La mayaútica de Laura Gibellini, entre suelo y cielo

Expone su obra última en Nieves Fernández

Madrid,

Pronto hará una década desde que, en el curso 2016-2017, la artista madrileña Laura F. Gibellini obtuviera una de las becas de la Real Academia de España en Roma y desarrollara, durante su estancia italiana, el proyecto Atmósferas e interrupciones, una intervención sobre pared en la que de un metafórico sol central partían múltiples líneas rectas, a modo de rayos varias veces interrumpidos. Esos vacíos sabiamente dispuestos (gesto mínimo, efecto máximo) eran responsables del ritmo y el atractivo visual de la obra, dominada en sus tonalidades por el beige y el verde suaves, colores habituales en las fachadas romanas de los siglos XVII y XVIII que contribuían a dotar al conjunto de cierta ingravidez. Una ingravidez que era la del tiempo, el aire y la luz que puede experimentarse en el interior del Panteón, porque esta autora trabaja buscando la captación de lo intangible.

Sus trabajos tienen que ver con el concepto de lugar, con nuestros modos de relacionarnos con él y las convenciones que se han manejado a la hora de representarlo, sobre todo en lo que un espacio tiene de líquido e inestable: las condiciones atmosféricas y temporales que determinan nuestra idea del entorno desde su mutabilidad y que, a su vez, se vinculan de manera clara con la vida.

Desde esa perspectiva podíamos entender la pieza Mayaútica en azul, que hace tres años presentó en el programa Derivada de la Fundación Banco Santander. Se trataba de una obra gráfica en la que ponía en relación garabatos de su hija (llamada justamente Maya) e imágenes del atlas del cielo que representan las pléyades: lo micro y lo macro. Formaba parte de una serie, denominada asimismo Mayáutica, en la que se valía de dibujos de la pequeña, realizados entre sus dos y sus cinco años, para investigar sobre el propio acto de trazar líneas sobre el papel y sobre los mecanismos de esa disciplina, la del dibujo: su vertiente gestual y su potencial para captar una vitalidad del que quizá carecen otras técnicas menos abiertas a la espontaneidad. Ese potencial le permitiría prácticamente trascender las dos dimensiones, como probaba en Atmósferas e interrupciones.

Laura F. Gibellini. Luna de brillo. Galería Nieves Fernández
Laura F. Gibellini. Luna de brillo. Galería Nieves Fernández

Desde entonces, Gibellini viene dando forma a esta propuesta, a la que ahora brinda una nueva muestra la Galería Nieves Fernández. Se llama “Luna de Brillo”, en referencia a una de las piezas reunidas: un dibujo sobre papel carbón en el que la artista transcribió el título de una pintura hecha por Maya tal cual ella lo escribió sobre el mismo lienzo.

Ese nombre de Mayaútica del conjunto, que recibió del profesor universitario Ricardo Horcajada, guarda evidente relación con el nombre de la niña, pero sus derivadas van mucho más allá: de origen griego, designa las prácticas de las matronas o parteras, concebidas como arte, y también el método que Sócrates empleaba para invitar a sus alumnos a que descubrieran conocimientos que ya latían en ellos. Por otro lado, Maya es igualmente el nombre de una de las siete Pléyades, hijas de Atlas, quien fuera condenado por Zeus a sostener el peso del mundo sobre sus hombros por toda la eternidad. Conmovido por el sufrimiento de las jóvenes ante ese destino, el dios del cielo las convirtió en estrellas para que pudieran estar junto a él.

En esta muestra madrileña, abierta hasta el 25 de julio, podemos ver varias de las series que integran esta extensa propuesta, basada cada una en el estudio de una faceta del dibujo como camino de conocimiento: el garabateo, el gesto, sus lazos con la escritura…

Laura F. Gibellini. Luna de brillo. Galería Nieves Fernández
Laura F. Gibellini. Luna de brillo. Galería Nieves Fernández

Abren y cierran el recorrido los tres trabajos sobre papel carbón que componen Appearances of Venus by Captain Cook, los mismos papeles que se utilizaron durante la elaboración de las obras centrales de Mayaútica, expuestas también en Nieves Fernández.

Esos papeles fueron después intervenidos, dando lugar a marcas que remiten al tránsito de Venus como fue registrado por el Capitán Cook. De este modo, no nos encontramos sólo ante materiales de trabajo reutilizados, sino ante soportes en los que la imagen se construye mediante la sustracción: los dibujos devienen visibles por la eliminación de la marca, enseñándonos así la ausencia como forma de presencia. Ese gesto y esa tensión entre lo visible y lo que no lo es interesan mucho a Gibellini, como dijimos.

