La sede en Tarragona de la Galería Silvestre (cuenta con otro espacio en la calle Doctor Fourquet de Madrid) estrena el otoño presentando, a partir del próximo 26 de septiembre y hasta el 25 de noviembre, “Larga distancia”, un proyecto audiovisual y pictórico de Gabriela Bettini en el que la artista ha buscado dar lugar a nuevas historias posibles a partir de manipulaciones, en el tiempo y en espacio, de diversas experiencias migratorias.
Cuando incorporábamos, hace unos meses, a esta creadora madrileña a nuestra sección Fichados, Gabriela nos contaba que sus últimos trabajos “interpretan ciertas estancias, viviendas, sitios de memoria o de excepción en los que han acontecido episodios singularmente intensos (a veces violentos, otras esperanzadores).Se trata de espacios en los que el tiempo ha quedado detenido (…) y en los que se han articulado historias, particulares y colectivas, que han supuesto puntos de inflexión en las vidas de quienes los han transitado”.
Lo hace desde un enfoque poético, y en ocasiones también sanador, rememorando el pasado que queda latente en las paredes, en las atmósferas, pero también buscando historias no resueltas que poder abordar desde el presente con un nuevo, y más cálido, punto de vista.
En “Larga distancia”, ha partido de espacios de un antiguo hotel de Buenos Aires en el que recalaban numerosos inmigrantes a fines del s XIX y principios del XX, con sus historias de partidas, desarraigo y esperanza, para convertir esas estancias y pasillos, en sus pinturas y dibujos, en escenarios vacíos que nos atraen por sus luces sutiles y sus encuadres expresivos. Tienen un claro valor metafórico: de la partida, del alejamiento de lo que en otro momento fue seguro, de un recomienzo.
Bettini también presenta, en la Galería Silvestre, una pieza audiovisual en la que una joven dialoga con su abuela sobre los acontecimientos históricos y políticos del pasado de ambas, hechos que han marcado la forma de vida de cada una y que les han conducido a residir en países distintos. Sus dudas y sus esperanzas confluyen, salvando el tiempo, aunque una y otra observan lo vivido de forma distinta por su pertenecía a generaciones diferentes.
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