Larry Bell alcanzó reconocimiento a mediados de los años sesenta de la mano de trabajos, realizados en técnicas diversas, que tenían en común el uso de la luz. Nacido en Chicago en 1939, para entonces formaba parte de la vibrante escena creativa de Los Ángeles, que apreció su refinado tratamiento del vidrio, su manejo de reflejos y sombras y su deseo de expandir los campos visuales y físicos de la percepción, normalmente en el terreno de la escultura, pero también en el diseño de muebles, la pintura y el dibujo.
Desde 1970 trasladó su estudio de Venice a Nuevo México, llevando a cabo en su propio taller un sistema de recubrimiento que le permite depositar finas películas metálicas sobre las superficies de vidrio, aprovechando una técnica poco conocida, desarrollada para la aeronáutica; crea de este modo obras muy particulares, a medio camino entre la artesanía y los procesos industriales. En ese material encuentra amplias posibilidades: Aunque solemos pensar en el vidrio como una ventana, es un líquido sólido que posee tres cualidades distintivas: refleja la luz, la absorbe y la transmite, todo al mismo tiempo.
Bell mantuvo amistad, durante toda su vida, con Donald Judd: ambos formaron parte de una exposición que casi marcó época (“Primary Structures”, en el Jewish Museum neoyorquino en 1966) y el minimalista fue el primer artista en adquirir obra de este autor, en concreto un cubo de vidrio revestido con bandas cromadas, que carece de título y se fecha en 1970; se ha instalado de forma permanente en el tercer piso de la Fundación Judd en Nueva York.

El próximo 29 de septiembre este centro abrirá “Irresponsible Iridescence”, una muestra dedicada a la obra reciente de Bell: constará de doce piezas pertenecientes a su serie Solar Study, que van más allá de la abstracción pura para proponer una traslación bidimensional de la luz sobre las superficies.
El artista comenzó a trabajar en ellas en 2024, en el que supuso un giro notable respecto a su producción anterior: se apropió de tecnologías muy contemporáneas para alumbrar casi cien composiciones durante un breve periodo en Taos (Nuevo México). Aunque en rigor no fue él solo quien lo hizo: A veces, con suerte, la obra se crea sola. Sólo soy responsable de encender y apagar el equipo. Los resultados del uso de éste se vuelven autónomos. En otras palabras, puedo encontrar una interpretación narrativa en el orden de disposición de las superficies creadas. Así, conjugan estos proyectos lo ajeno y lo íntimo, la intuición y lo maquinal.
Solar Study, en último término, supone una continuación de sus recubrimientos de vidrio anteriores y una recuperación de las técnicas de collage que utilizó en Vapor Drawings y Mirage Works: ha tratado de improvisar y crear obras de forma espontánea, explorando con mayor inmediatez cómo las cualidades superficiales de los materiales, los colores y sus dimensiones afectan a la percepción, la luz, el espacio y la sensación.
Podrán contemplarse, asimismo, piezas en técnica mixta ejecutadas con aluminio y monóxido de silicio, y montadas sobre lienzo, que profundizan en los conceptos de su serie Estudios de la Iglesia (2016-2018). Inspiradas en la arquitectura de otro de sus talleres, el que posee en Venecia, donde se encontraba un antiguo templo de la Ciencia Cristiana, esas composiciones incorporan un marco moldeado, más profundo en el borde superior y menos en el inferior.
Ambas series hacen referencia a la arquitectura y al lugar de creación, un concepto éste último que Bell asocia con la memoria y la intuición, y que valora por las múltiples experiencias que propicia.
Otras dos exposiciones estadounidenses rinden tributo a Bell este otoño, bajo el título de “Improvisations”: en el Madison Square Park y en el San Antonio Museum of Art. Ésta última se ha planteado como una retrospectiva con obras en todos los formatos: desde sus collages a monumentales instalaciones.



“Larry Bell: Irresponsible Iridescence”
101 Spring Street
Nueva York
Del 29 de septiembre de 2025 al 31 de enero de 2026
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