Eclipse 1764 está formada, sin embargo, por dos cristales soplados y grabados al ácido. Representan uno de los primeros eclipses totales de sol que fueron documentados, de manera esquemática. Esta obra da continuidad a otra línea de trabajo de esta autora en la que emplea el cristal como medio para explorar fenómenos cosmológicos que, no perteneciendo a nuestro plano terrenal, inciden claramente en él.

El eclipse es aquí una metáfora del principio y del final, de lo que se oculta y se revela, y permite en este trabajo establecer una analogía entre los movimientos de los astros y los gestos de Maya dibujando: estos últimos, como los desplazamientos celestes, dejan huellas y repercuten en su entorno.

Los eclipses, según apuntan varios estudios, inciden sobre el comportamiento de los animales, la naturaleza, y sobre nosotros mismos: atraviesan la biología y los afectos; explica Gibellini que le interesa introducir elementos que no son exclusivamente del orden de lo visible o lo cotidiano, pero que sin embargo son fundamentales para comprender nuestra existencia y nuestro lugar en el universo. El eclipse, con su potencia simbólica y su efecto real, ofrece una forma de pensar en nuestra conexión con aquello que nos trasciende, con los ciclos que nos impactan, aunque no siempre de manera evidente.

En cristal soplado y grabado al ácido realizó también Tránsito de Venus 1759: dos diagramas que representan el tránsito de Venus observado aquel año, nuevamente atendiendo a los registros del capitán Cook y del astrónomo Charles Green durante su expedición alrededor del mundo, planteada, entre otros fines, con el de observar este fenómeno astronómico.

El estudio del tránsito de Venus posibilitó calcular la distancia entre los planetas, y entre la Tierra y el Sol, con una mayor precisión, y entender mejor la constitución del Sistema Solar.

Gibellini vincula aquí también los fenómenos astronómicos con lo que nos es cercano; llega a hacernos parte de ellos: A través de esta obra me interesa explorar el vínculo entre la observación científica y la experiencia subjetiva del estar en el mundo: cómo estos acontecimientos astronómicos nos permiten pensar en nuestra existencia no solo desde lo particular, sino desde una perspectiva más amplia, en la que nos reconocemos como parte de un todo mayor, un cosmos al que inevitablemente pertenecemos, que nos afecta y al que podemos afectar.

Laura F. Gibellini. Luna de brillo. Galería Nieves Fernández
Laura F. Gibellini. Luna de brillo. Galería Nieves Fernández
Laura F. Gibellini. Luna de brillo. Galería Nieves Fernández
Laura F. Gibellini. Luna de brillo. Galería Nieves Fernández

De regreso al papel japonés, Rojo 190521, Azul 190521 y Negro 050621 fueron el punto de arranque de Mayáutica. Cada una de ellas parte de un garabato realizado por Maya siendo muy pequeña: Gibellini subrayó gráficamente lo que se encontraba alrededor de sus trazos, articulando una nueva composición que pone el foco en lo periférico, lo usualmente inadvertido.

Definida esa composición, fue escalada a las dimensiones de la propia Maya en el momento de realizar el dibujo, y luego transcrita manualmente con el papel carbón sobre papel japonés. El fruto es una imagen en la que lo visible no es la marca en sí, sino el espacio alrededor (la ausencia).

Cada una de las piezas se completa con un pantone de color, extraído de los dibujos originales de Maya. Así, el gesto infantil y no mediado reaparece no solo en su huella indirecta, sino a través del color de la marca original, a modo de rastro emocional y visual. Lo íntimo y lo más vasto quedan otra vez imbricados.

Otros trabajos en “Luna de brillo” surgen de la renderización de un dibujo plano, con el objetivo de imaginar cómo sería si tuviera volumen y deviniera objeto cognitivo; emulan falsas litografías en post-its; combinan el tapiz tradicional y el nudo turco para integrar uno de los dibujos de Maya con uno de sus primeros escritos; representan las letras de este nombre en tubos de neón o transcriben ilustraciones de la niña a partir del cuento Almendrita.

La energía vital y la cósmica  parecen revelar sus confluencias en la producción de Gibellini.

Laura F. Gibellini. Luna de brillo. Galería Nieves Fernández
Laura F. Gibellini. Luna de brillo. Galería Nieves Fernández
Laura F. Gibellini. Luna de brillo. Galería Nieves Fernández
Laura F. Gibellini. Luna de brillo. Galería Nieves Fernández

 

 

 

Laura F. Gibellini. “Luna de brillo”

GALERÍA NIEVES FERNÁNDEZ

C/ Blanca de Navarra, 12

Madrid

Del 5 de junio al 25 de julio de 2025

 

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