Conocemos bien al Sorolla observador de la indumentaria popular gracias a su serie Visiones de España, que hace casi una década itineró por un buen número de ciudades españolas; ahora el Museo Thyssen-Bornemisza y el del pintor en Madrid han unido esfuerzos para presentarnos al Sorolla observador de los vestidos, complementos y joyas que portaban el nutrido número de modelos que posaron para él entre las décadas de 1890 y 1920, cuando el valenciano se convirtió en uno de los retratistas más solicitados del cambio de siglo.
La muestra “Sorolla y la moda”, abierta ayer en ambos centros, subraya cómo la ropa no tiene en estas obras nada de anecdótico: cumplía una clara función representativa del estatus y las aspiraciones sociales de los retratados (fundamentalmente mujeres), podía aportar elegancia a escenas cotidianas y también cuenta con un evidente valor documental: nos acerca a los usos y costumbres en el vestir de distintas capas sociales a finales del siglo XIX y principios del XX.
Sobre todo en sus inicios, aunque también en el desarrollo posterior de la carrera de Sorolla, su familia fue un pilar esencial: representó a menudo a su esposa Clotilde y sus hijos realizando acciones diarias en obras refinadas que transmiten su afecto y, de hecho, estas obras dedicadas a quienes fueron sus modelos primeros servirían al pintor como tarjeta de presentación social para abrirse paso. Algunas de esas escenas que nos acercan al Sorolla íntimo pueden verse en el Thyssen y en el Museo Sorolla acompañadas de vestidos de la época semejantes a los pintados, de modo que podemos comprobar hasta qué punto el artista fue fiel a la realidad en el tratamiento de las texturas y la tactilidad y cronista del gusto estético de su tiempo.
También exhibe el Thyssen retratos que efectuó por encargo de la Familia Real y de personalidades influyentes de la sociedad estadounidense en el cambio de siglo que conoció durante su viaje a América. Buscó acercarse en estas piezas a la psicología de sus modelos, pero también prestó una delicada atención a su vestimenta: en esta época, incluso se llevaba en la ropa la nostalgia hacia el pasado y la aspiración de apertura a nuevas tendencias; la moda de entonces era también fruto de la crisis finisecular.
Capítulo aparte merecen las escenas en el mar: fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando las familias pudientes de nuestro país, aconsejadas a veces por los médicos, acudían a tomar baños en Santander, San Sebastián, Zarautz o la costa de Levante. Allí también acudió la familia de Sorolla, y a unos y otros nos los presentó él bajo el sol, con delicados sombreros y sombrillas y vestidos en tonos pastel más sencillos, pero no menos distinguidos, que las indumentarias urbanas.
Y también merecen sección en la exposición del Thyssen los hallazgos en materia de moda que el artista realizó durante sus viajes a París: en calles y cafés, óperas o teatros, podemos deducir que Sorolla tomó nota de los cambios de vestuario que trajeron las costumbres modernas radicadas en los últimos años del XIX; sabemos que prestó atención a las novedades en la alta costura francesa y que a menudo encontró en ella inspiración para sus retratos.
Por su parte, el Museo Sorolla ha desplegado su parte de esta exhibición en su segunda planta, pero al visitar la colección permanente en la primera también tendremos oportunidad de completarla con trajes que antes no formaban parte del montaje y que nos sumergen aún más en el universo del pintor, porque las cartas y las fotografías de Sorolla y su esposa que en este centro se conservan dan fe de la importancia que los dos concedieron a la moda.
En la segunda planta veremos retratos encargados por burgueses y aristócratas; es importante fijarse en la indumentaria, pero teniendo en cuenta que su presencia en estas obras no queda al margen de la nueva y moderna búsqueda de naturalidad y sencillez, presente en la gestualidad y la mirada, así que no podemos esperar empaque, sí elegancia sin adjetivos.
Un capítulo fundamental de la muestra del Museo Sorolla lo constituyen los retratos de la familia del pintor: tanto su mujer como sus hijas, Elena y María, posaron para él haciendo gala de actitud y estilo (los documentos prueban que era usual que el pintor les regalase ropa y complementos de su gusto). No faltaban sus queridos vestidos blancos y los trajes y mantillas negras deudores de la tradición española.
En uno de sus retratos de Elena, con solo catorce años, aparece peinada con rodetes valencianos y llevando un vestido Delfos amarillo, modelo diseñado por Fortuny inspirándose en el Auriga de bronce. Lo vistieron Isadora Duncan o Peggy Guggenheim, pero no muchas más, así que podemos imaginar hasta qué punto la familia Sorolla permanecía al tanto de las tendencias más exclusivas.
En conjunto son setenta las pinturas que forman parte de “Sorolla y la moda”, llegadas de colecciones nacionales e internacionales junto a vestidos y complementos de época que contribuyen a dar vida a esas escenas, como ha subrayado Guillermo Solana. Algunos los han cedido el Victoria & Albert Museum de Londres o el de Artes Decorativas de París.
Entre los lienzos y los vestidos se establece un diálogo casi especular, y otro de los puntos fuertes de la exposición, según su comisario Eloy Martínez de la Pera, es el reflejo en estas obras de la transformación del papel social de la mujer y de su percepción en el cambio de siglo. Es la época en que el corsé (que implica necesitar a otra persona para vestirse) queda a un lado y las mujeres comienzan a gozar de un ocio propio y ganan independencia (en este mismo periodo, las sufragistas defendían, sobre todo en Inglaterra, el derecho al voto femenino con sudor y sangre).
Los inicios del siglo XX supusieron también el comienzo del reconocimiento a los grandes modistos, tras décadas de diseños anónimos. Alcanzaban celebridad Paul Poiret, Lanvin o Vionnet.
Y un último apunte: el interiorismo no ha quedado al margen de “Sorolla y la moda”, convirtiendo la exposición en escenografía. Prestad atención a los espejos que reflejan pinturas, al armario de Clotilde o la silla de Sorolla.
“Sorolla y la moda”
Del 13 de febrero al 27 de mayo de 2017
MUSEO NACIONAL THYSSEN-BORNEMISZA
Paseo del Prado, 8
Madrid
c/ General Martínez Campos, 37
Madrid
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