces volvíamos de madrugada y seguíamos haciendo fotos, cada vez con más intensidad (…). Éramos hijos del pop y del underground, del cómic, de las fotonovelas y de la publicidad. En nuestro Olimpo particular, todos éramos dioses polivalentes, fascinados por la cultura popular.

Ouka Leele. Fragmento de 'Peluquería 16', 1979 © Ouka Leele
Ouka Leele. Fragmento de Peluquería 16, 1979 © Ouka Leele

 

 

“LA MOVIDA. Crónica de una agitación”

FUNDACIÓN FOTO COLECTANIA

c/ Passeig Picasso, 14

Barcelona

Del 17 de octubre de 2019 al 16 de febrero de 2020

 

Comentarios